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domingo, 15 de abril de 2018

La odisea de la cazadora (22)


Lybhinnia había cerrado la puerta de la cabaña y había ayudado a Ilyhma a desvestirse. Como ya había supuesto la cazadora, la joven no se había desarrollado como adulta, su pecho era plano y sus facciones demasiado juveniles. La vistió como mejor sabía y se encargó de consolar a Ilyhma, quien había comenzado a llorar cuando le quitaba la ropa andrajosa que portaba.

-       No te preocupes, Ilyhma, nosotros os ayudaremos -le dijo Lybhinnia con una voz dulce.
-       Mis padres… mis padres no nos dejarían… -Lybhinnia conseguía entender entre los largos sollozos de Ilyhma-... ellos siempre estarían para cuidar de nosotros…
-       Y estuvieron hasta el último segundo de vida defendiéndoos, nunca lo olvides, Ilyhma -aseguró Lybhinnia, mientras le secó las lágrimas-. No os hubiéramos encontrado si ellos no hubieran hecho lo imposible para daros esta oportunidad.


Ilyhma empezó a sorber los mocos y las lágrimas comenzaron a menguar, hasta que se fijó en la camisola que Lybhinnia estaba desplegando, era bonita, con las gemas y las placas de plata. La cazadora no tuvo problema en ponérsela, así como la túnica de viaje sobre ella. Una vez que la tuvo vestida, le estuvo preguntando si conocía el arte de la sanación, y para alivio de Lybhinnia, Ilyhma conocía como aplicar los remedios básicos, así como cerrar heridas y cortar hemorragias. La joven llevaría unos cuantos sacos, tanto colgados de su cinturón, como en una bandolera con elementos que Gynthar había tomado de la cabaña de la sanadora, tanto polvos, como vendas y ungüentos.

Estaban hablando cuando el entrechocar de las espadas les devolvió a la realidad y Lybhinnia recordó que tenía que valorar al joven cazador. Abrió la puerta y salieron a la plataforma. Gynthar luchaba o más bien giraba alrededor de Romhto. Lybhinnia observó la cara sería del guerrero y supuso que no estaba muy contento con lo que veía, pues el joven lanzaba ataques muy estáticos. Las dos elfas fueron hacia la mesa, dando un amplio círculo para evitar molestar a Gynthar.

-       Ilyhma, puedes quedarte aquí esperando -indicó Lybhinnia, que miró a Lhybber-. Tú, sígueme, hay que ver que ducho eres con el arco.

Lhybber que miraba embobado la lucha de su amigo, asintió y siguió los pasos a la cazadora. Ilyhma prefirió quedarse para animar a su hermano. Los dos cazadores descendieron por las plataformas hasta el suelo, la zona de cultivos abandonados de la arboleda. Lybhinnia tuvo que buscar durante un rato, pero consiguió encontrar una de las dianas que usaban los cazadores de Lhym para sus entrenamientos. Luego se llevó a Lhybber hasta la distancia óptima y le pidió que lanzase.

El primer disparo de Lhybber se perdió hacia el fondo de la arboleda, pasando muy cerca de la diana, pero no la acertó. Luego lanzó un par de disparos más. El primero dio en la diana, pero lejos del centro, el segundo fue más interesante, no acertó en el centro, pero se quedó muy cerca. Entonces Lybhinnia le pidió que lanzara tres flechas más juntas, sin esperar a pensar, tenía que imaginarse que la diana era un oso o un lobo de las estepas, al que si no acababa rápido con él, se convertiría en su verdugo. Lhybber hizo lo que pedía y para sorpresa de Lybhinnia el muchacho acertó las tres en la diana, tal vez no muy centradas, pero harían daño. Con práctica podría ser un buen cazador.

Cuando Lybhinnia estuvo segura, le mandó a recuperar las flechas, o por lo menos las que estuvieran bien. Lhybber regresó con los proyectiles, Lybhinnia los revisó y le enseñó cuales debía desechar, pues cargar con flechas inservibles era una tontería. Iban a volver hacia la escala para regresar, cuando llegaron Gynthar y los otros dos jóvenes.

-       ¿Qué tal es como arquero? -preguntó Gynthar.
-       Tiene madera y una buena puntería -aseguró Lybhinnia-. Puedo sacar un buen cazador de él. Por ahora nos viene bien un segundo arquero. ¿Y Romhto?
-       Tiene fuerza, equilibrio y tesón -indicó Gynthar-. Le falta movimiento y un buen instructor, pero conseguiré un sacar un guerrero de él.
-       Yo creo que tiene al mejor instructor posible -alabó Lybhinnia a Gynthar, que se limitó a sonreír.
-       ¿Estamos listos? -quiso saber Gynthar, al tiempo que le pasaba el macuto a Lybhinnia.
-       Hacia el norte -dijo Lybhinnia, mientras se echaba su macuto a la espalda, así como el carcaj repleto de flechas-. ¡Nos vamos ya!

Los jóvenes les miraron y se acercaron.

-       Viajaremos en fila, con cuidado -les informó Gynthar a los jóvenes, ya que era el de más edad-. Lybhinnia irá delante, Romhto, tú tras ella, listo para obedecer sus órdenes. Ilyhma tras tu hermano. Lhybber vas el siguiente y yo cierro.

Todos asintieron y empezaron a moverse con el trotecito habitual, una mezcla entre un paso largo y una carrera corta. Según los tres jóvenes pasaron por debajo de la entrada y comenzaron a rodear la empalizada de la arboleda, no pudieron evitar echar unos últimos vistazos a su antigua morada. Gynthar, que había temido que los jóvenes no pudieran aguantar el paso, sobretodo Ilyhma, respiró aliviado, al ver que se adaptaban bien a la marcha.

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