Los dos días siguientes a Maichlons se le
pasaron raudos. Fue como volver a la rutina de un cuartel. El primer día,
cuando llegó al cuartel principal de la guardia, allí le esperaban una serie de
oficiales, coroneles y capitanes, de las diversas unidades que formaban la
guardia. Un capitán que estaba al cargo de los alabarderos ceremoniales, que
nunca se separaban del rey y eran los veteranos de élite. El propio capitán era
un viejo soldado, llegado desde la frontera norte, que había visto más años que
el resto de los oficiales, pero aun así, no había pasado de un rango de
capitán. Pronto descubrió porqué observando al resto, no era de alta cuna como
el resto, hijos de nobles o de hombres con oro. El resto tenían demasiada pompa
y armaduras de gala, con bellas decoraciones, pero que cualquier hacha mellada
abriría como un melón.
La guardia real estaba dividida en cinco
regimientos, cuatro de quinientos soldados cada uno y después el de los
alabarderos que solo tenía doscientos hombres. Los otros se encargaban de
patrullar por la muralla de la ciudadela y del barrio Alto, así como andar por
las calles. El resto, si el rey permanecía en la corte, pasaban el tiempo como
buenamente podían, es decir de taberna en taberna, o bajo las sabanas rancias
de algún burdel. Pero que quería, si los mandos eran unas florecitas nobles, la
mayoría de sus soldados se les parecían. Y aun así, tras los oficiales había
algún ayudante valioso. Pronto tendría que licenciar a esos oficiales, que
además no le recibieron demasiado bien, se les notaba un ligero resquemor, una
hostilidad. Podría ser verdad que el general Gherren hubiera tejido una red ya
en la guardia real, algo para preparar su camino para el puesto de Espada del
rey.
Tras una corta charla sobre sus objetivos
para la guardia, la petición que le había hecho el monarca y unas
consideraciones personales, los coroneles se marcharon, dejando atrás a los
capitanes, militares de carrera algunos, lameculos profesionales el resto, que
esperaron a las órdenes de Maichlons. Después de asignar las guardias y las
ordenanzas del día, mandó formar al primer regimiento, para sorpresa de su
capitán. Los quería a todos listos en el patio de armas, para ver su
entrenamiento diario y advirtió al resto de capitanes, que los días siguientes
tocaría a los otros regimientos principales, solo los alabarderos estaban
excluidos por ahora. De todas formas invitó a su veterano capitán y los
guardias libres a entrenarse con los otros regimientos.
Tal como había pensado, los regimientos
estaban muy anquilosados, no hacían la instrucción debida a la elite que debían
ser. Se divirtió bastante haciendo que el primer regimiento entrara en forma,
sobretodo sus oficiales. Pero no fue el único en reírse de sus compañeros, los
alabarderos que aparecieron por allí, en un estado de forma excelente seguían
las órdenes de su capitán y de Maichlons marcialmente, dejando en evidencia a
sus compañeros del primero.
A parte de los soldados, Maichlons tuvo
otro recluta excepcional, el príncipe Ivort, que se unió al comandante en jefe
de la guardia. Dado la posición del príncipe, solo se podía emparejar con
Maichlons para los combates simulados. Lo primero que Maichlons le tuvo que
pedir al príncipe fue que no volviera a venir con una armadura de gala a los
entrenamientos, pues no era apta para nada, excepto para la corte. Le recomendó
algo como lo que él mismo llevaba, una cota de malla y luego una armadura
ligera, suficiente para detener los golpes. Lo segundo fue cambiar las espadas
por aceros de entrenamiento, espadas sin filo, que no cortaban, pero que
dejaban buenos moratones en los cuerpos. Ivort, aceptó las peticiones de
Maichlons, pues al final él era un guerrero veterano. Por otra parte, aunque el
estilo de lucha del príncipe era del nivel de un principiante, veía madera de
un buen soldado, algo que necesitaría para ayudar o quien sabe, sobresalir
frente al general Gherren. Eso sí, no tenía mucho tiempo para pulir su estilo,
pero lo intentaría. Lo que único que tenía como ventaja era el hecho de que ya
era un buen jinete o así se lo aseguró el capitán de los alabarderos. Pero ser
bueno sobre una montura no le iba a librar de terminar magullado durante unas
cuantas mañanas. Maichlons esperaba que no fueran muchas.
Otro problema, fue encontrarle un lugar
para poder llevar sus asuntos. Rubeons y Galvar le hicieron un hueco en las
salas que ocupaban, ya que como normalmente el cargo de jefe de la guardia iba
ligada a las funciones de Espada, no se había pensado en esta vicisitud. Así
que tras el primer entrenamiento con el primer regimiento, se sentó tras una
pequeña mesa, sobre un taburete, que aunque sencillo le permitió descansar.
Allí leía los informes de compras para la guardia, que un sirviente le hacía
llegar. Él los observaba con cara seria y cuando todo estaba en regla los
firmaba y se los enviaba de vuelta al despacho de su padre. En ocasiones los
echaba para atrás o le hacía preguntas a alguno de los ordenanzas que tenía
asignados. Otros los dejó en suspenso, hasta que él mismo inspeccionará las
armas o protecciones que querían cambiar.
Rubeons le solía observar divertido, pues
en ocasiones parecía especialmente perdido. Claro está, había sido más un
hombre de acción que de papeleo.
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