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domingo, 3 de diciembre de 2017

El juego cortesano (24)



Desde la sombra de las columnas que rodeaban el patio de armas, fuera de la visión de los miembros de la guardia ahí situados, una persona encapuchada observaba como el príncipe descendía por las escalinatas y entraba en el carruaje, que se marchó raudo. Después se fijó en los dos hombres de la corte que permanecieron un rato observando la marcha del vehículo. Reconoció a ambos perfectamente, el brillante canciller y el chambelán, aunque era fácil, pues llevaba toda su vida sirviendo en palacio.
La persona se dio la vuelta y se marchó tambaleándose hacia la zona de los establos del emperador y desde allí hacia las residencias de los criados. Cuando se hubo alejado lo suficiente como para que nadie supiera de dónde venía, se retiró la capucha, para dejar ver su pelo, totalmente cano, enganchado en un moño. Se cruzó con varios criados, que la saludaron con gran respeto. Por algo era una de las criadas de la corte de más edad.
-       ¿Qué tal tu paseo, Olhana? -preguntó un criado que salía de uno de los edificios cercanos.
-       Mejor que otras veces, parece que Rhetahl se ha compadecido de esta anciana -respondió Olhana, poniendo una cara neutra-. ¿Sabes a qué se debe tanto jaleo?
-       Parece que ha retornado el príncipe Bharazar, pero ello ha enfadado al señor Pherrin -indicó el criado-. Me han contado que ha salido del salón de audiencias bramando y ha destrozado varias antigüedades, mientras iba a la zona de sus dependencias. Me han pedido que vaya a limpiar. Así que te dejo, ya nos veremos.
Olhana se despidió con un movimiento de la mano y siguió su camino hacia una de las viviendas. Nadie se le apareció y pronto pudo entrar en su humilde habitación. La anciana daba vueltas a lo que le había contado el criado. Pherrin enfadado por el retorno de Bharazar, y ella sabía por qué. Bharazar seguía siendo el heredero, y la querida hija de Pherrin seguía sin dar un descendiente al emperador.
La verdad es que a ella esos juegos por el poder la tenían sin cuidado, pero le guardaba un gran rencor al emperador. Olhana había vivido toda su vida como criada de la corte, se había casado con otro y había tenido a cuatro muchachas, ya casadas con otros siervos y un joven, el menor y más hermoso de sus hijos. Y ese fue su gran problema, con dieciocho años, su querido hijo, trabajando en los establos, quedó a la vista del emperador y su hambre insaciable de carne fresca. Pero de la noche a la mañana desapareció. Nadie supo qué decirle hasta que un día Bhalathan trajo un cofre, lleno de cenizas, que dijo que era lo que quedaba de su hijo. También le aconsejó que llevara a cabo los ritos que quisiera y que lo dejara estar, a menos que quisiera que cayera sobre el resto de sus hijas la peor de las catástrofes. Olhana accedió a hacer lo que Bhalathan y su esposo decidieron por ella.
Con el tiempo, su marido falleció y ella, consiguió recabar toda la información sobre lo sucedido con la muerte de su hijo. El emperador decidió irse de cacería y ordenó a su hijo que lo acompañara como su mozo de cuadras personal. Su retoño no pudo negarse, ya que él era mozo en los establos de palacio. El primer día llevó a cabo sus funciones, tal como lo había enseñado el jefe de cuadras, pero por la noche, el emperador lo llamó a sus dependencias. Allí intentó que su hijo se sometiera, pero este le rechazó. El emperador llamó a sus guardias preso de una mezcla de ira y miedo, haciendo que ejecutasen al criado allí mismo. Después se divirtió con su cuerpo inerte, haciendo cosas innombrables, que la persona que le narró la historia no quería recordar. Más tarde, desmembró el cuerpo y se lo dio de comer a sus perros. Las cenizas que le dio Bhalathan fueron un engaño del propio chambelán, que se había apiadado de una madre, que no tenía nada que llorar, pero que era mejor que no supiese la verdad.
El alma de Olhana se llenó de odio, aunque siguió en silencio durante mucho tiempo, hasta que un día se le acercó un hombre, que le propuso ser sus ojos y sus oídos en palacio. Como criada nacida allí no iba a aceptar, hasta que el hombre le dijo que su cometido no era otro que el de que el emperador pagase por todos sus crímenes. Olhana se apuntó, además quién se fijaría en una vieja criada, por resentida que estuviera, pues a todos se les había olvidado la muerte de su hijo.
Olhana en su habitación buscó una hoja pequeña de papel, un tintero y una pluma. Garabateó algo con su mano temblorosa y dobló la hoja todo lo que pudo. Después tomó una bolsita que tenía llena de pedazos de pan y salió de su habitación. Desde la zona de los edificios anduvo hasta un pequeño jardín que un emperador había construido para que los hijos de los criados o los que eran como ella, pudieran disfrutar de algo de tiempo libre. Buscó un banco, se sentó, abrió la bolsa y lanzó parte de su contenido al suelo. De la nada aparecieron una multitud de pájaros, pero a ella solo le interesaron las palomas. Tuvo que esperar, hasta que llegó la que buscaba, gastando más pan. Cuando esta se posó, se levantó con cuidado y la cazó. En su pata había un receptáculo, donde colocó el papel doblado y lo aseguró antes de soltar al animal.
Dio varias palmadas y dispersó al resto de pájaros, pisoteando los restos de migas de pan. Las aves desaparecieron tan rápido como habían llegado. Olhana observó el cielo hasta cerciorarse que ya no se veían palomas. Después regresó satisfecha pero renqueante a sus habitaciones, pues ella ya había hecho lo mandado, había informado a ese hombre que tal vez consiguiera llevar a cabo su venganza contra el odioso emperador que hizo matar a su adorado hijo.

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