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sábado, 25 de diciembre de 2021

El reverso de la verdad (58)

Marie iba dejando los sándwiches preparados en una bandeja, mientras que Helene permanecía apoyada en la encimera, frente a ella. Justo en ese momento entraron Andrei y Markus. Parecían que habían limado sus asperezas y que volvían a ser los amigos que habían sido. Marie les sonrió y Markus ladeó la cabeza. 

-   Hemos hablado y he decidido ayudar a Andrei -anunció Markus-. Tú y la amiga de Andrei os quedaréis aquí. Ambos creemos que aquí estaréis más seguras que en ninguna otra parte. 

-   Si tú lo crees así, no veo ningún problema en ello -asintió Marie. 

-   ¿Y a mí ni me preguntáis? -inquirió dolida Helene al saber que Andrei había decidido por ella. 

-   Helene ya deberías saber que los hombres son así, deciden por nosotras creyendo que es lo mejor que se puede hacer -advirtió Marie-. Pero una cosa es segura, que cuando deciden así es porque se preocupan por la persona que deciden.

Las palabras de Marie hicieron que Helene se quedase pensando. tal vez era parte de los intentos de la mujer por hacerla ver que Andrei sentía algo más de lo que aparentaba por la joven o era solo que no se fijaba en lo que decidía. Si Marie estaba en lo cierto, Andrei podría estar interesado por ella, pero no lo veía. Estaba seguro que Andrei había decidido lo que le pasaría solo por librarse de ella. Aunque en el fondo le gustaría que fuera porque el hombre sintiese algo por ella. 

-   Si vais a iros mañana, lo mejor que podemos hacer es cenar algo y luego descansar -prosiguió hablando Marie-. Tenemos una habitación de invitados. Es lo bastante grande para dos personas. Aunque un poco apretados. 

-   Puedo dormir en un sofá -indicó Andrei. 

-   Eso ni en broma -negó Marie, haciéndose la ofendida por la insinuación de Andrei-. Para nada voy a permitir que un invitado duerma en un incómodo sofá. 

-   Como veas -reculó Andrei que no quería discutir con la mujer, aun recordaba lo que contaba de ella su Sarah. No había quien le ganase en una discusión y eso siempre que la persona con la que debatía fuera buena en ello. Sarah en contadas ocasiones le ganaba y el resto ni de lejos.

Los dos hombres se sentaron en la mesa que había en la cocina y Marie dejó la bandeja de sándwiches delante de ellos. Los dos hombres tomaron uno cada uno y les hincaron el diente, Markus elogió la mano de su hermana con la cocina, algo que a él se le daba muy mal. 

-   En eso tienes mucha razón, aún me acuerdo alguna de tus especialidades en las misiones -aseguró Andrei. 

-   Pues entonces no os quejabais tanto -se revolvió Markus, haciéndose el ofendido. 

-   Tampoco había mucha elección, tus platos de animales salvajes que cazabas o las raciones de los sobres especiales -se burló Andrei, recuperando un poco de su buen humor. 

-   Ves Marie, así era siempre con ellos -se quejó Markus-. Ellos no sabían ni calentar el agua, pero según les preparabas un potaje de conejo o cualquier bicho que pillases con las trampas, los niños bien se empezaban a quejarse como unos locos. Nunca estaban satisfechos con lo que les hacías.

Andrei y Marie no pudieron evitar reírse de las quejas de Markus, que puso una mueca de enfado, pero Marie sabía que estaba fingiendo y Andrei recordaba con cierta nostalgia estas situaciones cuando estaban haciendo tiempo para actuar, estando tras las líneas enemigas. No le había pasado eso en muchos años. Podría ser que la presencia de Sarah le hubiese provocado que no tuviera o quisiese recordar sus épocas pasadas. Pero ahora que ya no estaba empezaban a reaparecer esas historias. El resto de la tarde y el comienzo de la noche lo pasaron hablando de los viejos tiempos. Al final, Marie les dijo que era hora de irse a dormir, que ella estaba cansada y ellos tendrían que levantarse pronto. Markus se despidió y se quedó limpiando los platos que habían usado en la cocina. Marie les guió al piso superior hasta la supuesta habitación de invitados, donde entraron Helene y Andrei.

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