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martes, 24 de mayo de 2022

Dinero fácil (17)

Patrick y Halwok se dirigieron a la compuerta del camarote de Durinn y llamaron. Pero tras unos segundos, nadie contestó. 

-   Maldita sea, abrela -ordenó Patrick.

Halwok pulsó un par de botones de la consola, pero la puerta no se abrió. Patrick le miró y Halwok lanzó un improperio. 

-   La muy zorra ha tocado la consola -se quejó Halwok al tiempo que empezaba a pulsar los botones buscando otras combinaciones.

Eleanor podía haber modificado las claves o hacer otra cosa, pero Halwok no solo era un buen ingeniero, también tenía nociones de protocolos de seguridad. Le llevó un poco más de tiempo, pero al final la compuerta se abrió. Eleanor les esperaba. Estaba de pie y les apuntaba con una pistola. Era un arma pequeña, una de esas que se podían esconder con facilidad. 

-   ¿Crees que nos vas a hacer algo con ese juguete? -preguntó Patrick, apuntándola a ella con su propia pistola, aunque pulsó con cuidado en uno de los botoncillos de uno de los costados-. Parece que no has sido muy buena con nosotros. Esa no es tu hija. 

-   No deis ni un paso más o… -amenazó Eleanor, con ese tono de una persona desesperada.

Patrick no tenía ni tiempo ni ganas para entablar una negociación y disparó su arma. Eleanor tampoco se lo había esperado ya que vio como partía el disparo azul claro. Tras lo que notó el golpe y perdió la conciencia. 

-   Dulce sueños, mentirosa -dijo Patrick, enfundando su arma, recogiendo la pistola de Eleanor que se guardó y le hizo un gesto a Halwok-. Llévate a la niña a la sala de máquinas y busca la baliza. Necesitamos tener lo que está emitiendo a buen recaudo. Yo me encargó de ella y voy para allá.

Halwok asintió con la cabeza y fue a coger a la niña. Para su sorpresa pesaba más de lo que podría parecer por su tamaño. Aun así pudo con ella y se la llevó. Patrick levantó del suelo a Eleanor, la subió a la cama y la ató de pies y manos. No quería que empezase a vagar por la nave una vez que se despertase. Si iba a ponerse a disparar para defender a la niña, que podría hacer si se despertaba sin ella. Cuando se cercioró que los nudos estaba bien firmes, se dirigió a la sala de máquinas. Vio que Halwok estaba parado, mirando a la niña, que estaba colocada, inmóvil sobre una mesa. El xilan parecía asombrado por algo. 

-   ¿Has encontrado la baliza? -preguntó Patrick. 

-   Sí -asintió Halwok-. Ella es la baliza. 

-   Eso está bien, ahora solo hay que… -prosiguió Patrick, como si no hubiese escuchado las palabras de Halwok-. ¿Cómo que es ella la baliza? ¿De qué estás hablando? 

-   No es una niña -explicó Halwok-. Aunque está bien caracterizada. No puedo negar que es uno de los mejores trabajos que he visto nunca. Es un robot, un androide. Lo han creado para simular con un alto grado de fidelidad la apariencia de una joven de la edad que parece tener. Y ella lleva la baliza en su interior. Debo investigarla más. 

-   ¿Pero puedes retirar la baliza? 

-   Debo revisarla mejor -sentenció Halwok-. Si sé en qué parte del mecanismo está escondida la baliza. La podré quitar o apagar. 

-   Eso no me sirve -se quejó Patrick-. Solo tenemos una maldita hora. Lady Khlagga no va a esperar a que termines de revisarla. Maldita sea. 

-   Es un juguete bastante complejo, necesito tiempo -pidió Halwok, que miró a los ojos de Patrick-. Te conozco demasiado bien, capitán, ya has ideado una forma de librarte de la pirata tharkaniana. Pero te juro que voy lo más rápido que pueda. 

-   Te tomo la palabra -aseguró Patrick, haciendo un gesto con la mano y saliendo de la sala de máquinas.

Se dirigió a su camarote. Le quedaba aún parte del tiempo que le había dado Lady Khlagga. Debía considerar las palabras de Halwok. Un sistema con una guarnición casi inexistente de la armada de la República podía ser una buena opción. Era su única opción. Él era un buen actor y podría hacerse pasar por un oficial de la armada. La verdad es que hasta tenía uniformes de la armada. No era la primera vez que se habían tenido que esconder bajo la protección del contingente armado. Su única opción era dar un salto a un sistema o lugar apartado y dejar ahí la baliza. Luego podrían saltar al astillero. Sabía que no era bueno molestar a Halwok, pero tuvo que llamarlo para conocer el sistema al que había aludido. Cuando escuchó el nombre, al que le siguieron unos exabruptos del ingeniero, se sonrió, era una gran idea.

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