Ofhar y Rhennast se estudiaban con la mirada, hasta que Rhennast
se hartó y volvió la mirada hacia la sierva.
-
Una lástima de esclava -dijo Rhennast, que se agachó junto al
cuerpo y le rompió la blusa dejando los pechos al aire-. Ese viejo mercader era
en verdad un depravado.
-
Conocí a Rhen, hijo de Rhetto, del clan Irnt, un buen soldado,
fiel a su señor Galanenon -reconoció Ofhar-. Se dice que se mantuvo en la
brecha hasta que todo estuvo perdido.
-
Conocí al soldado que le mató, se mofaba de ello, decía que
chillaba como un cerdo cuando él le tajaba con su espada y rogaba por su vida
-comentó Rhennast, agachado sobre el cuerpo de la chica-. Mi padre murió en
silencio, como había vivido, siempre un guerrero leal y cabal. Ese soldado sí
que intentó chillar cuando le corte su cuello, menos mal que le corte antes la
lengua. Luego se lo entregue a Ervho, para que se deleitara con su carne, no
sin antes quedarme con su espada, para que su alma vague por el reino de
Bheler.
Ofhar miró a Rhennast, y rogó a Ordhin por su alma, pues se había
vengado del asesino de su padre, pero le había impedido la entrada del gran
banquete. Hacer esas cosas eran peligrosas y lo más seguro es que fuera
castigado por Ordhin por ello.
Ofthar llegó y Rhennast se alzó, dirigiéndose a su cabalgadura.
Ofthar guió el caballo de su padre, pero se fijó en el cuerpo de la muchacha, alguien
le había roto la blusa, dejando ver su desnudez. Eso lo perturbó y se giró para
encararse con Rhennast. Ofhar puso la mano en el hombro de su hijo.
-
No le debes respeto a la esclava, nos ha vendido a nuestros
principales enemigos, lo que ocurra con su cuerpo ya no nos incumbe -advirtió
Ofhar, mientras se subía a su montura, tras guardar su espada en su vaina-. No
olvides este día, que podría haber sido el último de ambos, pero solo Ordhin y
las wherthuins tienen la verdad en sus manos, así como nuestras vidas.
Ofthar asintió, pero no pudo esconder unas lágrimas que
descendieron por sus mejillas, pues en su joven corazón había habido sitio para
amar a esa muchacha, así como para sentir la congoja de la traición. Pero su
padre tenía razón, solo el dios Ordhin y las hilanderas del destino, las
wherthuins, podían dirigir los pasos de los mortales. Ofthar montó en su
jamelgo. Las monturas del padre y del hijo se acercaron a la de Rhennast.
-
Como has dicho estoy en mi derecho de no confiar en ti, me
entregarías tu espada como señal de que eres nuestro aliado -pidió Ofhar.
Rhennast soltó las riendas de su montura y puso sus manos sobre su
cinturón. Por unos momentos pareció que el guerrero iba a actuar sacando su
espada y guerreando contra ellos, pero al final, tras unos segundos angustiosos
y llenos de tensión, se desabrochó su cinturón, y se lo entregó a Ofhar, que lo
colgó de su silla.
-
Que así sea, Ofhar, si de esta forma te quedas tranquilo, mi
espada es tuya -dijo Rhennast tras entregarle el cinturón con la espada
envainada.
Los tres jinetes iniciaron su camino, poniendo los caballos al
trote primero y al galope después. Rhennast debía cabalgar junto a Ofhar, con
Ofthar a su espalda, otra medida de seguridad que impuso Ofhar y Rhennast
acató. Tal como había señalado Rhennast los tres tomaron el camino hacía el
señorío de los prados, un territorio aliado del señor Nardiok, el señor del de
los ríos y por tanto el líder de Ofhar. Este quiso saber cómo estaban las cosas
por la región y no le sorprendió mucho que el señor Whaon estuviera haciendo
incursiones en el territorio de los prados. Por ahora solo habían sido pequeñas
mesnadas, que se hacían con un poco de grano y algunos esclavos. Probaba la
reacción de su vecino y los aliados de este. Ofhar comentó que esto acabaría en
una guerra, a lo que Rhennast asintió. Ofthar, escuchó silencioso la
conversación de los dos guerreros. Poco a poco, Rhennast se fue abriendo y
contando cosas que recordaba sobre la madre de Ofthar y sobre su abuelo. El
muchacho fue perdiendo el sentimiento de ira y en ansia de venganza contra
Rhennast, al ver que el guerrero le era leal a él y a su familia. Al fin y al
cabo eran los dos últimos miembros de un clan perdido.
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