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martes, 14 de diciembre de 2021

El dilema (106)

Los siguientes compases de la batalla pareció dar una pequeña tregua a los defensores. Las flechas y algunas jabalinas, pues según Dhalnnar así se llamaban las lanzas cortas que usaba, abatieron sin piedad a algunos de los que parecían oficiales Fhanggar. Pero la táctica de Alvho de acabar con sus tharns solo fue eficiente hasta que el enemigo se dio cuenta de lo que hacían los defensores y cambiaron su forma de proceder. Las tropas enemigas empezaron a llegar sin oficiales, recibían las órdenes desde la retaguardia, lejos de las flechas y de las jabalinas. Matar a los mensajeros estaba también bien, según aseguró Dhalnnar, unas tropas ignorantes del deseo de su general se convierten en hombres inútiles. Pero los Fhanggar tenían demasiados mensajeros como para ser inoperantes y al final las primeras plataformas cayeron sobre el foso.

Pero las colocaron donde existía muralla y sin escalas, de poco les sirvieron, ya que aunque las defensas solo estaban empezadas, eran infranqueables para ellos. Pronto se vio que colocar ahí las plataformas de madera había sido una insensatez. Y lo peor es que ya no era posible recuperarlas. Pero lo intentaron. La plataforma se rompió y los que la manejaban cayeron en el foso, clavándose en las estacas ocultas por el agua.

Así que su siguiente plan fue más recapacitado. Las plataformas eran para formar un puente sobre el foso y así poder cruzar por la puerta de la ciudadela. Claramente, en esa parte, Alvho los esperaba con ganas. Los arqueros que había parapetado rodeando el arco en construcción, molestaban a los Fhanggar. Muchos cayeron intentando colocar las plataformas. Las cuales, eran desplazadas por los hombres de Alvho, que con ayuda de rastrillos, golpeaban los bordes de las plataformas y los lanzaban al foso. Más de una vez las plataformas al caer se llevaron a la muerte a los Fhanggar que las manipulaban. De lo que Alvho se podía enorgullecer era de la constancia de sus hombres para tirar las plataformas. Pero al final consiguieron colocar unas que no podía tirar. 

-   ¡Muro de escudos! ¡Adelante! -gritó Alvho, en primera línea de un muro de escudos que había ordenado formar y taponó el arco de la entrada.

Los Fhanggar, al ver que esta vez sus plataformas no eran movidas por el enemigo se lanzaron a la carrera, solo para estrellarse contra los escudos y ser ensartados en las espadas, golpeados por mazas y cercenados por hachas. 

-   ¡Manteneos firmes! -gritaba primero Alvho, al tiempo que golpeaba a un enemigo con el escudo y la espada de Dhalnnar, a su lado lo remataba.

Los guerreros que formaban la primera fila seguían una cadencia muchas veces ensayada. La primera fila daba un paso adelante, para que el enemigo se estrellase contra sus escudos redondos, tras lo que daba un paso atrás. Al separarse se abrían los escudos y lanzaban rápidos ataques que culminaban en volver a esconderse tras sus escudos. Era una táctica muy sencilla, muy simple, pero muy efectiva contra los guerreros que no formaban verdaderas falanges o grupos estructurados. Pronto el ataque enemigo quedó atascado. No eran capaces de sobrepasar a la defensa mortal de Alvho y era la única forma de acceder a la ciudadela.

Alvho esperaba que este fuese el último ataque de los arrogantes Fhanggar. Eran tantas las pérdidas de la tribu, que se marcharían en la noche siguiente. Aunque el orgullo era siempre un mal consejero. Aun podía ser que el enemigo se enrocase más tras otro ataque fallido e intentase otro ataque más. Uno nocturno podría ser malo para ellos, tras luchar durante todo el día. Si por lo menos recibiesen refuerzos, pero sin el puente y con el río crecido, les iba a costar mucho tal cosa.

En ese momento, Alvho notó como algo, con mucha fuerza intentaba arrebatarle el escudo. El brazo que sostenía el escudo le empezó a quemar. En el borde había una hoja de un hacha clavada y podía ver el rostro de un Fhanggar haciendo fuerza para recuperar su arma o por lo menos quitarle el escudo. Alvho le miró con ira y lanzó el escudo hacia delante. Este, debido a la suma de fuerzas del Fhanggar y Alvho golpeó con estrépito en el rostro del Fhanggar rompiéndole la nariz. Soltó instintivamente el mango del hacha, lo que dio a Alvho los segundos suficientes para girar su escudo y lanzar un golpe de hacha contra un enemigo desarmado y sorprendido. Alvho recuperó con rapidez su arma, y volvió a su posición en la defensa.

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