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sábado, 4 de diciembre de 2021

El reverso de la verdad (55)

Arnauld miró con pena su mesa de la oficina. Estaba llena de carpetas de cartón. Todas llenas de papeles y fotografías. Las muertes en la ciudad aumentaban por doquier. Ya no solo había las perpetradas por grupos criminales y asesinos profesionales. También estaban las de la violencia de género, más abundantes que las otras. Incluso había juegos que salían mal y muchas que no se sabía ni cómo ni por qué. Entre todas las carpetas, tenía abierta la del fallecido en el pozo, con las piernas rotas. Se había cortado el cuello con un filo romo. Debía haber sido muy doloroso. Sin duda, el forense había indicado suicidio, el hombre se había matado. Pero alguien le había hecho caer en la desesperación suficiente para llevar a cabo lo que no había sido una muerte rápida.

Y la muerte ya la había visto antes, pero la única persona que podía haber visto algo así, no tenía relaciones con el muerto, a excepción de la segunda muerta. Pero una antigua compañera de la mujer de la persona no era un motivo de peso. Además el muy cabrón ya la había sustituido por otro bellezón.

En ese momento sonó uno de los móviles que tenía encima de la mesa. Al ver cual era, chasqueó la lengua. Solo podía ser una persona. Dejó que sonara mientras recogía el resto de sus pertenencias, se puso su chaqueta y entonces tomó la llamada. 

-   Has tardado mucho -se escuchó una voz al otro lado de la línea-. Te he dicho muchas veces que no me gusta que me hagan esperar. 

-   Y a mi no me gusta que me llames cuando estoy trabajando -espetó Arnauld, que no se iba a dejar pisar por ese hombre. 

-   Creo que te pago lo suficientemente bien como para que me cojas en cualquier situación -advirtió el otro-. Incluso cuando estas follando con niñas. 

-   Te recuerdo que yo soy un oficial de poli… -empezó a decir Arnauld. 

-   Mejor que no intentes jugar esa carta conmigo -le advirtió la persona del auricular-. Eres prescindible, incluso eliminable. Crees que tus compañeros estarían muy felices si se enteraran que eres quien se chiva a los mafiosos, que les cuenta cuando van a hacer redadas. ¿Qué crees que harán ellos? Y ni pienses que serás capaz de llegar a un juicio o a un acuerdo. Antes daré contigo y te eliminaré.

Arnauld espero antes de decir nada. Por una parte estaba enfadado por el tono que usaba ese hombre con él. La falta de respeto a un oficial policial, pero había una realidad en sus palabras. Él se había vendido al dinero. Sus compañeros dejarían de hablarle o mirarle si se supiese de su doble moralidad. Pero no solo estaba el problema de sus compañeros de trabajo, sino que ese hombre, tenía poder. Había empezado de la nada y se había relacionado demasiado bien con muchos grupos de criminales. Nunca vería al brazo ejecutor hasta el último momento. Nunca lo relacionarían con él, ya que se había escondido bien tras todas las fachadas criminales y otras tantas legales. 

-   ¿Sigues ahí, Arnauld? 

-   Sigo aquí -se limitó a responder Arnauld, lacónico. 

-   ¿Bien, has hablado con el viudo? -inquirió la voz del auricular. 

-   Sí, ya no es un problema para ti, parece que ha encontrado a otra, un bellezón, una jovencita. Se ha olvidado de su mujer muerta y ha seguido hacia delante. 

-   Eso está bien -afirmó la voz-. ¿Y entonces quien es la persona que esta atacando a mis hombres? 

-   Esa es una pregunta graciosa, si no lo sabes tú, cómo lo voy a saber yo -se burló Arnauld-. Otros mafiosos querrán tu sitio. Búscales y móntala, como siempre. Pero esta vez intenta no dejar un rastro de muerte tan obvio como ahora. La verdad me alegró que el viejo Andrei no sea tu enemigo, porque entonces ibas a tener a un poderoso enemigo. El muy cabrón ya era un hueso de roer, pero ahora con su esposa muerta, buscando justicia, será implacable. 

-   ¿Qué has dicho? -quiso saber el hombre. 

-   ¿El que?

-   Has dado a entender que ya conocías a Andrei, como si fuera un viejo conocido o amigo -inquirió el hombre. 

-   Claro, lo conocía en mis tiempos en el ejército - Andrei era un fuerzas especiales. Él y su grupo se metían en los berenjenales más turbios. Eran un mezcla de espías y de  escuadrón de la muerte. En más de una ocasión tuve que encargarme de hacer limpieza por lo que montaban. Creo que se le daba bien usar los ordenadores y los satélites. Siempre bajo las órdenes de su superior.

El hombre al otro lado del teléfono intentaba reflexionar sobre lo que le había revelado su contacto en la policía. Podía ser que al final su verdadero enemigo estuviese más cerca de lo esperado. Incluso podría ser que su idea que el viudo había empezado una carga contra su organización pudiera no estar tan desencaminada.

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