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martes, 31 de mayo de 2022

Dinero fácil (18)

Aún no había pasado todo el periodo de tiempo que le había otorgado Lady Khlagga, cuando sonó el timbre de su camarote. Patrick abrió la puerta desde la consola de su despacho. 

-   ¿Qué ha pasado? Me ha dicho Victor que Lady Khlagga ha venido a por nuestras pasajeras -entró Valerie como un huracán. 

-   Cierra y te cuento -pidió Patrick.

Según la compuerta se cerró, Patrick le fue contando todo lo sucedido desde que se había marchado la mujer al exterior con el destacamento. Le contó lo de Lady Khlagga, la verdad sobre las pasajeras y el secreto de la supuesta hija. También le esbozó el plan que había ido madurando en su mente. 

-   ¿Qué te parece? -preguntó Patrick, al terminar su explicación. 

-   Viniendo de ti, sin duda es un plan maquiavélico -contestó Valerie, con una ligera sonrisa-. Pero la verdad, si Durinn es una mentirosa, por qué no entregarla a ese hombre que la quiere. Podríamos hacernos con esa gran recompensa. 

-   ¡Una gran recompensa! ¡Sí! -afirmó Patrick-. Pero nuestra alma manchada con la falsedad. Ya sabes el hombre que soy Valerie. 

-   Un idiota, como mi padre -se burló Valerie, pero sabía a que se refería Patrick y le gustaba como era. No se habría enrolado con él, si no se pareciera ni un ápice a lo que fue su padre-. Si ese es tu plan, lo llevaremos a cabo. Como digo siempre, lo que ideas nos hace sobrevivir, capitán. Si ya te has decidido por algo, yo te seguiré hasta el final. 

-   En ese caso ve a ver a nuestro insigne jefe de máquinas y pregúntele dónde cree que es el mejor lugar para el salto -ordenó Patrick-. Un lugar que esté lo suficientemente lejos para que pueda librarnos del problema de la niña y que nos permita llegar al sistema del astillero. No tenemos el suficiente combustible y bien que lo sabe. 

-   A sus órdenes, capitán -Valerie, con una sonrisa entre los labios, hizo un taconeó bastante sonoro, una gamberrada más de las suyas.

Valerie se marchó, dejando de nuevo solo a Patrick. Este se mantuvo pensativo. No solo los recuerdos y las experiencias pasadas se le fueron apareciendo en su cerebro, sino todo lo que había estudiado cuando era joven. Había decidido que fuera Valerie a hablar con Halwok, ya que a ella se le daba mejor tratar con el xilan. Patrick siempre bromeaba con que hasta el ingeniero tenía su corazón, después de todo.

Al final, se levantó y regresó al camarote de Halwok. Eleanor se había despertado, estaba intentando librarse de las ataduras, pero Patrick había sido bastante concienzudo con ellas. 

-   Nos has mentido sobre todo, me temo -dijo Patrick mirando a los ojos de Eleanor-. Incluso me has apuntado con ese juguete que escondías. Halwok tiene a la niña y vamos a quitarnos la sonda. 

-   No la destruyas, por favor -pidió Eleanor con los ojos llorosos. 

-   Las lágrimas no me van a hacer que me compadezca -le advirtió Patrick-. Esa sonda nos hace ser el blanco de los mercenarios y cazarrecompensas del dueño de la niña. ¿O era su malvado padre? Bueno, ya poco importa. 

-   Tened cuidado, en su interior hay mucha información, todo mi trabajo -siguió rogando Eleanor con una mueca de desesperación. 

-   ¿Quién o qué eres en realidad, Eleanor? -inquirió Patrick. 

-   Soy investigadora, periodista -contestó Eleanor-. Esa niña contiene todas las pruebas de mi investigación. Años de trabajo para desenmascarar a un ser vil. 

-   ¿A quién?

Eleanor se lo quedó mirando, dudando si responder a esa pregunta o no. Patrick suspiró y se dio la vuelta. 

-   Bueno, poco importa, más tarde me lo contaras -dijo Patrick-. Se ha acabado el tiempo y tengo que lidiar con una de las mercenarias más miserable de todo el territorio. Cuando me haya librado de ella, volveremos a hablar. Y ve pensando ya las respuestas que nos vas a dar, ya que todo servirá para lo que decidamos hacer. Pues tu cabeza vale mucho más que lo vale que llegue a Erbock.

Patrick no se quedó a escuchar la respuesta de Eleanor, ya que el tiempo que le había dado lady Khlagga estaba a punto de consumirse y tenía que realizar su jugada lo mejor posible. Las vidas de todos los de la Folkung dependían de su buena o mala interpretación.

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