Lybhinnia
había cerrado la puerta de la cabaña y había ayudado a Ilyhma a desvestirse.
Como ya había supuesto la cazadora, la joven no se había desarrollado como
adulta, su pecho era plano y sus facciones demasiado juveniles. La vistió como
mejor sabía y se encargó de consolar a Ilyhma, quien había comenzado a llorar
cuando le quitaba la ropa andrajosa que portaba.
-
No te preocupes, Ilyhma, nosotros os ayudaremos -le dijo Lybhinnia
con una voz dulce.
-
Mis padres… mis padres no nos dejarían… -Lybhinnia conseguía
entender entre los largos sollozos de Ilyhma-... ellos siempre estarían para
cuidar de nosotros…
-
Y estuvieron hasta el último segundo de vida defendiéndoos, nunca
lo olvides, Ilyhma -aseguró Lybhinnia, mientras le secó las lágrimas-. No os hubiéramos
encontrado si ellos no hubieran hecho lo imposible para daros esta oportunidad.
Ilyhma
empezó a sorber los mocos y las lágrimas comenzaron a menguar, hasta que se
fijó en la camisola que Lybhinnia estaba desplegando, era bonita, con las gemas
y las placas de plata. La cazadora no tuvo problema en ponérsela, así como la
túnica de viaje sobre ella. Una vez que la tuvo vestida, le estuvo preguntando
si conocía el arte de la sanación, y para alivio de Lybhinnia, Ilyhma conocía
como aplicar los remedios básicos, así como cerrar heridas y cortar
hemorragias. La joven llevaría unos cuantos sacos, tanto colgados de su
cinturón, como en una bandolera con elementos que Gynthar había tomado de la
cabaña de la sanadora, tanto polvos, como vendas y ungüentos.
Estaban
hablando cuando el entrechocar de las espadas les devolvió a la realidad y
Lybhinnia recordó que tenía que valorar al joven cazador. Abrió la puerta y
salieron a la plataforma. Gynthar luchaba o más bien giraba alrededor de
Romhto. Lybhinnia observó la cara sería del guerrero y supuso que no estaba muy
contento con lo que veía, pues el joven lanzaba ataques muy estáticos. Las dos elfas
fueron hacia la mesa, dando un amplio círculo para evitar molestar a Gynthar.
-
Ilyhma, puedes quedarte aquí esperando -indicó Lybhinnia, que miró
a Lhybber-. Tú, sígueme, hay que ver que ducho eres con el arco.
Lhybber
que miraba embobado la lucha de su amigo, asintió y siguió los pasos a la
cazadora. Ilyhma prefirió quedarse para animar a su hermano. Los dos cazadores
descendieron por las plataformas hasta el suelo, la zona de cultivos
abandonados de la arboleda. Lybhinnia tuvo que buscar durante un rato, pero
consiguió encontrar una de las dianas que usaban los cazadores de Lhym para sus
entrenamientos. Luego se llevó a Lhybber hasta la distancia óptima y le pidió
que lanzase.
El primer
disparo de Lhybber se perdió hacia el fondo de la arboleda, pasando muy cerca
de la diana, pero no la acertó. Luego lanzó un par de disparos más. El primero
dio en la diana, pero lejos del centro, el segundo fue más interesante, no
acertó en el centro, pero se quedó muy cerca. Entonces Lybhinnia le pidió que
lanzara tres flechas más juntas, sin esperar a pensar, tenía que imaginarse que
la diana era un oso o un lobo de las estepas, al que si no acababa rápido con
él, se convertiría en su verdugo. Lhybber hizo lo que pedía y para sorpresa de
Lybhinnia el muchacho acertó las tres en la diana, tal vez no muy centradas,
pero harían daño. Con práctica podría ser un buen cazador.
Cuando
Lybhinnia estuvo segura, le mandó a recuperar las flechas, o por lo menos las
que estuvieran bien. Lhybber regresó con los proyectiles, Lybhinnia los revisó
y le enseñó cuales debía desechar, pues cargar con flechas inservibles era una
tontería. Iban a volver hacia la escala para regresar, cuando llegaron Gynthar
y los otros dos jóvenes.
-
¿Qué tal es como arquero? -preguntó Gynthar.
-
Tiene madera y una buena puntería -aseguró Lybhinnia-. Puedo sacar
un buen cazador de él. Por ahora nos viene bien un segundo arquero. ¿Y Romhto?
-
Tiene fuerza, equilibrio y tesón -indicó Gynthar-. Le falta
movimiento y un buen instructor, pero conseguiré un sacar un guerrero de él.
-
Yo creo que tiene al mejor instructor posible -alabó Lybhinnia a
Gynthar, que se limitó a sonreír.
-
¿Estamos listos? -quiso saber Gynthar, al tiempo que le pasaba el
macuto a Lybhinnia.
-
Hacia el norte -dijo Lybhinnia, mientras se echaba su macuto a la
espalda, así como el carcaj repleto de flechas-. ¡Nos vamos ya!
Los
jóvenes les miraron y se acercaron.
-
Viajaremos en fila, con cuidado -les informó Gynthar a los
jóvenes, ya que era el de más edad-. Lybhinnia irá delante, Romhto, tú tras
ella, listo para obedecer sus órdenes. Ilyhma tras tu hermano. Lhybber vas el
siguiente y yo cierro.
Todos
asintieron y empezaron a moverse con el trotecito habitual, una mezcla entre un
paso largo y una carrera corta. Según los tres jóvenes pasaron por debajo de la
entrada y comenzaron a rodear la empalizada de la arboleda, no pudieron evitar
echar unos últimos vistazos a su antigua morada. Gynthar, que había temido que
los jóvenes no pudieran aguantar el paso, sobretodo Ilyhma, respiró aliviado,
al ver que se adaptaban bien a la marcha.
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