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sábado, 18 de septiembre de 2021

El reverso de la verdad (44)

Helene dio un par de bocados y entonces le vino otra idea a la mente. El policía se había ido muy rápido una vez que ella había llegado. 

-   Si el policía creía que tú tenías algo que ver con la muerte del recepcionista, a saber porque -indicó Helene-. ¿Por qué se ha marchado según yo he aparecido? 

-   Arnauld piensa que yo como él me conseguí adaptar a la vida civilizada tras estar en el ejército, no como otros compañeros del pelotón. La verdad es que pocos quedaos. Varios se suicidaron y el resto, pues bueno, no son lo que te gustaría tener como amigos -explicó Andrei-. Desde la muerte de Sarah le he estado presionando a Arnauld para que indague en el caso, pero la policía hace mucho que lo designó como un accidente mortal. Arnauld me escuchaba más como amigo que como policía. Pero como ha dicho, últimamente he dejado de martirizarlo. 

-   ¿Y ha creído que has pasado página? 

-   Algo parecido -asintió Andrei-. Creo que ha pensado que eres mi nueva conquista y me he olvidado de Sarah. 

-   ¡Si hombre, que avispado el tío! -exclamó burlona Helene-. No sé de donde se ha sacado que yo pueda ver algo interesante en un borde como tú. 

-   Arnauld no es lo más listo de la casa, pero si sabe desenvolverse bien entre la gente, sobre todo las de cotas bajas. Piensa de forma simple -comentó Andrei-. Te ha visto llegar vestida solo con la camisa y ha pensado que venías directa de la cama. Pero en su cerebro la cama era la mía.

La ocurrencia hizo reírse a Helene, que pensaba lo simple que podían ser los hombres como Arnauld. La había visto y había pensado lo más simple y obvio, pero carente de realidad. Aunque la verdad, Andrei, si no fuera un borde y tan violento, tenía un ligero puntillo. Su madre siempre decía que le gustaban los hombres duros y peligrosos. No quería ponerse a recordar a sus antiguos novios, pero ya desde el instituto le gustaban los que hacían pellas, eran unos graciosos, un poco atléticos. En la universidad, los que se saltaban las clases y se pasaban más rato en las cafeterías y campas, que en las aulas. los militares nunca le habían llamado demasiado, pero eso de los uniformes le llamaba. 

-   ¿Helene? ¿Helene? -Andrei le estaba llamando y ella salió de sus ensoñaciones. 

-   Sí, sí.

-   Te preguntaba si quieres puedes usar el baño por ahora -repitió Andrei, ya que antes Helene no le estaba haciendo caso-. Para evitar encontronazos, deja la puerta del baño abierta cuando hayas terminado, así sabré que está vacío. 

-   Sí, gracias -se limitó a decir Helene, terminando de desayunar.

Helene se levantó y se marchó dejando solo a Andrei. Él se dedicó a limpiar los platos y todo lo que había usado para el desayuno, dejándolos secar en una rejilla que tenía para ello. Una vez que terminó se dirigió a su despacho y empezó a buscar cosas sobre Marie Fayolle. Por lo que recordaba, Marie había entrado de la mano de Sarah. La había conocido en la facultad. Era muy hábil para obtener todo lo necesario para las producciones. Si iban a hablar sobre un tema importante o peliagudo, ella era quien se encargaba de hablar con todo el mundo y volver fácil lo imposible. Sarah la había colocado al frente de la sección de producción, con lo que se liberó de mucho trabajo, pudiendo encargarse de dirigir la gestión total de la productora o meterse en temas propios, dejando a Alexander la gerencia.

Lo primero que encontró fue la información de su muerte. Parece que ocurrió un accidente tras la muerte de Sarah. Los frenos de su coche fallaron y se empotró contra un camión de gasolina. Su cuerpo quedó carbonizado, se la tuvo que identificar por la dentadura. Era una muerte horrorosa, ya que la autopsia indicaba que se había quemado viva. Andrei aun podía ver los rostros de los milicianos al sur de Hartum, a los que habían achicharrado con napalm. Creía recordar que fue Guichen quien les impidió que los rematásemos, quería ver como agonizaban de dolor. En aquella época, Guichen era un sádico y por las palabras de Arnauld, seguía siéndolo en la actualidad.

Había encontrado el lugar donde la habían enterrado, en un pueblecito cerca de la ciudad, a una hora de coche, pero que no era el lugar natal de Marie ni donde residía. Tampoco era donde murió. Era una elección muy rara para enterrar a alguien. Había cementerios más asequibles que uno no tenía nada que ver con ella. Y eso le escamaba un poco a Andrei. Algo le decía que quería rezar ante esa tumba.

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