Seguidores

martes, 1 de febrero de 2022

Dinero fácil (1)

El ambiente del club era sofocante cuando dos figuras que llevaban capas marrones, gruesas y con capucha entraron. El club era una cantina de baja estofa, situada en el área portuaria. La clientela era de lo más variopinto. La mayoría tenían que ser miembros de las tripulaciones de las naves mercantes que estaban en ese momento en el puerto. Allí no encontrarían ni un solo miembro de la Armada. Los oficiales iban a otros lugares, tenían otro nivel. Pero si que vio un par de agentes de la milicia planetaria, la policía del lugar.

Los dos recién llegados eran de diferente altura, uno mediría entre metro sesenta y metro setenta, el otro era bajito, demasiado para ser un adulto. Pero esa peculiaridad no pareció importar mucho a los clientes y menos a los camareros que había detrás de una barra que parecía un cilindro en el centro del local. En la barra, sobre taburetes había muchos clientes, formando grupos o en solitario, pero todos con sus consumiciones en la mano. Rodeando esa zona central, a excepción de una especie de plataforma que había en el lado contrario a la entrada, estaba llena de mesas, la mayoría ocupadas por más clientes. En parte de la plataforma había varios músicos tocando la melodía que inundaba todo el lugar.

Las dos figuras se acercaron a la barra y la más alta habló con uno de los camareros. Este le señaló a un hombre que ocupaba una mesa. Estaba solo. La persona agarró de la mano de la más bajita y la arrastró hacia la mesa del hombre.

-   ¿Eres el capitán Dark? -dijo la persona más alta.

-   Depende para quien -respondió el hombre, enarcando una ceja.

La persona miró al hombre. Era humano, ya que en el local había miembros de muchas razas. Parecía tener alrededor de cuarenta años. Ligeramente apuesto, buen rostro. Estaba sentado, pero parecía fuerte. Vestía con una casaca que se parecía a la que se usaba en la armada, pero la llevaba desenfadada, abierta, mostrando una camiseta de malla sintética. Claramente la casaca no llevaba los distintivos de la armada y no podía saber si alguna vez los había tenido, ya que la casaca estaba muy desgastada. Lo que sí pudo ver fue una pistolera enganchada en el cinturón. Los ojos del hombre debieron darse cuenta de lo que observaba la persona que estaba ante él.

-   Está bien, soy el capitán Patrick Dark -asintió Patrick, que golpeó con los dedos de la mano derecha la pistolera-. Soy cazarrecompensas, por eso la puedo llevar.

Era una aclaración importante, pues llevar armas encima era un delito, a menos que fueras militar, miembro de una milicia o policía planetaria o un cazarrecompensas acreditado. Si no eras uno de los casos anteriores y te pillaban con armas encima, tendrías un importante problema.

-   ¿Y ante quién estoy? -inquirió Patrick-. ¿Te puedo ayudar en algo?

-   Te he contactado hace dos horas y habíamos quedado aquí para hablar de negocios -indicó la persona-. Soy Durinn.

-   Pues siéntate, Durinn, bueno los dos -dijo Patrick, señalando a la acompañante de Durinn-. Hablemos de negocios.

Durinn y su acompañante se sentaron en el banco acolchado frente a Patrick. En ningún momento se quitaron ninguno de los dos la capucha. A Patrick le importó poco. Normalmente sus clientes preferían seguir en el anonimato o que él supiera lo menos posible de ellos.

-   Necesito que nos lleves a mí y a mi hija al sistema Erbock -anunció Durinn.

-   No somos una línea de pasajeros, Durinn -negó Patrick-. Si lo que quieres es viajar al sistema Erbock, lo mejor es que tomes uno de los transportes de pasajeros. Es verdad que estamos alejados, pero en unos días, llegarás bien.

-   Necesito tu servicio -aseguró Durinn, que ya se había preparado para la negativa del capitán, y sabía que cartas jugar-. Me han dicho que eres el mejor en tu campo. Por eso te quiero contratar.

-   Mira Durinn, mi campo no es el transporte de pasajeros, y me empieza a dar que tu viaje no es del todo normal -rebatió Patrick.

-   Tengo dinero, lo suficiente para que te salga bien la jugada.

-   El dinero está bien, hasta que te hacen un agujero en el culo -ironizó Patrick-. Pero los pasajeros sois un grano en el culo. Así que podría pasar del dinero y no poder sentarme en las sillas.

-   Vale, las cartas sobre la mesa -dijo Durinn-. Hace un tiempo me casé con un hombre que parecía ser normal. Ella es nuestra hija. Pero las cosas no han ido bien y ahora no me deja marcharme. No quiere que le deje. Y tiene contactos en las líneas normales. Un conocido me habló bien de ti. Por ello, he contactado contigo.

-   Bien -afirmó Patrick-. Antes has hablado de dinero, ¿cuánto?

-   Cinco mil créditos -respondió Durinn.

A Patrick casi se le atragantó lo que estaba bebiendo. Cinco mil créditos era una barbaridad. No le gustaba atracar a la gente, pero había sido Durinn quien lo había ofrecido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario