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miércoles, 13 de diciembre de 2017

Encuentro (18)



Ofthar se agachó junto al cuerpo de la muchacha, dándole la vuelta y comprobando que estaba muerta. No le pareció importante colocarse debajo de la espada corta de Rhennast, pero el guerrero no pareció inmutarse por la presencia del muchacho.

-       Recuerda esto, muchacho, si estás de incógnito nunca le reveles a nadie tu verdadera identidad, nunca sabes ante quién estás -le dijo Rhennast a Ofthar, mientras limpiaba la sangre de sus espada corta con la capa.

Ofthar, con la muchacha aún entre sus brazos, miró hacia arriba, con una cara de rabia. No dijo nada, pero su mirada lo expresaba todo.

-       ¿Por qué la has matado? -murmuró Iomer saliendo de su sopor.

-       A ti, mercader, que más te da, ¿no te he pagado por ella? -respondió burlón Rhennast-. No me digas que la preparabas para llenar tu lecho con ella, viejo pervertido.

-       ¿Qué es lo que quieres hacer ahora, Rhennast? -preguntó Ofhar, preparándose para atacar al guerrero si la respuesta no le convencía.

-       No me malinterpretes, Ofhar, yo no quiero haceros nada, ningún mal -aseguró Rhennast, mientras envainaba de nuevo su espada corta.

-       No lo entiendo -dijo Ofhar, bajando la punta de su espada.

-       Déjame que me presente, me llamó Rhennast, hijo de Rhen, del clan Irnt -pidió Rhennast, levantando las manos y mostrándoselas-. Mi padre, Rhen fue capitán de la guardia del señor Galanenon, y como otros muchos de sus leales murió defendiendo a su señor. No antes de hacer que nos evacuaran a mí, mi madre y otros tantos parientes de los hombres leales. Como ya podrás comprender nuestro sino tras la noche sangrienta fue un verdadero calvario, muchos perecieron en los pantanos, pero algunos como yo superamos esa época de adversidad.

-       Para trabajar para el que mató a su padre -musitó Ofhar.

-       Bueno, para los Wulak solo soy un guerrero sin clan, casi como un mercenario -comentó Rhennast, sin hacer caso a la pulla lanzada por Ofhar-. Pero no tengo el permiso de mis señores para tomar esposa y engendrar hijos. Una medida sangrante que ha promulgado el señor Whaon para evitar que otros clanes pesen más que el suyo. Hasta ayer ya me había resignado a esta vida de mierda, pero cuál es mi sorpresa, esta mujer contando una historia singular.

-       Vuelvo a repetir mi pregunta anterior, ¿qué es lo que quieres? -indicó Ofhar, un poco harto de la lengua desmedida de Rhennast.

-       Un señor a quien seguir -contestó con rapidez Rhennast, señalando a Ofthar.

-       Vaya -se limitó a decir Ofhar, que no había esperado esa respuesta.

-       Aunque me puedo conformar con desertar del señorío de los pantanos y poder servir a otro señor más adecuado, que el hijo del que mató a mi padre, asesinó a mi señor y provocó la muerte de mi madre, ahogada en el pantano -Rhennast por fin reveló sus verdaderos motivos.

-       ¿Y cómo sé que esas son tus verdaderas intenciones? Acepto lo que dices ahora y esta noche nos cortas la cabeza mientras dormimos para llevárselas a Whaon -terció Ofhar.

-       Estás en tu derecho de no creerme, pero lo mejor es no demorarnos demasiado aquí, pues aunque yo he venido solo, puede ser que pronto aparezcan alguno de mis hombres, pues esta puta estuvo contando la historia a todo aquel que le pareció que podría satisfacer sus demandas -advirtió Rhennast-. Lo mejor es dejar que la caravana se vaya ya. Mercader, pon rumbo sur, adéntrate en el territorio de las praderas, mis antiguos compañeros no te seguirán por miedo a enfadar a Whaon, que ha llegado a un acuerdo con ese señorío. Nosotros iremos hacia el señorío de los prados, para alcanzar el de las llanuras.

-       Estas diciéndome cual debe ser mi rumbo -espetó Ofhar sorprendido.

-       Es lo que yo haría, si fuera tú, y dudo que quieras que los miembros de la caravana mueran por ti -dijo Rhennast-. Mercader, es mejor que te vayas ya, por tu bien y el de tus posesiones.

-       ¿Y la chica? -musitó Iomer, aterrado.

-       Déjala, ya no es tuya y no tienes que gastar tu tiempo en sus cuidados -ordenó Rhennast.

-       Ofthar, deja a la muchacha y separa nuestras cosas de la caravana, ya no vamos a viajar más con ellos -Ofhar tenía una cara seria y preocupada, por lo que le obedeció sin rechistar y sin quitar ojo a Rhennast-. Trae nuestros caballos y el del guerrero.

Ofhar se despidió de Iomer, de forma silenciosa, aunque el mercader no esperó a que lo hiciera de otro modo, además quería perder el menor tiempo posible, si es que las advertencias de Rhennast eran ciertas. Ofthar le acompañó para tomar sus escasas posesiones. A su vez le compró algunas raciones de viaje, pero cuando le iba a dar el dinero, el viejo mercader se negó. La caravana se puso en marcha, mientras Ofthar regresaba al lugar donde había muerto la muchacha, guiando los tres caballos.

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