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sábado, 28 de mayo de 2022

El reverso de la verdad (80)

Cuando Gerard llegó al piso superior, siguiendo los pasos del niño, les hizo una seña a sus hombres de que se dirigieran al piso superior y miró al niño. 

-   Por ese lado está Alfonse y por el contrario el que se te escapó en el hotel -informó Gerard-. Te dejamos limpio todo para que experimentes, te diviertas o lo que quieras. Nosotros no te vamos a ayudar. 

-   Mejor, porque no os necesito y me estorbaríais -aseguró el muchacho-. Sabes bien lo que pasa a los que me estorban, ¿verdad?

Gerard no le respondió y empezó a subir las escaleras, deseando que uno de sus enemigos destrozase a ese niñato. Pero al darse cuenta de esa idea, la desechó, ya que eso indicaría que el enemigo se enfrentaría a ellos después.

El niño, solo, miró hacia un lado y luego hacia el otro. Escuchaba las pisadas sordas de sus enemigos, que se acercaban hacia las escaleras, sabiendo que sus enemigos se habían retirado al siguiente piso. 

-   ¡Alfonse! ¡Alfonse! -gritó el muchacho-. ¡Y el del hotel! Os espero con las manos abiertas, vamos, venid a jugar conmigo.

Los ligeros ruidos que había detectado, se silenciaron. Sabía que se habían acercado, pero seguían escondidos. 

-   Pero si es el niño -gritó Markus-. Ven a jugar con el tío Alfonse, vamos. 

-   No, no, que si voy contigo, la escalera queda libre para tu amigo. No, venga, venid a jugar y…

Las palabras del muchacho se diluyeron al darse cuenta de un puntero láser en el medio de su pecho. Siguió el rayo de luz, que venía de la ventana que tenía enfrente. Alzó las dos pistolas que llevaba y empezó a disparar contra la ventana. El cristal se hizo añicos, junto con las cortinas y la madera. Entonces por el rabillo del ojo vio un movimiento a su izquierda, alguien, medio agachado había entrado y se había escudado tras un sofá. Se giró, sin dejar de disparar. Las balas fueron incrustándose en las paredes, en cuadros que cayeron al suelo o rebotando en las estatuas. El sofá se ganó su propia dosis de plomo, hasta que se terminaron los cargadores. El niño los soltó y metió un par, nuevos, repletos de proyectiles. Se acercó hasta el sofá, con velocidad, para descubrir que la sombra que había visto era el cuerpo de uno de los matones de Gerard, muerto mucho antes y no por él. Eso le enfadó, ya que le habían tomado por tonto. 

-   Round uno para los mayores -gritó Markus, por algún lugar a la espalda del niño que se volvió al momento. 

-   Tengo mucho plomo para vosotros, alimañas -se rió el niño, ligeramente molesto por haber caído en la trampa. 

-   Y has dejado la escalera sin protección -advirtió Markus.

El muchacho regresó a la zona de inicio, pero esta vez se dio cuenta de que había huellas de barro que subían por las escaleras. Podría ser que uno de sus enemigos hubiera pasado su defensa. Decidió seguir las huellas, pero según pisó el primer escalón un trozo de madera de la barandilla saltó, sin duda alcanzada por un disparo, de un arma con silenciador. 

-   No querías jugar, niño, ¿pues a donde vas? -preguntó Markus.

El niño se dio cuenta de que Markus estaba en alguna parte, que le tenía a tiro, pero que en vez de matarle, seguía el juego. Ahora no podía marcharse en busca de la otra presa, ya que en verdad, la alimaña era ahora él, acechada por un depredador. Pero esta triste realidad, no la supo ver y se dirigió hacia la parte de la casa donde Gerard había dicho que estaba Alfonse. Ya habría tiempo para hacerse con el otro.

En la parte superior de la escalera, en el descansillo, escondido en las sombras, se encontraba Andrei, apuntando al niño, pero sin tener un disparo claro. Le había dado tiempo a montar una trampa y escabullirse. Y parecía que Markus ya había decidido con quien jugar. Recordaba que le había indicado en el coche que quería desquitarse con el muchacho, el asesino miserable de Alexander. Pues mientras su amigo se divertía, él se las vería con Alexander. A sangre y pólvora.

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