Los
primeros paseos llegaron, pero tal y como había vaticinado Fibius, eran
cansados. Ayudado por el herrero al principio y luego con unas muletas de
madera que le había hecho Gholma, pudo moverse aun cuando Fibius tenía que
estar trabajando en la forja o abajo, con sus fieles. Entre los paseos, seguía
en la cama, pero en ocasiones se pasaba el tiempo leyendo. Fibius le había
enseñado a leer, aunque para sorpresa del herrero el niño ya tenía nociones de
las letras y sus sonidos. Eso fue algo que le dejó pensativo durante un tiempo.
Los libros eran compendios de varias materias, matemáticas, historia,
naturaleza y artes militares. Fhin le preguntó una vez a Fibius de donde sacaba
esos libros y este indicó que eran de un amigo, no Gholma sino otro. Se fue de
la habitación haciéndose el ofendido, indicando que él tenía más amigos que
Gholma.
Unas semanas
tras el descubrimiento de Fibius sobre la capacidad de lectura de Fhin, el
herrero decidió que era hora de hablar con Gholma, pues estaba seguro de que su
amigo escondía algo con respecto al niño. Según su amigo llegó de visita, como
siempre se lo llevó a una sala donde no solía dejar entrar a Fhin. El niño que
notó algo raro se acercó con cuidado, intentando que no se escucharan los
golpes de las muletas, hasta quedarse parado ante la puerta, que se había
quedado entreabierta.
-
¿Quién es el niño, Gholma? -dijo Fibius, mirando a los ojos a su
amigo.
-
Ya te lo he dicho el hijo de… -empezó a decir Gholma, pero se
detuvo al ver los ojos que se clavaban en los suyos.
Gholma
suspiró y se dejó caer en un taburete. Fibius le imitó.
-
Es el hijo de Laester -dejó caer Gholma, como quitándose un peso
de encima.
-
¿De Laester? -repitió Fibius, con una mezcla de sorpresa e
incredulidad.
-
Lhima me lo contó tras su fin -añadió Gholma, mirando al techo,
recordando algo del pasado-. La pobre estaba destrozada, él la iba a cuidar,
pero las acciones de Laester le llevaron a esa situación. En aquel tiempo, yo
ya trabajaba para doña Dhisva, así que no me fue difícil meterla como
sirvienta. Lo que nadie se esperaba es que estuviera embarazada. Entre lo de Laester
y luego el niño, Lhima cayó en la enfermedad. Doña Dhisva cada vez estaba más
necesitada de control, pero ambas se me opusieron. Lhima se introdujo en uno de
los cuartuchos, del que se negó a salir, pasando de los halagos a las pasiones
desenfrenadas, buscando olvidar su pérdida, olvidándose de Fhin. La patrona
quería oro, así que no le importó el cambio. Al no poder hacer nada por ella,
me volqué en el niño.
-
Ahora entiendo porque se le da bien las palabras y parece que
tiene nociones de lectura, ya sabe las letras -indicó Fibius.
-
Supongo que Lhima le enseñó algo antes de caer enferma -comentó
Gholma-. Al final, Fhin era lo único que le quedaba de Laester. Ella, antes de
la enfermedad realmente amaba a ese niño.
En ese
momento, Fhin abrió la puerta y se quedó mirándolos, con lágrimas en los ojos.
-
¿Quién es Laester? -les gritó Fhin, medio congestionado.
-
Es alguien del pasado, ya no importa supongo -dijo Fibius.
-
¿Es mi padre? -añadió Fhin.
-
Fue tu padre, sí, o eso aseguraba Lhima -respondió Gholma-. Yo
siempre creí a tu madre. Por qué no lo iba a hacer, era una mujer respetable.
Desgraciadamente para ti y para ella, él tenía otras prioridades.
El niño
seguía de pie, mirando a Gholma, en silencio, pero cualquiera se daba cuenta
que la breve explicación de Gholma no era suficiente.
-
Fibius y yo conocimos a tu padre en el ejército, pero él no se
quedó tanto como nosotros, sino que regresó a casa antes -empezó a contar
Gholma-. Cuando estuvo con nosotros era un gran guerrero, un buen oficial, un
maravilloso amigo. Pero era un idealista. Poco a poco fue viendo en qué fallaba
el ejército imperial, la burocracia y la jerarquía imperial. Durante años, tras
su marcha, no volvimos a verlo. Incluso tras nuestro regreso, pasó tiempo hasta
que Leaster se nos acercó. Nos habló de su sueño, de un reino nuevo, un reino
para las masas, eso sí dirigido por los nobles, los únicos realmente preparados
para ello. Un senado compuesto por los poderosos era quien debía regir el
reino. intentó que nos uniéramos a su sueño, pero la verdad es que no creíamos
en ello. Yo estaba harto de guerras, de peleas, ya nadie se acordaba del reino
libre que fuimos en el pasado. Fibius quería llevar la palabra de Bhall, no la
espada.
-
Leaster tenía un grupo de nobles leales, pero como en todo rebaño,
siempre hay alguna oveja que quiere destacar más que el pastor -siguió Fibius-.
Unos nobles le hicieron creer que el pueblo le apoyaría, al tiempo que
advertían al imperio de todo. Entonces todo se lanzó, de lleno hacia el
fracaso. Tu padre se alzó convencido que todo estaba listo. Muchos le siguieron
y su sangre acabó manchando toda la ciudad. El imperio, advertido pero con
ganas de dejar una impronta en la ciudad, llevó a cabo una persecución contra
otros que no estaban en el ajo. El gobernador sabía de la existencia de un
grupo de seguidores de Bhall, pero como eran pacíficos, les permitía actuar a
su libre albedrío. Pero el inquisidor general de Rhetahl aseguró que estaban
entre los insurrectos. Esas noches perdí a muchos amigos y fieles. Ayudado por
Gholma hui de mi casa en el barrio de los mercaderes, dejando atrás a mi esposa
muerta, tras haber vivido con ella tan poco. Me trajo aquí, pues ni ese día los
imperiales osaron cruzar la muralla.
-
Tu padre fue ejecutado, pero con él se llevó las ilusiones de
muchos ciudadanos -señaló Gholma, relevando a Fibius-. La casa de tu padre fue
destruida, sus tierras se las quedaron los que ayudaron al imperio, los
Mendhezan, y Lhima se quedó sin esposo ni dinero. Yo la escondí de los
imperiales, os escondí a ambos. Pero ahora nadie recuerda ya a Laester y su
casa. Algunos, los que perdieron a seres queridos lo recuerdan con odio.
Nosotros con tristeza. Laester para ti ya no es nada y así debería quedarse.
Fhin,
sorbió los mocos y le acusó de no haberle dicho nada de aquello. Gholma se
limitó a sacudir los hombros. El niño se dio la vuelta y se marchó de allí.
Gholma intentó ir a detenerle, pero Fibius se lo impidió, pues sabía que debía
dejar que el niño pasará aquello solo. Cuando estuviera listo para hablar de
ello, ya les encararía.
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