Seguidores

martes, 1 de marzo de 2022

Dinero fácil (5)

Patrick sonrió al ver que los clientes entendían que esas consolas eran algo prohibido y les hizo un gesto para que le siguieran. Lo siguiente que vieron fue una sección de mercancías, más cajas, aunque distintas a las de abajo. Patrick les dijo que era una mercancía especial y lo dejó ahí. Durinn prefirió no indagar demasiado en ello. La última sección estaba formada por una serie de cubículos. Estaban todos vacíos, a excepción de uno.

-   ¡Oh qué bien! -dijo el individuo que estaba dentro del cubículo-. Por fin alguien con el que hablar.

-   Te equivocas Dhalzo, son clientes, no criminales como tú -espetó Patrick-. Aquí Dhalzo le ha tocado las narices y los créditos a gente muy mala. Su cabeza, aún unida al resto de su cuerpo, vale una buena cantidad de créditos.

-   Por lo menos podrías decir a alguno de los miembros de tu tripulación que baje a hablar conmigo, este sitio es muy solitario -se quejó Dhalzo.

-   No me das ni un ápice de pena, Dhalzo -añadió Patrick, que siguió andando hacia el final de esa cubierta, donde había una compuerta abierta y una escala que subía hacia la siguiente cubierta, que Durinn supuso que sería la media.

Durinn se había fijado en Dhalzo, era un Yerka, un alienígena humanoide, de piel oscura. Dhalzo tenía pelo rojizo, una de las posibilidades de la raza, que variaba del rojizo al amarillo dorado, pasando por tonos naranjas oscuros. Tenían unas narices prominentes de las que partían tres pares de pliegues. Poseían cuatro dedos finos en las manos. Los ojos eran pequeños con pupilas con forma de punta de flechas, negras, rodeadas de colores brillantes. En el caso de Dhalzo eran amarillentos. Dhalzo vestía con ropas ajustadas, con una cazadora de piel que recordaba a los pilotos de la armada.

-   ¿A dónde crees que vas, capitán? -se escuchó una voz airada frente a Patrick, que se había detenido y Durinn casi choca con su espalda.

-   Estoy enseñando a nuestro cliente la Folkung -contestó Patrick, haciéndose a un lado para que el individuo que tenía delante viera a Durinn.

-   Pues enséñale las zonas comunes -espetó el individuo, que resultó ser un xilan, un alienígena de poca altura, pero extremadamente fuerte. Era una raza con pelo blanco por todo su cuerpo, ojos pequeños y blancos. La piel también era blanquecina. En este caso el que tenían delante era fuerte, incluso musculoso y llevaba el pelo de la cabeza formando trenzas. Vestía con un mandil de cuero sobre un mono de trabajo-. No puede entrar en mi sala de máquinas.

-   Vale, vale, Halwok -aseguró Patrick-. Sigamos hacia arriba.

Patrick comenzó a subir por la escala y mientras, Durinn observó al xilan, que le miraba con cara de pocos amigos, aunque por su experiencia, los xilan eran siempre así. No había conocido a demasiados xilan, ya que la raza en sí no se había extendido tanto por el territorio de la galaxia. La mayoría prefería morar en su gélido planeta. Pero el jefe de máquinas miraba con bastante recelo. Cuando vio que Patrick ya había ascendido lo suficiente, ayudó a su hija a subir por la escala y luego la siguió.

La cubierta superior se parecía bastante a la que acababa de dejar. Ante ellos había una nueva compuerta abierta y para su asombro, se encontró otra vez la cara arisca del jefe de máquinas.

-   Halwok ya te he dicho antes que no iban a entrar en tu sala de máquinas -estaba hablando Patrick al xilan-. No hacía falta que subieras tú también por tu escala. Eres de lo que no hay. Ni que mi palabra no bastase.

-   ¿Tú qué? -dijo arisco Halwok.

-   Eres un viejo bromista -quitó hierro Patrick y le indicó a Durinn que fueran hacia el lado frontal de la nave. 

Del punto en el que habían llegado partía otra escala hacia arriba. Tenía el mismo tipo de computadoras rodeando la compuerta, igual que las laterales. Sin duda obra de la misma persona, que suponía que sería el tal Halwok. En esta cubierta se había creado un pasillo en uno de los costados y se habían instalado unos mamparos en el otro, formando una serie de salas. La primera resultó ser un baño. Tenía una ducha, un lavabo y un váter. Patrick indicó que debido a la escasa tripulación y a que la Folkung no era muy grande, debían compartirlo entre todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario