El carruaje traqueteaba por la calzada, tras dejar atrás la puerta
de la ciudadela. Bharazar y Jha’al se habían sentado juntos, frente a Pherahl.
El noble había permanecido callado, estudiando la cara del príncipe, observando
directamente con sus ojos. Bharazar decidió mantenerle la mirada y de esa forma
se quedaron durante un rato. Jha’al prefirió no intervenir en el asunto.
-
¿Qué opinas sobre la actitud de tu hermano? -preguntó directamente
Pherahl.
-
No sé a qué te refieres exactamente -intentó hacerse el tonto
Bharazar.
-
Es verdad que llevas ya mucho tiempo fuera de la capital, y estar
lejos de la corte siempre es algo inteligente. Pero si los vientos cambian, no
ves cuando tu suerte ha desaparecido -comentó Pherahl-. Yo hace años pensé en
marcharme de la ciudad, tal vez eso hubiera sido lo más adecuado. Me habría
librado de que mi amada Xhini tuviera que sufrir la penosa situación en la que
se encuentra. Mi corazón está triste, pero a la vez clama justicia.
-
Tu hija me ha parecido una mujer fuerte, por lo que creo que puede
soportar su sino -intervino Bharazar.
-
Eso quiere decir que ya has conocido a mi hija y sabes por lo que
está pasando -señaló Pherahl, ligeramente contento-. Shennur te ha puesto al
día de la situación de la corte, bien por el canciller, no se puede esperar
ningún fallo por quien fuera adiestrado en el oficio por el gran Mhaless. Yo
conocí al viejo Mhaless, y siempre pensé que si alguna vez se convertía en mi
rival, sería duro de roer. Hoy en día ya no tengo edad para rivalizar con
Shennur, pues no me importa tanto el trono imperial o su manejo.
-
Pero sí te interesas por el bienestar de tu hija -afirmó Bharazar.
-
¿Qué padre no lo haría? Tú aún eres joven, pero ya me lo dirás
cuando tengas tu propia progenie -le advirtió Pherahl-. Es verdad que Xhini
solo es mi hija pequeña. Tengo otros hijos e hijas, y por todos me he
preocupado. Pero ya son mayores, casados y con sus vidas completas. Ella, la
más joven, es la más vulnerable y cuando Shennur me propuso el matrimonio de
estado, pensé que lo había hecho bien, que ser la primera esposa del emperador
era lo mejor para su futuro.
-
Pero mi hermano falló.
-
El error fue mío, sabía de las costumbres del emperador, debería
haberme negado, pero creía que respetaría por lo menos las tradiciones del
imperio -suspiró Pherahl, removiéndose en el asiento del carruaje-. Cuando en
plena audiencia, vuestro hermano expulsó de palacio a mi hija, insultándola y
de esa forma a mi casa, lo vi claro, vuestro hermano me había perdido como
súbdito.
El carruaje torció a la derecha, entrando en la hacienda de
Shennur. Los guardias que habían reconocido el carruaje, le permitieron pasar
sin hacerle parar. No era la primera vez que ese vehículo entraba por esa
puerta, los guardias sabían que era el del padre de la invitada de su señor.
-
¿Qué es lo que quieres de mi persona? -preguntó directamente
Bharazar.
-
Realmente no lo sé, lo más fácil sería que te mantuvieras al
margen, pero sé que no lo harás -contestó Pherahl-. Al igual que Shennur y
Pherrin, he mandado espías para informarme de tus acciones en estos años en
Ghinnol, así de cómo sentaría en la frontera y en las provincias un cambio en
el trono del león. En la mayoría de los lugares les importa poco quien se
siente en el trono dorado, mientras que no se les suba más los impuestos, algo
que en los últimos años no para de suceder. Y eso, que las peores subidas han
sido en la capital, donde vuestro hermano está sacando hasta la última moneda
de oro a los que ya no les quedan muchas.
-
¿Sí eso es verdad, por qué tenemos esta conversación?
-
Los informes que me han llegado de Ghinnol eran curiosos, las
gentes de allí, te veían con buenos ojos, sobre todo por el tiempo que dirigisteis
la ciudad fronteriza, de forma austera, siendo justo y leal al pueblo -indicó
Pherahl.- Por ello, quiero que te unas a nosotros, que estés listo para asumir
tu destino como emperador, cuando depongamos a tu hermano.
-
Me estas pidiendo que vaya contra mi propio hermano y sabes que no
haré tal cosa -avisó Bharazar.
-
No, ni yo te lo pediría, de tu hermano nos ocuparemos nosotros, al
igual que sus allegados, como el odioso Pherrin, entonces te declararemos
emperador -negó Pherahl.
-
¿Y no te sería mejor acabar con Pherrin? Claramente ese mercader
tiene a mi hermano obnubilado -preguntó Bharazar-. Eliminadlo a él y Shennur se
ocupará de que todo vuelva a la normalidad.
-
Eso es un deseo muy inocente, cuando Pherrin caiga, otro zorro
ocupará su lugar, vuestro hermano es el problema, y lo sabéis -señaló Pherahl.
El carruaje se detuvo en seco y la portezuela se abrió al momento,
inundando de luz el interior de la caja. Al otro lado, pudieron ver las figuras
de dos mujeres, junto a las escalinatas de acceso a la mansión.
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