Seguidores

martes, 29 de marzo de 2022

Falsas visiones (9)

La caravana de Spartex se detuvo a un lado de la calzada, cuando los rayos del Sol empezaban a menguar. Los conductores fueron deteniendo los carros uno detrás de otro, formando un círculo más o menos claro. Rufo se dio cuenta que era una señora caravana. Eran en total doce carros. El círculo formado dejaba mucho espacio entre las piezas. Sobre todo cuando fueron retirando los caballos de tiro. De la nada empezaron a pulular un buen número de personas. no solo había conductores, sino mujeres. Unos se acercaban a los árboles más cercanos de un bosque y empezaban a tomar leña. Mientras que otros se encargaban de los caballos. Pronto los de tiro estaban todos atados juntos a un lado del círculo. Las monturas de los guardias, así como las de Varo y Rufo, se situaron en el interior del círculo. Sin duda eran caballos de más valor que los de tiro.

Rufo estaba cepillando a Fortis, cuando escuchó unos pasos a su espalda. Se volvió y vio a uno de los soldados de Spartex. Miraba a su caballo con interés. Le dijo algo, pero Rufo no le entendió. 

-   Le gusta tu caballo -dijo Spartex, que se había acercado sigiloso. 

-   A mi también -murmuró Rufo, que le hizo una reverencia al guerrero de Spartex. 

-   Los partos tienen muy buen ojo para los caballos -explicó Spartex-. Son un pueblo curioso. Es una pena que los romanos y ellos se lleven tan mal. Me temo que son dos naciones que no se llevarán nunca bien. 

-   Parece que tú te llevas bien con unos y con otros -indicó Rufo, pero temió que Spartex se sintiera ofendido por su alusión. 

-   Se podría decir que sí -asintió Spartex, que no parecía haber cambiado su gesto-. Yo soy un mercader y me gusta tener cuidado de mantener buenas relaciones con todos mis posibles clientes. Claramente suelo trabajar más con los romanos, pero no puedo negar que no he cruzado la frontera este. La provincia de Siria es una zona donde me gusta hacer negocios. ¿Habéis estado en Palmira? 

-   Me temo que no he salido de Hispania, aun -negó Rufo, intentando parecer que era un recluta aún. 

-   Es una bella ciudad. Espero que alguna vez tengáis la suerte de que las Águilas os lleven allí -comentó Spartex-. Él y sus compañeros se nos unieron allí. Cuando los conocí estaban en una situación bastante deprimentes. Sus hermanos los habían dejado a morir, tras una escaramuza fronteriza. Estaban heridos y su futuro iba a ser el de los esclavos, si sobrevivían. Los doctores militares no estaban muy seguros de su supervivencia. Tampoco esperaban gastar mucho en su tratamiento, todo para sus legionarios, pero nada para ellos. Me costó poco su liberación. Y sus heridas pasaron a ser mi gasto. Ahora me siguen esperando para devolverme el favor. Aunque creo que hace mucho que ya cumplieron ese voto, por lo que pienso que me siguen únicamente por devoción. 

-   Tener guerreros tan leales es una suerte -afirmó Rufo-. Mi padre también los…

Rufo se calló a mitad de la frase, dándose cuenta que no era buena idea hablar más de la cuenta. Por un momento le pareció que Spartex estaba intentando sacarle información. Sería mejor tener cuidado, no podía confiar totalmente en él. Spartex también se dio cuenta de ese dilema en su interlocutor, por lo que decidió dejar ahí esa conversación. El joven ya se sinceraría cuando quisiera. 

-   Cuando termines con tus caballos, puedes unirte en el centro del círculo para cenar -indicó Spartex-. Lo mejor es que durmáis en el interior del terreno protegido por los carros. Mantendrán a las alimañas y a los bandidos fuera. Además mis guerreros y algunos criados estarán atentos. 

-   Así sea -se limitó a responder Rufo.

Spartex se marchó, haciéndole un gesto al parto para que le siguiera. El guerrero hizo una ligera reverencia, siguiendo al mercader. Rufo se centró unos segundos en ellos, pero al poco regresó al cuidado de Fortis. Al poco llegó Varo. Entre los dos se encargaron de los caballos y de preparar la zona que usarían para dormir. Aunque se suponía que estarán protegidos por los guerreros de Spartax y la relativa tranquilidad de la caravana, Rufo decidió que dormirían cada uno cuatro horas, relevándose para estar atento a todo. No podían fiarse del todo del mercader egipcio. Al igual que ellos, guardaba algún tipo de secreto, tanto Spartex, como su hija, como los guerreros partos. Había algo raro en todo ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario