Seguidores

domingo, 1 de abril de 2018

El juego cortesano (41)


Bharazar pasó lo que quedaba de la noche velando el cuerpo de su hermano, que permanecía desnudo sobre una mesa de mármol, en una de las bodegas del palacio, que servía de cámara ceremonial, para preparar a los muertos imperiales para su tránsito al otro lado. Los criados limpiarían el cuerpo y lo embalsamarían, según las tradiciones imperiales. Estando allí abajo, Bharazar no se enteró de que Jha’al había tenido éxito en su misión. Resultados que le explicó a Shennur, quien se quedó sorprendido primero y muy contento al ver que Sheran había creado un plan que le haría librarse de su enemigo más temible, Pherrin, de una vez por todas. Shennur le indicó a Jha’al cual era lo que tenía que conseguir, antes de la reunión de la mañana en la corte, y cómo debía proceder para que todo saliese perfectamente. Shennur le enfatizó que todo lo que tenía que hacer era por el bien de Bharazar y que no debía fallar. Jha’al aseguró que tendría lo que pedía y se marchó con unos hombres a algún lugar del palacio.

Shennur empleó todo el tiempo que quedaba hasta que empezara la sesión en la corte, para preparar lo que se pudiera hablar, pero sobre todo en lo que pudiera argumentar Pherrin. Mandó a Bhalathan a recibir a los que fueran llegando por la mañana. Se aisló en la habitación que hacía de despacho en el palacio real, una modesta estancia, con menos cosas que las que poseía en su refugio privado en su hacienda. Este despacho se encontraba cerca del salón del trono y del despacho o recibidor del emperador, una estancia donde normalmente se reunía el consejo imperial, que actualmente lo formaba Pherrin y Shen’Ahl, ya que él prácticamente había sido aislado por Pherrin. Esperaba que Bharazar le mantuviera por un tiempo en el consejo, pero se temía que el nuevo emperador le acabara reemplazando. La verdad es que no había sido el canciller más modélico y reemplazó a alguien que a la larga valoraba más su puesto que la función que debería realizar. Nunca hubiera esperado eso de su tío Mhaless.

En algún momento, alguna sirvienta le había traído algo para desayunar, pero estaba tan enfrascado en la estrategia a seguir, que había pasado por alto la presencia de la sierva. Su estómago rugió y se dio cuenta que se había pasado toda la noche despierto. La última vez que había ingerido comida alguna había sido durante el almuerzo en su casa. Terminó con los pastelitos y la taza de café con una voracidad importante. Justo cuando daba el último sorbo, notó la presencia de Bharazar en la puerta del despacho.

-       Buenos días, prínc…, digo, majestad -Shennur aún no había asimilado que Shen’Ahl ya no estaba-. ¿Qué puedo hacer por vos?
-       Necesito que enviéis este mensaje a vuestra casa -indicó Bharazar, dejando un papelito doblado sobre la mesa tras la que estaba sentado Shennur-. ¿Habéis visto a Jha’al?
-       Sí, excelencia -asintió Shennur tomando el papel, pero sin abrirlo-. Está realizando un trabajo para mí. Si las cosas se cumplen como está previsto, volverá a estar a vuestro lado tras la reunión de la corte. Lo haré entregar inmediatamente. ¿Qué va hacer hasta la mañana, majestad?
-       Me voy a descansar, canciller -dijo con voz neutra Bharazar.
-       Emperador, junto al salón de audiencias, hay una serie de estancias, donde se reúne el consejo imperial. Hay un pequeño comedor formado por divanes, allí puede descansar si lo desea -avisó Shennur, que notaba el cansancio en Bharazar.
-       Gracias por tus desvelos, canciller -agradeció Bharazar, que se dirigió hacia la puerta, pero se volvió antes de salir-. Yo no quería que esto saliese así.
-       Yo tampoco, majestad.

Bharazar salió de la estancia, encogiéndose de hombros. Tras él iba su buen Siahl y varios de los catafractos, aun vestidos como guardias imperiales. Shennur recordó que era mejor asignar los nombres de los catafractos a la guardia, antes de que alguno de los verdaderos centinelas se diera cuenta que eran impostores. Buscó entre sus papeles la lista con los nombres, que le había pasado Bharazar el mismo día que habían llegado, para el asunto de los permisos y las pagas atrasadas. Se encargó de redactar un memorando sobre su traslado desde las unidades de caballería pesada a la guardia de corps del nuevo emperador. Cuando revisaba el informe, para descubrir posibles erratas, se acordó del papelito que estaba sobre la mesa. Lo desdobló y lo leyó. Al momento se descubrió sonriendo, ya que Bharazar iba a hacer algo que él esperaba proponerle dentro de unos días, tal vez tras el funeral de su hermano, pero parecía que el nuevo emperador lo había decidido por su cuenta. Se encargaría de que todo se llevara según los designios de Bharazar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario