Seguidores

martes, 21 de diciembre de 2021

El dilema (107)

Cuando alcanzaron la primera media hora de combate, el sudor ya empapaba a Alvho. Una mano se posó en su hombro derecho, era Aibber y le señaló que fuera atrás. La línea de atrás empezaba a adelantar a la primera. Era hora de que Alvho y Dhalnnar regresaran a la vanguardia a descansar. Por un momento pareció que Alvho se iba a negar, pero recordó sus propias palabras de respetar los cambios, con la idea de estar listos y descansados para aguantar más. A regañadientes, Alvho cedió su puesto a Aibber y se retiró. 

-   Los cabrones aguantan -dijo Dhalnnar-. No importa cuantos mates, siguen viniendo. 

-   No más que nosotros -negó Alvho, para llenar de valor a sus hombres-. Que vengan cuantos quieran, morirán a nuestros pies. 

-   Me gusta, me gusta -aseveró Dhalnnar que estaba eufórico y a la vez sabía que Alvho era como un líder entre ellos. Debía llenar de moral a los hombres que le seguían-. Me llenas de ganas de volver a la primera línea otra vez. 

-   Deja alguno para nosotros -se escuchó una voz a su derecha, mientras regresaban a la retaguardia. 

-   Constructor, vuelve a tus piedras y dejale el trabajo a los guerreros -añadió otra persona.

Los hombres de las líneas que seguían a la primera añadieron más reproches, lo que hizo que Alvho sonriese. Cuando llegaron a la parte final y se apoyaron en los bloques de piedra que habían puesto como defensas internas, Alvho estaba satisfecho. 

-   Has ayudado a llenar de valor a mis hombres -indicó Alvho-. ¿Como te podré recompensar? 

-   Tal vez una buena mujer que me caliente por las noches -pidió Dhalnnar. 

-   ¿Como? ¿Qué? -inquirió Alvho, sorprendido por la respuesta, a lo que Dhalnnar se limitó a seguir sonriendo-. Pensaba que me pedirías que intercediera por tu libertad. 

-   Vamos hombre, creía que ya te habías dado cuenta que no soy un siervo de nadie, no soy esclavo de este reino -explicó Dhalnnar-. Hace mucho que me pagué mi libertad. Escuché esta construcción y supe que podía ganar mucho con ella. Pero lo más importante, podría recuperar la ilusión de una vida plena. Alvho me caes bien, y por ello, no me importaría vivir aquí, en el sur hasta que muera, pero con una sola condición. Que seas mi amigo y camarada, y que narices, que tenga una esposa. Vaya, esas son dos condiciones. 

-   Si sobrevivimos a este día, te juro que buscaré una mujer para ti, amigo -aseguró Alvho-. Y si hoy morimos bajo ese arco, no lo dudes, intercederé a Ordhin para que te quedes con nosotros en el gran banquete, donde la cerveza y las buenas mujeres nunca se terminan. 

-   Eres un gran anfitrión y eso me encanta -se burló Dhalnnar. 

-   ¿Qué te parece esta fiesta que he montado? -preguntó Alvho siguiendo con su broma. 

-   Es ideal, hace tiempo que no me divertía tanto -contestó Dhalnnar haciendo un molinete con su espada-. ¿Cuándo podremos volver a la primera fila? 

-   Me temo que todos los hombres quieren enseñar lo bueno que son -aseguró Alvho-. Tendremos que esperar.

Y Alvho no se equivocaba, pues cada media hora fueron cambiando de línea, y aunque ellos se volvieron a colocar en retaguardia, adelantando una posición cada vez que se retiraba una nueva línea, tardaron los suficiente en volver a la primera línea como para retornar lo suficientemente frescos como para ser una nueva línea de defensa operativa. Pero Alvho sabía que los tiempos en que tardaban en regresar a la primera línea, al final les iba pasando factura a sus hombres y cuando el ciclo se fuera completando demasiadas veces, ni el tiempo de descanso valdría para recuperarse del todo.

Pero en sus pensamientos estaba más lo que estaba viendo al otro lado. Los cuerpos de los Fhanggar se seguían amontonando unos sobre otros y seguían llegando más. La zona exterior, por lo menos hasta donde debería haber estado la empalizada estaban llenos de individuos. Había demasiados enemigos y al final los números serían lo que determinarían todo. 

-   Therk Alvho, therk Alvho -gritó un soldado joven, lo que hizo que Alvho abandonase su línea y se acercase al que le llamaba-. El tharn Asbhul pide que le entreguéis unos cuantos hombres. 

-   ¿Cuántos? 

-   Un par de docenas -indicó el guerrero.

Perder una par de docenas de hombres podía ser una mala idea, pero en verdad el tharn Asbhul no estaba preguntando, sino que quería esos hombres y Alvho sabía que no podía negarse. 

-   ¿Qué hombres requiere? ¿Arqueros? -preguntó Alvho que sabía que los arqueros que tenía asignados ya no le servían de nada. 

-   No guerreros -negó el guerrero-. El enemigo está intentando tomar otras partes de la muralla. Vuestra defensa le ha hecho ver que no puede pasar por aquí y está intentando otra cosa. 

-   Entiendo -dijo Alvho.

Alvho ordenó a uno de sus segundos que se llevase los hombres que requería el tharn. No podía negarse, pero sabía que esto haría que sus guerreros se cansasen antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario