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miércoles, 11 de abril de 2018

Unión (15)

Ophan, sorprendido al ver a sus mercenarios muertos en el suelo, a los siervos en semicírculo ante él, a su hijo y a Ofthar, que observaban con desagrado a su amante, su hermosa Olppa, desnuda, de rodillas en el suelo, intentó avanzar para ayudarla, pero Orot se interpuso.

-       Espera tu turno, cerdo apestoso -gruñó Orot y levantó su espada.
-       Yo soy el señor de Ryam, me debes respeto -gimió con desesperación Ophan, que estaba demasiado asustado.
-       ¡Cállate! -ordenó Orot, indicándole que no iba a tener más paciencia con él.

Ofthar miró a Ophan y frunció el ceño. Luego se volvió para ver que todos los siervos estaban tras sus hombres. Era hora de terminar la farsa de esa mujer. Desenvainó su espada y aclaró la voz.

-       Pueblo de Ryam, soy Ofthar, hijo de Ofhar, canciller de Nardiok, y estoy aquí para apoyar al señor Ophanli a dictar justicia -la voz de Ofthar era potente y pronto se convirtió a quien miraban todos los presentes-. Esta noche, esta mujer ha enviado a esos muertos de hambre a intentar acabar con nuestras vidas, mientras descansábamos en la casa de invitados. El líder de los guardas así lo ha testificado.
-       ¡Miente! -gritó Ophan, tras Orot.
-       Orot, déjale pasar -ordenó Ofthar, que ya había supuesto que el hombre hechizado por Olppa, intentaría defenderla.
-       Mientes, Ofthar, hijo de Ofhar, mi Olppa no haría tal cosa, es una niña buena -defendió Ophan, como un histérico mientras se acercaba a donde estaba la muchacha, pero Mhista se interpuso, por lo que se detuvo antes-. Ese hombre te ha mentido. Pregúntale por qué.
-       Desgraciadamente para él, está muerto, Ophan, hijo de Opher -anunció Ofthar-. Pero las palabras de un moribundo no suelen llevar mentiras, sino congoja o revancha. Eso ya lo sabes. Pero esta mujer es culpable de más delitos, como el de obrar para que desatiendas a tus siervos, que los dejes morir para llenarte de oro y plata.
-       Solo han recibido los castigos típicos por trabajar mal -aseguró Ophan.
-       Lo dudo mucho, hasta lo que nos serviste ayer en la cena era carne correosa y escasa -Ofthar lanzó esa pulla que no sintió bien a Ophan.
-       Las cosechas y la crianza de animales ha sido mala en los últimos años -indicó a modo de disculpa Ophan.
-       Déjate de invenciones, he visto tus almacenes llenos y en tus establos animales cebados -rechazó Ofthar-. Pero ese crimen es una cosa nimia como los asesinatos de tu primera esposa, la sanadora y el sacerdote de Ryam, aquellos que se interponían en su venganza. ¿Cuánto crees que habría durado vivo tu hijo, en sus manos?
-       Mi esposa,... la sanadora,... el sacerdote,... mi hijo,... no sé de qué hablas -balbuceó Ophan, totalmente pillado por sorpresa-. ¿Has perdido el juicio, Ofthar, hijo de Ofhar? O sacas miseria de las tragedias.
-       Yo no soy tan obtuso como tú, Ophan, hijo de Opher. Tú ajusticiaste a su acompañante y ella juró venganza -insistió Ofthar en su teoría-. Su plan era muy complejo. Primero tenía que empezar contigo y vio tu debilidad, la belleza ajena. Pero tu esposa no se hubiera dejado sustituir fácilmente, era una Arnha. Así que la eliminó. Luego el paso a tu lecho era cosa de coser y cantar. Pronto estaba dirigiendo todo. Necesitaba un grupo de leales y con tu ayuda los fue reuniendo, viejos compañeros de culto. Puedes ver las similitudes de los tatuajes de los hombres y tu querida Olppa.
-       Eso no dice nada, pueden ser casualidades -intentó hablar Ophan.
-       ¡Cállate de una vez! -ordenó Ofthar, que se había hartado de la voz pervertida de Ophan-. Pero dos personas podrían haber dado con el traste a su venganza. La sanadora y el sacerdote no permitirían que se saliera con la suya, así que los eliminó. Sin ellos, podía seguir adelante. Los siervos merecían todos los castigos, ya que apalearon a su amigo, y tú -su dedo índice apuntó Ophan-, perderías tu futuro, tus hijos y tu esposa. Llegado cierto momento morirías, rápido o lentamente, según lo que ella decidiese. ¿No es verdad Olppa?
-       Lo que dices no tiene sentido y… -susurró Ophan, pero una risotada de Olppa le obligó a callarse.
-       Lo has acertado todo, Ofthar, hijo de Ofhar -afirmó Olppa, cuando dejó de reírse-. Ese viejo seboso solo piensa con su miembro. Fue muy fácil manejarlo, como una muñeca de trapo. Pero según te vi ayer, supe que me traerías problemas. ¿Cuándo te diste cuenta?
-       Al observar a Ophanli, su aspecto es el de alguien que está siendo envenenado poco a poco -contestó Ofthar-. Luego las cosas que habían pasado, todo iba encajando con una facilidad pasmosa. Bueno no para alguien como Ophan, qué le vamos a hacer.
-       ¿Y qué vas a hacerme ahora? Puedo lanzarte una maldición que te dure toda la vida -se mofó Olppa.
-       Yo no creo en las blasfemias que salen de tu boca, Olppa, señora de la muerte -espetó sonriente Ofthar.

El insulto contra la religión que seguía Olppa provocó que la muchacha pusiera mala cara. Ofthar sabía de lo intransigente que eran los seguidores de Bheler. Por ello, los creyentes de esta línea herética debían practicar en la oscuridad de sus escondites.

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