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martes, 3 de mayo de 2022

Falsas visiones (14)

Rufo y Varo se encargaron de sus monturas antes de que se dirigieran a la posada. Rufo llevaba la alforja donde llevaba las tablillas con el mensaje de su padre. No quería y estaba seguro de que no podía alejarse de él. El patio entre los establos y la posada, así como otros edificios estaban atestados por los carros de Spartex, que esta vez se habían colocado unos junto a otros, formando un cuadro casi perfecto.

Rufo observó las empalizadas, por donde podía ver a los guardias de Spartex patrullar. Así como otros que serían de Rargix. También se fijó que se habían cerrado las puertas del campamento, colocando una pesada tranca. Las noticias de Spartex debían haber hecho que el posadero reforzase sus defensas, pues no había visto la tranca por ningún lado cuando habían entrado en el campamento.

En el interior de la posada, parecía que había más alegría que fuera. Unos músicos tocaban algo, las criadas de Spartex y de Rargix estaban atendiendo a los invitados y preparando la cena. Lutenia estaba sola en una mesa, mirando como sus criadas estaban al fuego. Spartex y Rargix estaban en una mesa, solos, con una jarra y un par de copas de madera. Spartex se dio cuenta de su llegada y le hizo un gesto para que se uniera con ellos. 

-   Spartex me solicita -murmuró Rufo-. ¿Por qué no socializas con Lutenia? Pero nada de compartir lecho. 

-   ¿Por quién me tomas? 

-   Por lo que eres, amigo -dijo con frialdad Rufo-. Necesitamos estar a buenas con Spartex, así que no le mancilles a la hija. Aunque la verdad, dudo que ella se interese por ti. 

-   ¡Hum! Pongo en duda esa afirmación -negó Varo-. Nos mira mucho. Lo lleva haciendo desde que hemos entrado. Y claramente es por mi. 

-   Si tu lo dices -afirmó Rufo, que no quería ni podía ponerse a discutir con él.

Como había indicado Rufo, él se dirigió a la mesa de Spartex y Varo a la de Lutenia. La muchacha les siguió con la mirada, de una forma bastante maleducada, pero Rufo pasó del asunto, ya que estaba seguro que Spartex la había enseñado a ser así. Varo se sentó con ella, haciendo gala de sus encantos, pero Lutenia pareció no darse cuenta de ellos, por lo que Varo pareció ultrajado. Rufo estaba seguro que pronto se haría amigo de la chica, aunque dudaba que nada más allá. Él se sentó junto a Spartex. 

-   Mi amigo -Rargix señaló a Spartex-. Me ha comentado sobre las malas noticias del norte. Aquí estaréis seguros. Pero espero que tengáis las órdenes para movilizar a la Victrix en esa alforja. ¿Nos conocemos, muchacho? 

-   No lo creo, nunca he estado por aquí -negó Rufo, pues era la primera vez que pisaba esa posada, que le había parecido leer que se llamaba el Escudo Tribal. 

-   Hum, no sé me suena tu cara de algo -murmuró Rargix-. Bueno, me llamo Decimo Rargix, nací cerca de Lutecia y como tú serví durante muchos años en las águilas. Tras mi retiro, con mi última paga y lo que ahorre, si yo fuera tú, no te gastes todo el dinero de la paga, me hice con este terreno y este viejo campamento. 

-   Yo soy Aulo Livio Rufo -se presentó Rufo, con cortesía. 

-   ¿Livio? ¡Livio! Por eso me sonaba tu cara, ¿eres algo del tribuno Livio? -inquirió con sorpresa Rargix-. Yo serví como centurión bajo las órdenes del tribuno Livio. 

-   Es mi padre -murmuró Rufo, sin saber si era buena idea o no revelar esa información. 

-   ¡Oh! ¿Qué tal está el tribuno? Espero que los dioses le tengan con él. Fue un gran oficial y un gran soldado -alabó Rargix. 

-   La última vez que le vi estaba bien -contestó con presteza Rufo, intentando que cambiasen de tema. 

-   Rargix, amigo, vas a dejar al hijo de tu antiguo oficial que pase sed en tu mesa -intervino Spartex. 

-   ¡Oh! ¡Por Júpiter! -Rargix se levantó al momento y se fue en busca de otra copa de madera para Rufo. 

-   Así que el hijo de un oficial de alto rango, que interesante se va poniendo toda esta historia, amigo mío -musitó Spartex, que había abrazado a Rufo y sus labios se habían acercado a su oído-. Qué nuevas cosas me enteraré en esta velada.

Rufo no respondió nada, pero un escalofrío subió por su espalda. La forma en la que Spartex le había hablado le había provocado un temor involuntario, que sin duda prefirió ocultar. Sabía que en el mercader había algo oscuro, un aura que podría rozar lo maligno. Debía tener más cuidado de ahora en adelante, para impedir que el hombre pudiese usar todo lo que iba conociendo en su contra.

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