Seguidores

martes, 17 de mayo de 2022

Falsas visiones (16)

A la mañana siguiente, tal y como le había indicado Lutenia por la noche, Spartex no pareció que quisiera hablar con Rufo para nada. Fueron sus ayudantes los que les fueron informando que podían desayunar, que estaban recogiendo y que se iban a poner en marcha. No sería hasta bien entrada la mañana, distando ya varias leguas de la posada de Rargix, cuando Spartex le hizo llamar. 

-   ¿Has tenido buena noche? Yo he dormido como un bendito, los jergones de Rargix son los más cómodos de esta parte de la calzada -dijo Spartex, cuya cabeza apareció por la ventana de la portezuela de su carro-. Me temo que los siguientes no lo serán tanto. Los dueños de las posadas no son tan buenos anfitriones como Rargix y tampoco tan cuidadosos. 

-   He tenido un sueño placentero, sin contratiempos -contestó Rufo, que prefirió no hablar sobre Lutenia y su pacto-. ¿A qué te refieres con que no son tan cuidadosos? 

-   Rargix, debido a su pasado, ha sabido mantener el puesto lo mejor cuidado que ha podido -indicó Spartex-. Tanto es así que sé que los altos funcionarios romanos suelen hacer una escala habitual en la posada. Es fácil mantener la seguridad dentro de unas empalizadas bien cuidadas, ¿no crees? Bueno, la cuestión es que los siguientes dueños no son tan laboriosos y sus instalaciones están desmoronadas. Habrá que mantener guardias propias. Y no creo que sea buena idea airear el problema de los cántabros con ellos. Tienden a alarmarse. 

-   No veo problema en no advertirles de la situación del norte -afirmó Rufo, que nunca estuvo interesado en contarle el asunto a Rargix, pero Spartex insistió. 

-   Entonces pensamos igual, muchacho -asintió Spartex-. Los secretos están mejor guardados en sacos o cajas. Te dejo que cabalgues tranquilo.

Rufo ralentizó su montura para que el carro de Spartex continuase más rápido y el resto de la caravana le adelantase. Él regresó junto a Varo. No comprendía cómo funcionaba la mente de Spartex. En ocasiones parecía querer saber de todo y otras quería guardar todo en secreto. Era un hombre muy raro.

Y la rareza de Spartex se fue haciendo patente en los siguientes ocho días. En ocasiones Spartex le hacía llamar, pero solo para contarle ocurrencias o hablarle de forma enigmática. Rufo no sabía cómo catalogarlo. Podría ser que estuviera loco. Y Lutenia no se quedaba muy lejos de ese comportamiento ambiguo y bipolar del padre. Pero lo único bueno, es que en gran parte del viaje no les molestaba. Las siguientes posadas fueron como lo había explicado Spartex, lugares pobres con una seguridad paupérrima. Ninguna de las empalizadas parecía haber sobrevivido al tiempo. Los hombres de Spartex tuvieron que hacer guardias todas las noches.

Su camino les había hecho seguir un rumbo sur, pero ahora también oeste, Y ahora estaban esperando a que uno de los jinetes partos revisase un vado en el río que se habían encontrado. Spartex le había dicho que ese río llegaba a Legio, pero el campamento estaba en la otra ribera. Por ello, había que ver que el vado era bueno y cruzar. No lo harían si no lo revisaban bien. No quería que ninguno de sus caballos de tiro se fracturasen una pata por un mal fondo. Al final, el jinete dio un dictamen favorable y los carros empezaron a entrar en la corriente. Rufo y Varo les siguieron. El agua estaba fresca, pero solo se mojaron los pies, ya que el vado no era muy profundo y la corriente lenta. 

-   Vamos a tener que ir un poco más ligeros ahora -le indicó Spartex a Rufo, tras llamarlo otra vez, un poco después de dejar atrás el río-. Uno de mis partos ha observado una columna de polvo tras nosotros. Está seguro que es caballería. 

-   ¿Quienes son? -quiso saber Rufo, alarmado. 

-   Pueden ser aliados, pero me temo que serán tus amigos cántabros -suspiró Spartex-. Pero no hay problema, estamos cerca de la última posada. Podemos hacernos fuertes allí. Y hacer señales a Legio. Que nos manden ayuda. 

-   ¿Y si estamos tan cerca de Legio, por qué no seguir? 

-   Porque nos cazarían ellos antes -contestó Spartex-. La caravana sería muy fácil de atrapar en territorio abierto. Además sería de noche, no seríamos capaces de hacernos ver por Legio. No nos ayudarían. La posada es nuestra única posibilidad.

Rufo no quiso ponerse a discutir con Spartex, pues cuando llegasen a la posada, intentaría convencerlo de que les enviase como mensajeros o en su caso se marcharían ellos directamente. Pero no hizo falta, lo que encontraron destrozó todo lo que tenía ideado Spartex. Ya no había ni posada, ni campamento, ni un simple terraplén de tierra. En la última estación unos mercaderes deshonrosos habían usado la posición para negocios fraudulentos. El gobierno de la provincia les había pillado y habían mandado a la Victrix a destrozar la posada y lo que quedaba del antiguo baluarte. Habían sido concienzudos. No habían dejado piedra sobre piedra, ni un simple terrón de tierra de más. La defensa de la caravana iba a ser complicada, pero no imposible.

Rufo quería creerle, pero no quería ni podía morir allí, no con Legio a un día a caballo. No podía quedarse y se sentía mal por dejarles en la estacada. Pero se debían ir de allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario