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martes, 22 de marzo de 2022

Dinero fácil (8)

Pero esta vez no tuvieron problemas de ningún tipo, no había tráfico ni entrante ni saliente, ni se encontraron con grandes mercantes. Cruzaron el corredor con relativa facilidad y llegaron a la zona exterior. Los vectores del sistema de control les guiaban hasta el punto de salto más cercano, donde no había ninguna nave. Patrick revisó la computadora y vio que ya tenía los cálculos de viaje listos.

-   Inicio el salto -avisó Patrick y miró a Valerie y Victor, que asintieron con la cabeza.

Patrick activó la propulsión de viaje. Por unos segundos parecía que no pasaba nada, pero las estrellas del espacio comenzaron a acercarse a gran velocidad. En poco tiempo todo lo que rodeaba a la nave parecían ríos de luz rojiza que pasaban con rapidez. Patrick suspiró y se levantó de su asiento. Hasta Erbock quedaban muchas horas de viaje y no había problema. En el puente se había activado un contador regresivo, que indicaba treinta y seis horas. 

-   Bueno, pues podemos descansar -indicó Patrick-. Victor te quedas en el primer turno al cargo. 

-   Claro, capitán -asintió Victor.

Valerie también se levantó. Ambos volvieron a la cubierta inferior. Valerie se marchó a su camarote, a descansar un rato, ya que le tocaría el siguiente turno. Hacía ya mucho tiempo que el capitán había decidido que los turnos fueran de cuatro a cinco horas, para que todos estuviesen lo más lucidos posibles por si había algún tipo de problema. Patrick en cambio se dirigió al camarote de Halwok. Pulsó en la consola, sabiendo que al otro lado Durinn vería su cara. Tal y como lo había supuesto, la compuerta se abrió. 

-   ¿Sí capitán? -dijo como saludo Durinn. 

-   Me acompañas a la sala de ocio, creo que tenemos que hablar de negocios -indicó Patrick. Habían hablado originalmente de un pago, pero hasta ahora no había habido nada sólido. Y Patrick sabía que ahora su cliente no podía escapar a ningún lado. 

-   Está bien -asintió Durinn.

Durinn le dijo algo a su hija, que pasó de estar sentada a tumbada en la cama. Para Patrick le había parecido más una orden seca que una petición cariñosa. No parecía como se hablaban dos familiares. Pero en las formas de otras personas para educar a sus retoños, él no se metía. No tenía hijos, y punto.

Ambos descendieron a la cubierta inferior y se dirigieron a la sala de ocio. Patrick se acercó a la máquina dispensadora y se sirvió un café. Señaló la máquina a Durinn, pero este negó con la cabeza. Se sentaron en la única mesa que había. 

-   Creo que en la nave te puedes quitar la capucha, ya no creo que los amigos de tu perseguidor te puedan ver -indicó Patrick. 

-   Tienes razón -asintió Durinn, que primero tocó algo que estaba escondido bajo la capucha y luego se la quitó. Patrick descubrió un rostro joven, de unos treinta años, de piel blanquecina, con pecas, y una melena corta pelirroja-. Soy Eleanor Durinn, pero me puedes llamar Elea Durinn, así me llaman mis amigos. 

-   Me parece bien, Elea -afirmó Patrick-. Pues a mi me puedes tutear o llamar por Patrick, no hace falta que te dirijas a mi por capitán ni señor Dark. 

-   Está bien. 

-   Bueno, arreglado lo de los tratamientos, creo recordar que me ibas a pagar unos cinco mil créditos por el pasaje -recordó Patrick-. Ya estamos viajando, alejándonos de tu perseguidor, tu ex o lo que sea en realidad. Pero no me has pagado. 

-   No me fío de los cazarrecompensas que son a la vez contrabandistas -argumentó Eleanor. 

-   Soy un capitán honorable de todas formas y cumplo mis contratos -aseguró Patrick, sin tener en cuenta la queja de Elea-. Tú y yo tenemos un contrato. Pero los contratos llevan un intercambio de dinero, ¿no? 

-   Dinero fácil, ¿no? 

-   Los viajes son fáciles y prefiero que sean así. Este lo será cuando me entregues los cinco mil créditos -indicó Patrick, que se estaba empezando a impacientar. Ni entendía porque la mujer se ponía ahora a regatear por el pago, el que ella misma había ofrecido. Entonces le vino a la mente una solución al nuevo entuerto y a la forma de actuar de Elea-. Estas tonterías es porque no tienes con que pagarme, ¿no?

Eleanor se le quedó mirando, con una cara de asombro que no pudo disimular lo suficientemente rápido, antes de que Patrick se diera cuenta y lanzase un exabrupto.

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