Ophan,
sorprendido al ver a sus mercenarios muertos en el suelo, a los siervos en
semicírculo ante él, a su hijo y a Ofthar, que observaban con desagrado a su
amante, su hermosa Olppa, desnuda, de rodillas en el suelo, intentó avanzar
para ayudarla, pero Orot se interpuso.
-
Espera tu turno, cerdo apestoso -gruñó Orot y levantó su espada.
-
Yo soy el señor de Ryam, me debes respeto -gimió con desesperación
Ophan, que estaba demasiado asustado.
-
¡Cállate! -ordenó Orot, indicándole que no iba a tener más
paciencia con él.
Ofthar
miró a Ophan y frunció el ceño. Luego se volvió para ver que todos los siervos
estaban tras sus hombres. Era hora de terminar la farsa de esa mujer.
Desenvainó su espada y aclaró la voz.
-
Pueblo de Ryam, soy Ofthar, hijo de Ofhar, canciller de Nardiok, y
estoy aquí para apoyar al señor Ophanli a dictar justicia -la voz de Ofthar era
potente y pronto se convirtió a quien miraban todos los presentes-. Esta noche,
esta mujer ha enviado a esos muertos de hambre a intentar acabar con nuestras
vidas, mientras descansábamos en la casa de invitados. El líder de los guardas
así lo ha testificado.
-
¡Miente! -gritó Ophan, tras Orot.
-
Orot, déjale pasar -ordenó Ofthar, que ya había supuesto que el
hombre hechizado por Olppa, intentaría defenderla.
-
Mientes, Ofthar, hijo de Ofhar, mi Olppa no haría tal cosa, es una
niña buena -defendió Ophan, como un histérico mientras se acercaba a donde
estaba la muchacha, pero Mhista se interpuso, por lo que se detuvo antes-. Ese
hombre te ha mentido. Pregúntale por qué.
-
Desgraciadamente para él, está muerto, Ophan, hijo de Opher
-anunció Ofthar-. Pero las palabras de un moribundo no suelen llevar mentiras,
sino congoja o revancha. Eso ya lo sabes. Pero esta mujer es culpable de más
delitos, como el de obrar para que desatiendas a tus siervos, que los dejes
morir para llenarte de oro y plata.
-
Solo han recibido los castigos típicos por trabajar mal -aseguró
Ophan.
-
Lo dudo mucho, hasta lo que nos serviste ayer en la cena era carne
correosa y escasa -Ofthar lanzó esa pulla que no sintió bien a Ophan.
-
Las cosechas y la crianza de animales ha sido mala en los últimos
años -indicó a modo de disculpa Ophan.
-
Déjate de invenciones, he visto tus almacenes llenos y en tus
establos animales cebados -rechazó Ofthar-. Pero ese crimen es una cosa nimia
como los asesinatos de tu primera esposa, la sanadora y el sacerdote de Ryam,
aquellos que se interponían en su venganza. ¿Cuánto crees que habría durado
vivo tu hijo, en sus manos?
-
Mi esposa,... la sanadora,... el sacerdote,... mi hijo,... no sé
de qué hablas -balbuceó Ophan, totalmente pillado por sorpresa-. ¿Has perdido
el juicio, Ofthar, hijo de Ofhar? O sacas miseria de las tragedias.
-
Yo no soy tan obtuso como tú, Ophan, hijo de Opher. Tú
ajusticiaste a su acompañante y ella juró venganza -insistió Ofthar en su
teoría-. Su plan era muy complejo. Primero tenía que empezar contigo y vio tu
debilidad, la belleza ajena. Pero tu esposa no se hubiera dejado sustituir
fácilmente, era una Arnha. Así que la eliminó. Luego el paso a tu lecho era
cosa de coser y cantar. Pronto estaba dirigiendo todo. Necesitaba un grupo de
leales y con tu ayuda los fue reuniendo, viejos compañeros de culto. Puedes ver
las similitudes de los tatuajes de los hombres y tu querida Olppa.
-
Eso no dice nada, pueden ser casualidades -intentó hablar Ophan.
-
¡Cállate de una vez! -ordenó Ofthar, que se había hartado de la
voz pervertida de Ophan-. Pero dos personas podrían haber dado con el traste a
su venganza. La sanadora y el sacerdote no permitirían que se saliera con la
suya, así que los eliminó. Sin ellos, podía seguir adelante. Los siervos
merecían todos los castigos, ya que apalearon a su amigo, y tú -su dedo índice
apuntó Ophan-, perderías tu futuro, tus hijos y tu esposa. Llegado cierto
momento morirías, rápido o lentamente, según lo que ella decidiese. ¿No es
verdad Olppa?
-
Lo que dices no tiene sentido y… -susurró Ophan, pero una risotada
de Olppa le obligó a callarse.
-
Lo has acertado todo, Ofthar, hijo de Ofhar -afirmó Olppa, cuando
dejó de reírse-. Ese viejo seboso solo piensa con su miembro. Fue muy fácil
manejarlo, como una muñeca de trapo. Pero según te vi ayer, supe que me
traerías problemas. ¿Cuándo te diste cuenta?
-
Al observar a Ophanli, su aspecto es el de alguien que está siendo
envenenado poco a poco -contestó Ofthar-. Luego las cosas que habían pasado,
todo iba encajando con una facilidad pasmosa. Bueno no para alguien como Ophan,
qué le vamos a hacer.
-
¿Y qué vas a hacerme ahora? Puedo lanzarte una maldición que te
dure toda la vida -se mofó Olppa.
-
Yo no creo en las blasfemias que salen de tu boca, Olppa, señora
de la muerte -espetó sonriente Ofthar.
El
insulto contra la religión que seguía Olppa provocó que la muchacha pusiera
mala cara. Ofthar sabía de lo intransigente que eran los seguidores de Bheler.
Por ello, los creyentes de esta línea herética debían practicar en la oscuridad
de sus escondites.
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