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domingo, 8 de abril de 2018

La odisea de la cazadora (21)


Un llanto fue lo que le despertó a Gynthar, aunque tal vez fuera un vocerío. Se levantó y vio que ya estaba amaneciendo. Empezó a plegar su capa y puso todo su interés en los tres jóvenes y en Lybhinnia. El mayor de los tres parecía discutir con la cazadora, mientras que los dos jóvenes permanecían silenciosos.

-       Esta arboleda es nuestro hogar, no queremos irnos, no sin nuestros padres -se quejaba Romhto, como si fuera el portavoz de los tres-. Les esperaremos hasta que vuelvan.
-       Eso no es posible, le prometí a la mhilderein que os protegeríamos a partir de ayer -terció Lybhinnia-. No podemos quedarnos aquí, debemos seguir y…
-       La anciana estaba chocha -dijo Ilymha, sorbiéndose los mocos, sin soltar a Lhybber.
-       ¿Qué? Esa es forma de hablar de una gran persona, que os ha estado cuidando hasta el último de sus días, no voy a tolerar esto -regañó Lybhinnia, pero sin fuerza, ni a Gynthar le pareció que fuera a imponerse.


El guerrero supuso que la cazadora en un intento de proteger y mantener más cuidados a los supervivientes había obviado la realidad. Gynthar suspiró, guardó la capa en su bandolera, se las colocó y luego su espada. Fue recuperando sus efectos personales y se acercó a ellos.

-       Vuestros padres están muertos, asesinados, la chamán en un último esfuerzo os protegió, gastó su vida eterna para que vosotros pudierais tener una -informó Gynthar con voz neutra-. Esta arboleda está muerta. Nosotros tenemos que seguir nuestro viaje, nuestra misión. Queremos que vengáis con nosotros, nos encargaremos de vosotros. Pero tenéis otras opciones. Las cocineras han dejado algunos víveres. Si los racionáis bien os podrían durar un mes, tal vez dos. Tú, sabes algo de la vida del cazador -Gynthar señaló a Lhybber-. Pensarás que puedes cazar algo, pues lo siento, pero no hay caza en esta zona. Deberás viajar y estás solo, no durarás lo suficiente para traerles carne, les dejarás en la estacada. También podríais marcharos de aquí, pero sin un adulto duraríais tan poco como él cazando solo. Las dos opciones por vuestra cuenta os llevarían a la muerte, un flaco favor por los que os protegieron hasta el final.
-       ¡Gynthar! -gritó Lybhinnia, enfadada porque el guerrero les había contado la verdad.


El guerrero miró a los ojos a la cazadora, no buscaba su perdón, sino que quería que comprendiese que si no les enseñaba la verdad a los jóvenes estos no la creerían de ningún modo.

-       Sobreviviremos… sobreviviremos si te seguimos, eso es lo que dices -fue Ilyhma, con una vocecita un poco chillona la que habló.
-       Eso no lo sé, pero sí tengo claro que haré todo lo que pueda para que eso ocurra, pues sois el futuro de nuestra raza -afirmó Gynthar, mientras Lybhinnia observaba todo sorprendida, porque parecía que se había equivocado de estrategia.
-       ¿Qué debemos hacer? -preguntó Lhybber, separándose de Ilyhma.
-       He preparado armaduras y armas, así como cosas para llevar -indicó Gynthar-. Romhto, ponte la armadura pesada, así como la espada larga y la daga grande. Lhybber la ligera, arco, carcaj y daga. Ilyhma, la camisola y la daga. Pero antes, cambiaros las ropas por las de viaje. Lybhinnia, acompaña a Ilyhma a la cabaña de Shiymia. Luego, reúnete con Lhybber y que te cuente lo que sabe, a ver que puntería tiene. A Romhto lo valoraré yo.
-       Bien -respondieron todos.


Lybhinnia e Ilyhma se marcharon, mientras que los dos jóvenes se empezaron a desnudar, hasta quedarse con el taparrabos únicamente. Gynthar les enseñó a ponerse las ropas de viaje, de mayor grosor y fortaleza que las que se usaban en las arboledas. Primero ayudó a Lhybber con la armadura ligera. Gynthar se dio cuenta que tanto la ropa como la armadura de cuero le quedaban grande, y eso que era la más pequeña que había encontrado. Con ayuda de un cinturón y unas bandas de cuero se la dejó lo más ceñida posible, para evitar que fuera un estorbo en su camino. Luego le colocó el carcaj a la espalda, así como el tahalí para la daga. Tomó un paquete de flechas, lo soltó y llenó el carcaj con cuidado. Cuando le pareció que todo estaba en su sitio pasó a ayudar a Romtho, pero este ya se había vestido con la ropa de viaje y ahora le tocaba la armadura pesada. Incluso un guerrero veterano como Gynthar le costaba ponerse solo la armadura, por ello asistió a Romhto, que tuvo que aceptar la ayuda a regañadientes tras ver que no podía hacerlo solo.

Gynthar le pidió a Lhybber que esperara a Lybhinnia y ordenó a Romhto que colocase sus armas en sus vainas, pues necesitaba conocer cuál era su tiempo de respuesta. El joven guerrero asintió e hizo lo que pedía, pues ya había intentado hacer las cosas a su modo con la armadura y había quedado como un tonto. Gynthar no se lo había echado en cara, pero sabía que había quedado mal con el veterano.

-       Vamos a empezar, saca la espada lo más rápido que puedas y atácame con tu fuerza -dijo Gynthar, que le hizo un gesto a Lhybber para que se alejara y puso su mano en el mango de su arma-. ¡Ya!

Romhto colocó su mano sobre la empuñadura de su espadón, sacándola con fuerza, haciendo un arco por encima de su cabeza y dejándola caer con fuerza hacia delante, hasta que chocó contra el suelo de la plataforma, en el punto donde había estado Gynthar, que se había movido hacia un lado. El joven lanzó un grito de frustración y fue atacando a Gynthar que daba saltitos por la plataforma, girando alrededor de Romhto. En unos ataques se limitaba a esquivar y en otros paraba el ataque. Gynthar notaba la fuerza sin medida de Romhto cada vez que atacaba, pero veía que al joven le faltaba movilidad, al fin y al cabo, le enseñaban para ser herrero y no guerrero. Pero había potencial, Gynthar creía que podía sacar un guerrero de él, y en esos menesteres rara vez solía equivocarse.

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