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sábado, 12 de marzo de 2022

El reverso de la verdad (69)

Arnauld cruzó la puerta de entrada, dio un par de pasos, pero tuvo que entrecerrar los ojos, porque había mucha luz y le cegaba. Escuchó como la puerta se cerraba a su espalda, pero lo que más le alarmó fue oír cómo se amartillaba un arma. Cuando su visión se aclimató a la luz, pudo distinguir una mujer, que vestía de forma normal, con aires pueblerinos, le apuntaba con una escopeta de caza, una de las que le podía dejar hecho una birria. Movió ligeramente la cabeza y distinguió a la morena, la amiguita de Andrei, a su espalda, armada con lo que parecía un rodillo de cocina de madera. 

-   A ver, creo que hay un pequeño malentendido, señoras -empezó a decir Arnauld, mirando a la mujer que llevaba la escopeta, enseñándole las palmas de las manos-. Soy miembro de la policía. Si me deja sacar mi acreditación pode… 

-   No muevas ni un dedo o te lleno de plomo -le advirtió Marie. 

-   Trabajo para Lindou y… -intentó Arnauld calmar los ánimos. 

-   El capitán Lindou no existe, imbécil -espetó Marie-. No hay en esta región ningún capitán con ese apellido. Es el personaje de la última novela que he leído. Así que las manos quietas. Creo que lo mejor sería que yo llamase a la verdadera policía.

Arnauld no podía permitir que otros compañeros se involucrasen en el asunto. No con la persona que estaba en su maletero. 

-   Soy amigo de Andrei Dubois y soy policía -se jugó Arnauld su única carta. 

-   No sé quién es ese Andrei -negó Marie, sin dejar ninguna duda que conocía a Andrei. 

-   Pues esa morena que está a mi espalda estaba en su piso de la ciudad hace nada, con él -Arnauld señaló con el pulgar a Helene-. Así que ahora eres tú la mentirosa, señora. 

-   A esa chica la acabamos de contratar en la hacienda de los LeGrange -explicó Marie, sin inmutarse por las maneras de Arnauld-. Vino sola. Nosotros necesitamos una chica de la limpieza y ella buscaba un cambio de aires. 

-   A mi no me puedes mentir, conoces a Andrei, zorra -espetó Arnauld, que dio un paso atrás. 

-   Te he dicho que ni muevas ni un pelo, idiota -advirtió Marie.

Arnauld no se iba a dejar amedrentar por esa mujer. Decidió que ya bastaba el ser una buena persona. Se dio la vuelta y se lanzó sobre Helene, que no esperaba esa reacción y aunque intentó golpearlo con el rodillo, falló. Marie, al ver que en radio de disparo estaba Helene, se dio cuenta que no podía efectuarlo, y atacó al hombre con la pesada arma. Arnauld, que esperaba esa reacción le quitó el rodillo a Helene, a la vez que la tiraba al suelo de un empujón, se dio la vuelta y usó el rodillo a modo de escudo. Marie al ver que Helene volvía a quedar fuera de la ecuación, intentó volver a usar la escopeta para lo que era, pero Arnauld, la cogió por el cañón y tiró de ella hacia el techó, al tiempo que golpeaba a Marie con el rodillo en la cara. Marie lanzó un gruñido, pero siguió agarrando el gatillo con fuerza. Arnauld dejó caer el rodillo y le propinó un puñetazo a Marie en el estómago.

Marie se vio obligada a soltar la escopeta y se cayó de culo al suelo, mientras se dolía del abdomen. Arnauld creía que por fin se había hecho cargo de la situación, pero Helene saltó sobre su espalda, golpeando su cabeza y arañándole el rostro. 

-   Maldita zorra -espetó Arnauld, intentando quitarse de encima a Helene.

En ese momento, Arnauld sintió que la escopeta le volvía a pesar demasiado. Marie volvió a tirar de ella, desde el suelo. Por eso le propinó una patada en la cabeza. Marie quedó inmóvil sobre el suelo. Tras eso, se lanzó hacía atrás, aplastando a Helene contra una pared, obligándola a soltar su presa. Dio un paso hacia delante y se giró, apuntando a Helene con la escopeta. 

-   Ni una tontería más, gatita o será la última -advirtió a Helene, mientras iba hacia atŕas, para acercarse donde estaba tumbada Marie, inconsciente.

Arnauld dio un par de puntapiés al cuerpo de Marie, pero esta no se movió. Arnauld resopló y miró a Helene. 

-   Bien, esta ya no se levantará en un buen rato -dijo Arnauld-. Ahora lo importante, ¿Dónde está Andrei? 

-   Se ha marchado -respondió Helene. 

-   No estoy para más juegos, zorra -advirtió Arnauld-. Solo te lo voy a volver a preguntar una única vez más, ¿dónde está Andrei? 

-   Ya te lo he dicho se ha largado -contestó Helene, tosiendo por el dolor-. Nos quedamos en una pensión del pueblo. Esta mañana me he despertado sola. Se había ido con todas mis cosas. Al estar sola y sin blanca he buscado trabajo. En esta finca necesitaban a alguien.

Arnauld se la quedó mirando, sabía que esa mujer le estaba mintiendo y parecía no querer darse cuenta de la situación en la que estaba.

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