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sábado, 14 de mayo de 2022

El reverso de la verdad (78)

Arnauld escuchaba atónito lo que se decía por la radio policial. Primero se había hablado de un vehículo blindado moviéndose por la autopista. Una patrulla le había intentado dar el alto, pero los sujetos que iban en él, no solo se habían pavoneado de lo que llevaban en el vehículo, sino que habían destrozado el coche patrulla, hiriendo a uno de los agentes. Según lo que comunicaba la operadora, se consideraban dos hombres fuertemente armados y sin duda muy peligrosos. Aunque también aseguraban que no habían usado las armas de fuego que portaban contra los compañeros.

La noticia del vehículo blindado le había hecho gracia a Arnauld, que entre risas se había compadecido de sus colegas. Pero pronto los mensajes fueron más preocupantes, ya que el vehículo de los criminales, aun siendo una cosa difícil de esconder había desaparecido y algunos ya hablaban de que los agentes se habían accidentado solos y que todo era una excusa barata para salvar los sueldos. 

-   Ya lo he dicho muchas veces no se puede ni debe beber estando de servicio, luego hay accidentes inexplicables -había dicho Arnauld, pero Helene no se unió a la conversación, por lo que la cosa quedó ahí.

Pero ahora la centralita hablaba de una cosa totalmente diferente. Los residentes de las grandes haciendas al este de la ciudad alertaban de detonaciones y disparos. En varias llamadas aseguraban haber visto un vehículo militar por los bosques limítrofes a sus terrenos. Querían saber si su hasta ahora idílico vecindario se había convertido en el patio de recreo del ejército de tierra. Mientras que sus compañeros aún tardarían en atar los cabos sueltos y saber donde era el punto exacto de la batalla, Arnauld ya se dirigía hacia el punto de combate. En esa zona solo podía haber una hacienda donde se permitían las armas y ahora estaban siendo usadas, la de Alexander. 

-   Llegas tarde, Alexander está ya muerto y ni tú, ni el resto de tus colegas lo vais a poder salvar -fue esta vez Helene quien se burló de Arnauld, al ver su cara de terror por lo que estaba ocurriendo. 

-   ¡Maldita zorra! ¡Sabía que conocías lo que iba a hacer Andrei! -gritó Arnauld hecho una furia-. Debía haber sido menos complaciente contigo. Un poco de sangre y algunas de mis caricias, eso te habría abierto la boca. Si le hubiera avisado… 

-   Yo si fuera tú, me olvidaría de Alexander y me iría lo más lejos posible, porque cuando Andrei y Markus se enteren lo que nos has hecho, te destrozaran…

Arnauld le cruzó la cara a Helene de un guantazo, harto de tener que escuchar la voz de la muchacha. Aunque en parte sabía que tenía razón. Lo mejor que podía hacer era largarse de allí. Así que frenó y dio un volantazo, para salir en la primera salida. Se llevaría a las tres mujeres, le servirían de escudo ante los dos antiguos militares.

La maniobra de Arnauld le ganó un buen número de pitidos y las luces de dos motos policiales. Arnauld lanzó un improperio, ya que al mirar a Helene esta le sonreía de oreja a oreja, con un hilillo de sangre saliendo de la nariz. No podía hacer otra cosa que detenerse en el arcén y esperar que se aproximasen los policías de tráfico. Los motoristas se detuvieron tras su coche y uno de ellos se bajó de su moto, acercándose a la ventanilla, que ya se estaba bajando. 

-   ¿A qué ha venido esa maniobra tan peligrosa, caballero? -inquirió serio el motorista, un agente joven-. Se ha cruzado tres carriles sin mirar. Podría haberse producido un accidente. ¡Los papeles, señor!

Arnauld sacó y desplegó su placa, pero el policía no pareció impresionado, sino que estaba mirando el rostro de Helene. 

-   ¿Qué le ha pasado, señorita? -inquirió el motorista. 

-   No le ha pasado nada, agente -le cortó Arnauld-. Y no es una señorita. Es una criminal que no sabe tener la boca cerrada. Ya has visto mi placa, así que me voy. 

-   Inspector, menos tonterías -le advirtió el motorista-. Si es una criminal, ¿por qué no va esposado y atrás? Usted se queda y nos explica… 

-   Yo no me voy a quedar a nada, agente -negó Arnauld, que embragó y metió una marcha. 

-   Suelte la palanca de cambios y… -empezó a decir el motorista, pero Arnauld sacó su arma y disparó a bocajarro al agente en toda la cara.

El coche de Arnauld salió disparado en marcha atrás, arrollando las dos motos, la vacía del agente y la ocupada por su compañero que no pudo reaccionar y cayó aplastado por su propio vehículo y el de Arnauld. Luego el coche se dio a la fuga, dando a los dos agentes por muertos y dejó la autopista por la primera salida.

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