Bharazar
pasó lo que quedaba de la noche velando el cuerpo de su hermano, que permanecía
desnudo sobre una mesa de mármol, en una de las bodegas del palacio, que servía
de cámara ceremonial, para preparar a los muertos imperiales para su tránsito
al otro lado. Los criados limpiarían el cuerpo y lo embalsamarían, según las
tradiciones imperiales. Estando allí abajo, Bharazar no se enteró de que Jha’al
había tenido éxito en su misión. Resultados que le explicó a Shennur, quien se
quedó sorprendido primero y muy contento al ver que Sheran había creado un plan
que le haría librarse de su enemigo más temible, Pherrin, de una vez por todas.
Shennur le indicó a Jha’al cual era lo que tenía que conseguir, antes de la
reunión de la mañana en la corte, y cómo debía proceder para que todo saliese
perfectamente. Shennur le enfatizó que todo lo que tenía que hacer era por el
bien de Bharazar y que no debía fallar. Jha’al aseguró que tendría lo que pedía
y se marchó con unos hombres a algún lugar del palacio.
Shennur
empleó todo el tiempo que quedaba hasta que empezara la sesión en la corte,
para preparar lo que se pudiera hablar, pero sobre todo en lo que pudiera
argumentar Pherrin. Mandó a Bhalathan a recibir a los que fueran llegando por
la mañana. Se aisló en la habitación que hacía de despacho en el palacio real,
una modesta estancia, con menos cosas que las que poseía en su refugio privado
en su hacienda. Este despacho se encontraba cerca del salón del trono y del
despacho o recibidor del emperador, una estancia donde normalmente se reunía el
consejo imperial, que actualmente lo formaba Pherrin y Shen’Ahl, ya que él
prácticamente había sido aislado por Pherrin. Esperaba que Bharazar le
mantuviera por un tiempo en el consejo, pero se temía que el nuevo emperador le
acabara reemplazando. La verdad es que no había sido el canciller más modélico
y reemplazó a alguien que a la larga valoraba más su puesto que la función que
debería realizar. Nunca hubiera esperado eso de su tío Mhaless.
En algún
momento, alguna sirvienta le había traído algo para desayunar, pero estaba tan
enfrascado en la estrategia a seguir, que había pasado por alto la presencia de
la sierva. Su estómago rugió y se dio cuenta que se había pasado toda la noche
despierto. La última vez que había ingerido comida alguna había sido durante el
almuerzo en su casa. Terminó con los pastelitos y la taza de café con una
voracidad importante. Justo cuando daba el último sorbo, notó la presencia de
Bharazar en la puerta del despacho.
-
Buenos días, prínc…, digo, majestad -Shennur aún no había
asimilado que Shen’Ahl ya no estaba-. ¿Qué puedo hacer por vos?
-
Necesito que enviéis este mensaje a vuestra casa -indicó Bharazar,
dejando un papelito doblado sobre la mesa tras la que estaba sentado Shennur-.
¿Habéis visto a Jha’al?
-
Sí, excelencia -asintió Shennur tomando el papel, pero sin
abrirlo-. Está realizando un trabajo para mí. Si las cosas se cumplen como está
previsto, volverá a estar a vuestro lado tras la reunión de la corte. Lo haré
entregar inmediatamente. ¿Qué va hacer hasta la mañana, majestad?
-
Me voy a descansar, canciller -dijo con voz neutra Bharazar.
-
Emperador, junto al salón de audiencias, hay una serie de
estancias, donde se reúne el consejo imperial. Hay un pequeño comedor formado
por divanes, allí puede descansar si lo desea -avisó Shennur, que notaba el
cansancio en Bharazar.
-
Gracias por tus desvelos, canciller -agradeció Bharazar, que se
dirigió hacia la puerta, pero se volvió antes de salir-. Yo no quería que esto
saliese así.
-
Yo tampoco, majestad.
Bharazar
salió de la estancia, encogiéndose de hombros. Tras él iba su buen Siahl y
varios de los catafractos, aun vestidos como guardias imperiales. Shennur
recordó que era mejor asignar los nombres de los catafractos a la guardia,
antes de que alguno de los verdaderos centinelas se diera cuenta que eran
impostores. Buscó entre sus papeles la lista con los nombres, que le había
pasado Bharazar el mismo día que habían llegado, para el asunto de los permisos
y las pagas atrasadas. Se encargó de redactar un memorando sobre su traslado
desde las unidades de caballería pesada a la guardia de corps del nuevo
emperador. Cuando revisaba el informe, para descubrir posibles erratas, se
acordó del papelito que estaba sobre la mesa. Lo desdobló y lo leyó. Al momento
se descubrió sonriendo, ya que Bharazar iba a hacer algo que él esperaba
proponerle dentro de unos días, tal vez tras el funeral de su hermano, pero
parecía que el nuevo emperador lo había decidido por su cuenta. Se encargaría
de que todo se llevara según los designios de Bharazar.
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