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martes, 14 de septiembre de 2021

El dilema (93)

Alvho dejó el despacho de Asbhul y regresó a su cuartel. Aibber y el resto de sus hombres esperaban despiertos, armados y listos. 

-   ¿Es verdad lo que se escucha por la ciudadela? -preguntó Aibber, que seguro que había sido elegido por los otros como portavoz. 

-   Hay muchas cosas que escuchar en el campamento, Aibber, se más específico -pidió Alvho, serio. 

-   ¿Te han ascendido? 

-   A ese rumor -indicó Alvho-. Pues sí, ya no soy el jefe de inteligencia, bueno igual lo sigo siendo. Soy lo que era Shelvo y eso quiere decir que vosotros sois mi guardia de élite. Y por lo que veo ya estáis listos para la guerra. ¡Alhanka! 

-   Sí, señor -respondió a la llamada la mujer. 

-   Quiero que te unas a Dhalnnar y le protejas -señaló Alvho. 

-   ¿Pensaba que lucharía con vosotros? 

-   ¿Eres capaz de cargar con uno de nuestros escudos? -inquirió Alvho, que al ver la cara de la muchacha dudar, supuso que no-. Eres una buena espía y miembro de las avanzadillas, pero no creo que puedas estar en primera línea en el muro de escudos. Con Dhalnnar verás toda la batalla y le podrás aconsejar. Sabes cómo lucha el enemigo. 

-   Está bien, Alvho -afirmó Alhanka, ligeramente enfadada. 

-   Bien, todos a encargarse de levantar a los guerreros -ordenó Alvho-. Tenemos que colocarnos ante la puerta de la empalizada. Nuestro grupo defenderá ahí. Aibber quedate conmigo.

Los hombres asintieron, tomaron sus armas y escudos, marchándose a llevar a cabo las órdenes del therk. El cuarto que usaban como dormitorio se había quedado completamente vacío. Alvho comenzó a quitarse sus ropas y a sacar algo que tenía en un saco. Era la armadura ligera de Shelvo. Una armadura resistente que había visto demasiadas luchas. Aibber le ayudó a vestirse con ella. También había recibido el hacha de Shelvo. Alvho no era tan hábil con las hachas, pero si tenía que ser quien dirigiera a los hombres del tharn Asbhul, parecería a sus hombres lo más parecido a Shelvo que pudiera aparentar. Los guerreros habían querido y respetado a Shelvo y todos sabían que era su tío, por lo que por lo menos, intentarían seguirle. Además, les había demostrado a todos, que él cuidaba por todo el ejército de vanguardia. 

-   ¿No has escuchado nada más, Aibber? ¿No corre nada más por el campamento? -inquirió Alvho, mientras movía el hacha en el aire. 

-   Hay guerreros que temen estar bajo una maldición -respondió Aibber-. Creen que las acciones del druida Ulmay y el señor Dhar…, bueno Ulmay les han traído deshonra al ejército. Si las cosas no cambian, alguno se negará a luchar, por miedo a la maldición. 

-   Bueno, eso puede ser que ya no sea un problema -murmuró Alvho, lo que atrajo el interés de Aibber, que le miró fijamente. 

-   Tú, mi therk, sabes más cosas de las que preguntas -indicó Aibber. 

-   Me acaban de avisar el tharn que el señor Dharkme ha fallecido esta noche -anunció Alvho-. Por lo visto, el señor Dharkme ha tenido una recaída en su vida pecadora. Pero esa vuelta atrás le ha pasado factura, ya no era un joven semental. Ahora ya está con Ordhin. El canciller ha avisado al otro lado del río. Nuestro nuevo señor ha pedido que aguantemos hasta que cruce el río en nuestra ayuda con el grueso del ejército. 

-   ¿Y el druida? 

-   Dudo que pueda hacer nada, a excepción de esconderse -explicó Alvho-. Ya no tiene a nadie que manejar como antes. No está Dharkme y no puede hacer lo que quiere. El canciller es ahora la ley en la ciudadela. 

-   En ese caso, los hombres honrarán la muerte de nuestro señor Dharkme con la sangre del enemigo -aseguró Aibber con un tono profético. 

-   Espero que esas palabras sean las verdaderas, pues nos han destinado en el lugar más peligroso de todos -advirtió Alvho-. Ve a formar a nuestras huestes en el patio, el ejército de vanguardia debe tomar su lugar en la batalla. Si este será nuestro final, haré que rubrique los pasajes más honrosos de esta campaña del demonio.

Aibber asintió y se marchó a toda velocidad. Al fin y al cabo, ahora se había convertido en el segundo de uno de los hombres más poderosos del ejército de vanguardia. Aunque ya no estaban en la vanguardia de ningún avance. Antes de presentarse ante los guerreros, que se estaban levantando enfadados y sin ganas. quería debatir con Asbhul que es lo que tenía preparado el canciller para la defensa. Esperaba que la noticia del fallecimiento de Dharkme les diera más fuerza y ganas de luchar que antes.

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