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domingo, 10 de diciembre de 2017

El juego cortesano (25)



El carruaje traqueteaba por la calzada, tras dejar atrás la puerta de la ciudadela. Bharazar y Jha’al se habían sentado juntos, frente a Pherahl. El noble había permanecido callado, estudiando la cara del príncipe, observando directamente con sus ojos. Bharazar decidió mantenerle la mirada y de esa forma se quedaron durante un rato. Jha’al prefirió no intervenir en el asunto.
-       ¿Qué opinas sobre la actitud de tu hermano? -preguntó directamente Pherahl.
-       No sé a qué te refieres exactamente -intentó hacerse el tonto Bharazar.
-       Es verdad que llevas ya mucho tiempo fuera de la capital, y estar lejos de la corte siempre es algo inteligente. Pero si los vientos cambian, no ves cuando tu suerte ha desaparecido -comentó Pherahl-. Yo hace años pensé en marcharme de la ciudad, tal vez eso hubiera sido lo más adecuado. Me habría librado de que mi amada Xhini tuviera que sufrir la penosa situación en la que se encuentra. Mi corazón está triste, pero a la vez clama justicia.
-       Tu hija me ha parecido una mujer fuerte, por lo que creo que puede soportar su sino -intervino Bharazar.
-       Eso quiere decir que ya has conocido a mi hija y sabes por lo que está pasando -señaló Pherahl, ligeramente contento-. Shennur te ha puesto al día de la situación de la corte, bien por el canciller, no se puede esperar ningún fallo por quien fuera adiestrado en el oficio por el gran Mhaless. Yo conocí al viejo Mhaless, y siempre pensé que si alguna vez se convertía en mi rival, sería duro de roer. Hoy en día ya no tengo edad para rivalizar con Shennur, pues no me importa tanto el trono imperial o su manejo.
-       Pero sí te interesas por el bienestar de tu hija -afirmó Bharazar.
-       ¿Qué padre no lo haría? Tú aún eres joven, pero ya me lo dirás cuando tengas tu propia progenie -le advirtió Pherahl-. Es verdad que Xhini solo es mi hija pequeña. Tengo otros hijos e hijas, y por todos me he preocupado. Pero ya son mayores, casados y con sus vidas completas. Ella, la más joven, es la más vulnerable y cuando Shennur me propuso el matrimonio de estado, pensé que lo había hecho bien, que ser la primera esposa del emperador era lo mejor para su futuro.
-       Pero mi hermano falló.
-       El error fue mío, sabía de las costumbres del emperador, debería haberme negado, pero creía que respetaría por lo menos las tradiciones del imperio -suspiró Pherahl, removiéndose en el asiento del carruaje-. Cuando en plena audiencia, vuestro hermano expulsó de palacio a mi hija, insultándola y de esa forma a mi casa, lo vi claro, vuestro hermano me había perdido como súbdito.
El carruaje torció a la derecha, entrando en la hacienda de Shennur. Los guardias que habían reconocido el carruaje, le permitieron pasar sin hacerle parar. No era la primera vez que ese vehículo entraba por esa puerta, los guardias sabían que era el del padre de la invitada de su señor.
-       ¿Qué es lo que quieres de mi persona? -preguntó directamente Bharazar.
-       Realmente no lo sé, lo más fácil sería que te mantuvieras al margen, pero sé que no lo harás -contestó Pherahl-. Al igual que Shennur y Pherrin, he mandado espías para informarme de tus acciones en estos años en Ghinnol, así de cómo sentaría en la frontera y en las provincias un cambio en el trono del león. En la mayoría de los lugares les importa poco quien se siente en el trono dorado, mientras que no se les suba más los impuestos, algo que en los últimos años no para de suceder. Y eso, que las peores subidas han sido en la capital, donde vuestro hermano está sacando hasta la última moneda de oro a los que ya no les quedan muchas.
-       ¿Sí eso es verdad, por qué tenemos esta conversación?
-       Los informes que me han llegado de Ghinnol eran curiosos, las gentes de allí, te veían con buenos ojos, sobre todo por el tiempo que dirigisteis la ciudad fronteriza, de forma austera, siendo justo y leal al pueblo -indicó Pherahl.- Por ello, quiero que te unas a nosotros, que estés listo para asumir tu destino como emperador, cuando depongamos a tu hermano.
-       Me estas pidiendo que vaya contra mi propio hermano y sabes que no haré tal cosa -avisó Bharazar.
-       No, ni yo te lo pediría, de tu hermano nos ocuparemos nosotros, al igual que sus allegados, como el odioso Pherrin, entonces te declararemos emperador -negó Pherahl.
-       ¿Y no te sería mejor acabar con Pherrin? Claramente ese mercader tiene a mi hermano obnubilado -preguntó Bharazar-. Eliminadlo a él y Shennur se ocupará de que todo vuelva a la normalidad.
-       Eso es un deseo muy inocente, cuando Pherrin caiga, otro zorro ocupará su lugar, vuestro hermano es el problema, y lo sabéis -señaló Pherahl.
El carruaje se detuvo en seco y la portezuela se abrió al momento, inundando de luz el interior de la caja. Al otro lado, pudieron ver las figuras de dos mujeres, junto a las escalinatas de acceso a la mansión.

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