Seguidores

martes, 28 de septiembre de 2021

Lágrimas de hollín (98)

El despertar de Shonet tampoco había sido agradable. Se había levantado, y había visto que ya había amanecido. No había venido a despértarle su mayordomo. Cuando había usado la campanilla, no habían venido las criadas y al final se había tenido que vestir solo. Tuvo que bajar hasta la zona de los criados, las cocinas y los sótanos, para encontrar alguna pista de lo que pasaba. No había nadie. Pero en su lugar había cadáveres. Eran los de sus guardaespaldas. En cambio no había ni uno de sus siervos. No estaban sus chicas, ni sus cocineras, ni los mozos de cuadras, ni sus enseres. Shonet no podía entender lo que veía. Como no se había enterado de lo ocurrido, no se había despertado en ningún momento de la noche. Al volver a la zona donde él se movía, encontró la máscara de oro sobre una mesa. Se guardó la máscara en una de las bolsas que colgaba de su cinturón. Él la había guardado en un armario de su cuarto, debajo había una hoja manuscrita. La leyó.

Estimado señor Shonet de Mendhezan, ha sido un niño muy malo, se ha hecho pasar por mí y le ha robado a su padre. Claramente no iba a dejar las cosas así como así. Me he quedado con su oro como pago por su burla. Ahora espero hacerme con su cabeza. Pronto nos veremos, Jockhel. Post data, sus siervos no son suficiente pago por sus fechorías”

La hoja se le cayó de la mano, se dirigió a la armería tomó su espada y salió corriendo de la casa. Solo había un lugar donde estar seguro, en su almacén, donde tenía más escoltas. En la calle se dio cuenta de que no tenía su carruaje, ya que no estaban sus criados. Fue a tomar un coche de alquiler, pero se dio cuenta de que podrían ser hombres de Jockhel. Así que lo mejor que podía hacer era ir andando, revisando cada esquina, cada zona oscura. Fue cambiando su rumbo cada vez que veía un hombre que le parecía amenazador. Por lo que el camino se fue haciendo más y más largo. Pero de esa forma creía estar seguro. De todas formas, debido a su paranoia y a los hombres que había mandado Bheldur, el estado de ánimo de Shonet era inestable. Cuando conseguía evitar y dejar atrás a uno de esos hombres sospechosos se henchía de orgullo, pero al ver al siguiente, este orgullo se desinflaba.

Además, por alguna razón que no llegaba a entender, había muy poca gente en las calles. Y eso que por la hora tendrían que haber miembros de todos los gremios yendo y viniendo con todo tipo de materias y mercancías. Pero hoy estaba todo demasiado tranquilo. Por un momento, en la cabeza de Shonet apareció la idea de que Jockhel era capaz de hacer que la gente se quedase en casa.

Cuando por fin llegó a su almacén, habían pasado varias horas, aunque Shonet no había sido capaz de darse cuenta de ello. En el almacén, se encontró a su padre, con sus hombres. No recordaba que hubiese quedado con él. 

-   ¿Dónde te habías metido, hijo? Tenemos que hablar, debes venir a casa conmigo -dijo Armhus, que parecía haber envejecido más de lo debido. 

-   ¿Por qué voy a ir contigo? -inquirió Shonet entrando en el almacén. 

-   Ha habido un problema en mi almacén -empezó a decir Armhus-. Un problema importante. Custodiaba algo que era del Imperio. Lo van a querer recuperar. Devastarán la ciudad si no lo encuentran. Los barrios inferiores no están a salvo, solo el barrio Alto lo está. 

-   Mi residencia está bajo la protección de los imperiales -espetó Shonet, que no quería ir con su padre. 

-   No digas tonterías, antes de venir aquí he pasado por ahí -negó Armhus-. He encontrado los cadáveres de tus escoltas. No estaban los criados. ¿Qué ha pasado? 

-   Nada que a ti te importe. 

-   Eres mi hijo claro que me importa lo que te pase -aseguró Armhus-. Es verdad que hemos tenido nuestras peleas, pero eso no cambia que eres mi heredero. 

-   ¿Tu heredero? 

-   Lo dices por tu hermano, no he cambiado el testamento, por favor ven conmigo a casa, no seas testarudo -rogó el padre, acercándose y cogiendo la mano de su hijo.

Por un momento Shonet miró a los ojos de Armhus y vio bondad, pero a la vez miedo y temor. Por eso soltó el agarre de su padre con un golpe del brazo. La mano de su padre agarró las bolsas que colgaban del cinturón de su hijo, tirando varias al suelo. Shonet dio varios pasos alejándose de su padre y se volvió. Le vio recogiendo una de las bolsas, que se había abierto y se podía ver la máscara dorada, que su padre miraba entre sorprendido y asustado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario