Seguidores

sábado, 26 de febrero de 2022

El reverso de la verdad (67)

Como si fuera un buen anfitrión, Jules, recuperó las copas del suelo, no se habían roto, lo que indicaba que eran de plástico y no de cristal, otro engaño de los chinos, seguro. Vertió el vino en las copas, colocándolas delante de sus invitados. 

-   A ver, he dicho que me haría rico, pero no soy una rata -intentó calmar los ánimos Jules-. Rochambeau, como has dicho antes somos amigos, más de lo que lo somos de Guichen y me salvaste la vida en infinidad de ocasiones. Solo intentaba hacerte ver a lo que te vas a enfrentar. Así que podéis dejar de apuntarme con esos juguetitos, por favor. 

-   Lafayette, nos gusta más tenerte nosotros a ti, que viceversa -le advirtió Markus. 

-   Aparte de tus miedos, nos darás lo que te hemos pedido -añadió Andrei-. La verdad, es que en esta situación, podrías decir que te hemos robado. ¡Qué malvados son los viejos amigos! Parecía que venían a ver a un viejo camarada, alguien que salvó y fue salvado, y los muy cabrones le han robado a punta de pistola. La amistad da asco. 

-   Y tanto que da asco -aseveró Jules, con una media sonrisilla.

La idea de Andrei no era mala, pero sabía que ningún jefe del hampa se la llegaría a creer del todo. Pero también sabía que estaban en un punto muerto y la persona que se había convertido en enemigo de Andrei y por lo visto de Markus también, no le caía precisamente bien. Era un maldito advenedizo. 

-   Yo esperaba que os tomaseis una copa con este viejo amigo -se quejó Jules-. No está envenenada, Guichen. 

-   En otra ocasión no estaría mal hacerlo, pero creo que debo rechazarla por ahora -dijo Andrei-. ¿Qué es lo que vas a hacer Lafayette? 

-   ¿Qué opción me queda, Rochambeau? -inquirió a su vez Jules-. Tendré que armaros. No me queda otra opción. Que menos por unos viejos amigos. Tú -Jules miró a su hombre, que estaba aún sentado en el suelo, con cara de no saber que hacer y doliéndose de los golpes-. Meted en el vehículo de estos dos lo que hay en esta lista.

Jules le tendió el papel a su hombre, que se levantó con cuidado, pero Markus se interpuso en su camino a la puerta. 

-    ¿Y ahora qué pasa, Guichen? -preguntó Jules, queriendo saber porque se interponía a recibir lo que necesitaban. 

-   Me ha parecido ver un juguete más cuando hemos entrado -contestó Markus, sonriente-. Mi coche está bien, pero lo que me ha parecido ver en la esquina tienes un Dartz. Necesitamos uno de esos para abrirnos paso. 

-   ¡No me jodas! -exclamó Jules, que no podía creer que Markus se hubiese dado cuenta de lo que tenía escondido. Sino se equivocaba, estaba bajo una lona. Como su amigo había podido detectar el bulto y saber lo que era. 

-   Vamos, hombre, dejanos el Dartz, te lo devolveremos de una pieza -aseguró Markus-. Bueno más o menos entero. Igual lo rayamos un poco. ¡Oh, vamos! Sé conducir bien. Pero si no te fías, que lo conduzca Rochambeau.

Jules se le quedó mirando. Le había sido muy difícil hacerse con el Dartz. Era un Dartz Kombat T98, un coche tan blindado que podía recibir disparos de una AK-47 y no inmutarse. Había tenido que mover varios de sus hilos, hasta conseguir que un oligarca ruso le ayudase para tener la oportunidad de comprar uno. Y ahora Markus se lo pedía. Pero la verdad es que sabía que necesitaban ese as para acceder hasta la finca de su enemigo. 

-   Como me lo destrocéis lo pagáis -advirtió Jules-. Y sí, que lo conduzca Rochambeau. Hala, haz que metan las cosas de esta lista en el Dartz. 

-   Ya sabía que serías un buen amigo, Lafayette -dijo sonriente Markus. 

-   Si le pasa algo al Dartz… -empezó a decir Jules. 

-   Si le pasa algo, tanto Rochambeau y yo mismo nos encargaremos de resarcirte por tu perdida -le cortó Markus, dejando pasar al matón de Jules, que salió de la habitación, sin armas y con el papel en la mano-. Estoy seguro que podemos serte útiles en alguna cosa. 

-   Siempre me podéis ser útiles, Guichen -asintió Jules-. Como mínimo vuestras cabezas como pisapapeles.

Jules miró a Markus, pero su rostro era el habitual, seguía siendo muy infantil. Lo que le ponía nervioso era el de Andrei. Siempre serio, siempre inescrutable. Nunca se era capaz de saber en lo que pensaba Andrei, no hasta que te lo revelaba él. Pero siempre permanecía callado. Y ahora no era diferente. Le había dejado toda la negociación a Markus, que parecía moverse a sus anchas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario