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sábado, 19 de marzo de 2022

El reverso de la verdad (70)

Arnauld miró a Helene y decidió que era momento de que dejase de mentirle. 

-   Así que Andrei te ha desechado como una colilla mal fumada, tras tenerte en la pensión -resumió Arnauld-. Y no sabes a dónde se ha ido. ¿Pero qué cabrón es Andrei, verdad? Y encima se ha marchado con tus cosas y el coche, ¿no? 

-   Sí -asintió Helene. 

-   Es curioso, porque el coche que Andrei tenía alquilado está aparcado fuera, mal, escondido bajo una lona -indicó Arnauld-. Y las cámaras de tráfico que me han traído hasta aquí son de ayer. Era bastante de día cuando tomasteis el cruce por el que se accede a esta finca. Así que tu historia es muy bonita, pero una falsedad tras otra. Así que última oportunidad, ¿dónde está Andrei?

Helene le miró con desprecio pero se quedó callada. Le importaba poco que ese hombre le pegase un tiro, pues de esa forma no podría decirle nada. 

-   Ahora pasamos al silencio, pero qué bonito -espetó Arnauld, harto de esa mujer, por lo que dejó de apuntarla y pasó a Marie-. Espero que importe la vida de esta mujer, porque si no me respondes la mató.

Helene le miró con asco, pero siguió sin abrir la boca. Arnauld amartilló el arma y acercó los cañones a la sien. 

-   Sabes lo que va a pasar. La munición de este juguete va a lanzar trozos de cráneo y seso por todas partes -se burló Arnauld-. Su vida queda en tus manos. 

-   Espera, ella solo es la ama de llaves de la casa, no sabe nada de Andrei -rogó Helene. 

-   Dime donde se ha marchado Andrei y listo -pidió Arnauld. 

-   No sé donde se ha marchado, solo ha dicho que iba a ver a un viejo amigo -contestó Helene. 

-   ¿Un viejo amigo? -repitió Arnauld, contrariado-. Espera, ¿por qué Andrei vino aquí? 

-   La casa pertenece a otro viejo amigo, no sé como se llama realmente, Andrei usaba todo el rato un apodo -contestó Helene. 

-   ¿Qué apodo? 

-   Guichen creo -respondió haciéndose la dubitativa Helene. 

-   ¿Guichen? ¿Has dicho Guichen? 

-   Sí, Guichen -asintió Helene-. Por lo visto quería su ayuda para un asunto. No me dijo qué. Al que han ido a ver también creo que es un apodo. 

-   ¿Cuál? 

-   Lafayette -dejó caer Helene.

Arnauld no se lo podía creer, Guichen y Lafayette. Sabía bien quiénes eran esos dos personajes, quienes eran en realidad. Un asesino y un traficante de armas, pero en el fondo dos ex fuerzas especiales, ambos camaradas de Andrei. Si les había pedido ayuda a ambos es que su jefe no iba descaminado con sus dudas sobre Andrei. 

-   Levántate y ayúdame a llevarla -ordenó Arnauld. 

-   Solo es un ama de llaves -dijo Helene. 

-   Pero me ha visto la cara, es una testigo, viene con nosotros -negó Arnauld-. Ayúdame a llevarla.

Helene se puso de pie y le ayudó a cargar con el cuerpo de Marie hasta el coche de Arnauld. Cuando abrió el capó, Helene se sorprendió de ver a la chica que les miraba con ojos de miedo y asombro. 

-   No os habéis visto ninguna de las dos, bueno las tres, que la ama de llaves sigue viva, aunque dormida -advirtió Arnauld-. Vas a tener alguien que te dará calor, pero ni una jugarreta más o tu castigo será otro.

Helene metió a Marie en el maletero, donde la muchacha se metió hacia el fondo. Helene no pudo evitar ver los restos de los golpes y la sangre en la moqueta, más de la que mantendría con vida a la muchacha, por lo que había habido alguien más, donde ahora iba Marie. Ese hombre era peligroso. Debía jugar bien sus cartas si querían sobrevivir, ella y Marie.

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