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martes, 8 de febrero de 2022

Dinero fácil (2)

Una vez que Patrick se recuperó de la sorpresa, retomó su línea de negociación. Alguien que era capaz de pagar esa cantidad de créditos podía tener más. No perdía nada en probar.

-   Cinco mil, no sé, casi gasto eso solo en combustible para Erbock -intentó regatear Patrick-. Igual algo más…

-   Son cinco mil créditos solamente -dijo Durinn con dureza-. Suponía que sería una buena suma. Pero parece que el capitán Dark es un codicioso. Tal vez otro piloto de aquí sea más receptivo a mi…

-   Está bien, tenía que probar, cinco mil para el sistema Erbock -asintió Patrick-. Mi nave, la Folkung está en la dársena ocho, en la sección B-13. Vete a por tu equipaje, nos pondremos en marcha en un par de días.

-   No -negó Durinn-. Por cinco mil créditos partiremos hoy mismo.

-   ¿Qué?

-   Ya lo has oído Dark, nos vas a llevar ahora mismo a tu Folkung y nos pondremos en marcha -repitió Durinn.

-   ¿Y tu equipaje? -preguntó burlón Patrick.

-   Llevamos todo lo que necesitamos -aseguró Durinn.

-   Como quieras -asintió Patrick-. Espera un momento.

Patrick tocó en un comunicador que llevaba atado a la muñeca izquierda.

-   Valerie, soy Patrick, tenemos trabajo -anunció Patrick por el aparato a alguien que no estaba allí-. Que toda la tripulación esté en la Folkung. Tiene lo que tardé en llegar desde el Tambor hasta la nave.

-   ¿Y esas prisas? -se escuchó una voz metálica que salía del aparatito.

-   Nuestro nuevo cliente lo quiere así -indicó Patrick.

-   A los trillizos no les va a gustar -dijo la voz.

-   Los trillizos harán lo que yo diga y listo -aseguró Patrick-. Ya sabes el tiempo que tienes. Es dinero fácil, Valerie.

-   Ok, capitán -el aparato volvió a silenciarse.

-   Bueno, Durinn, si quieres podemos irnos -Patrick se empezó a levantar.

Se acercó a la barra y dejó una ficha plateada en la barra. Tras eso se despidió del camarero. Sin duda era una persona conocida. Durinn y su hija siguieron a Patrick. Los tres salieron al exterior. El local estaba en una zona comercial, una gran pasillo de paredes grises, típica arquitectura de las grandes urbes. Había una gran cantidad de carteles de halógenos y xenones. El caso del Tambor era el propio instrumento humano, que dos palos golpeaban sin cesar. En el centro del pasillo había plantas, que subsistían gracias a la luz artificial, una luz que había llegado a ser casi tan pura como los rayos de los soles. Había mucha gente que iba de un lugar a otro. Tanto humanos como alienígenas de otros sistemas. En la República vivían muchas razas y cada día que pasaba se unían más alienígenas. El poder que tenía era suficiente para que más sistemas neutrales pidieran tomar parte, sobre todo porque así serían protegidos por el paraguas de la armada y el ejército.

Patrick se dirigió hacia un sector donde se aparcaban los vehículos. Deslizadores para moverse por la gran urbe.

-   Siempre que vengo al planeta alquilo uno de estos -dijo Patrick, señalando un deslizador medio. No era demasiado ostentoso, por lo que pasaría desapercibido la mayoría de las veces-. A un cazarrecompensas es mejor no verle venir. Subid.

Durinn evitó la puerta que Patrick había abierto para ellos y subió por el otro lado. Patrick puso un gesto de desaprobación. Él podía ser un pícaro, pero nunca jugaba con el trabajo. Si quería encararse con Durinn, ya lo haría en la Folkung, de donde no podría largarse y estaría lleno de sus hombres. Era el problema de los viajes espaciales, no podías irte de la nave. Y si esta no era muy grande, tampoco pasaría desapercibido.

Patrick arrancó el vehículo, que se elevó del lugar que estaba estacionado. Echó para atrás de los mandos, saliendo hacia la zona libre y aceleró hacia delante, tomando altura, internándose en el tráfico de la ciudad. Pronto a su alrededor había otros vehículos. Los había de todos tipos, algunos del tamaño del suyo, pero con las marcas que indicaban que eran taxis. Otros eran grandes transportes llenos de pasajeros. Y muchos más eran porta mercancías. En una ciudad tan grande como esa, y con un puerto espacial, los encargados de llevar todo tipo de productos, eran los más habituales. El pilotaje de Patrick era ejemplar, aunque igual un poco juguetón.

Pronto pudieron ver las dársenas del puerto estelar. Claramente había todo tipo de naves, pero no había grandes mercantes. Esos no podían atracar allí, incluso no podían en el planeta. Estaban atracados en las dársenas orbitales. Sus productos llegaban al planeta en naves medianas y pequeñas. La sección B del puerto era la asignada a naves de pequeño porte y normalmente de dueños privados, no de las grandes compañías mercantes.

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