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martes, 28 de diciembre de 2021

El dilema (108)

La marcha de dos docenas de hombres provocó que los turnos de defensa se hicieran más cortos y por tanto, los hombres se cansasen antes. Pero lo que le estaba preocupando más a Alvho era que el día se iba agotando, la oscuridad le ganaba terreno a la luz y eso era más peligroso para ellos. Estaba casi seguro que los Fhanggar eran mejores luchadores en la oscuridad. La luz de las antorchas no serían suficientes para notar al enemigo. O los ganaban antes de que oscureciese por completo o estaban terminados. Él no podría defender la puerta y una vez dentro, el enemigo acabaría con todo. 

-   ¡Therk, Therk! -escuchó la voz de Aibber-. Un nuevo ataque a lo bestia.

Alvho se hincó en una parte alta para ver como una nueva nube de Fhanggar llegaban a la carga contra la puerta, ahora un poco más indefensa. Los ataques a las otras partes de la muralla tenían que haber sido maniobras de distracción para debilitar a la puerta. 

-   ¡Que vengan! -gritó Alvho, adelantándose entre sus hombres hasta llegar a la primera línea-. Mi acero quiere hundirse en sus malditos cuerpos. ¿Quien me sigue?

Los hombres, posiblemente cansados, se fueron poniendo uno detrás de otros, todos siguiendo a Alvho. Dhalnnar se quedó más atrás pero Alvho sabía que guardaba fuerzas, listo para seguirlo al infierno ó a donde fuera. Los escudos se pegaron unos a otros, unos por delante de los otros, pareciendo una armadura de escamas o la propia piel de los peces. Agachados, listos para contener a los enemigos que regresaban a la carrera, sabiendo que este era su último ataque o por lo menos que podían conseguir algo más de lo que habían hecho hasta ese momento. 

-   ¡Aguantad! -gritó Alvho-. ¡Vamos a enseñar a esos bastardos quienes son los guerreros de las montañas!

Los Fhanggar volvieron a chocar con un gran estruendo contra los escudos de los defensores, que aguantaron con fuerza en envite del enemigo, Las espadas y hachas atacaron contra los cuerpos que habían golpeado con fuerza a los hombres de Alvho. y entonces, como si fuera algo salido de otro lugar, una sombra cruzó las líneas, desde la retaguardia de los hombres Alvho hasta un punto delante de este. Una armadura que brillaba, un hombre sin escudo, que se movía como el soplo del viento. Los Fhanggar estaban tan perplejos como los hombres de Alvho. La figura, que se movía con rapidez, más que el raciocinio, daba letales tajos sobre el enemigo que osaba pisar los tablones que hacían de puente. Los Fhanggar caían al foso, heridos de muerte, o sus extremidades cercenadas. La sangre iba acabando con la luminosidad de la armadura del hombre. 

-   ¡Dhalnnar, maldita sea! -gritó Alvho-. Regresa a la línea.

Dhalnnar seguía matando a los Fhanggar que no se habían esperado para nada que un solo hombre podría acabar con su ímpetu, pero lo estaba consiguiendo. Los hombres de Alvho coreaban el nombre del constructor para darle ánimos, ya que todos los ojos de los guerreros estaban puestos en sus movimientos. Cuando los Fhanggar comenzaron a detener su ataque y se defendían con más tino o por lo menos con la suficiente prudencia para no acabar bajo el acero de Dhalnnar, éste se retiró con un par de golpes rápidos y se introdujo entre los escudos de los hombres de Alvho. Un par de Fhanggar intentaron imitarlo, pero la defensa de escudos les hizo pagar con creces su osadía. Tras unos segundos de impasse, los Fhanggar volvieron a atacar, pero sus fuerzas y sus ganas eran claramente menores que al inicio del ataque.

Si se hubiesen dado cuenta Alvho y sus hombres pero el combate en la puerta se lo impidió, muchos Fhanggar hacia el norte habían empezado a huir por los huecos de la empalizada, mientras un nuevo grupo de soldados entraban por el lugar donde había estado la puerta de la empalizada. Alvho escuchó el rugir de los hombres de las murallas, pero como aún tenía enemigos delante, no pudo ni intentar saber lo que ocurría.

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