Vyridher
lanzó un chillido, un grito espeluznante, que a Gynthar y a Lybhinnia les
recordó los aullidos de los lobos moribundos al convertirse en el alimento de
sus antiguos compañeros, incluso se parecía al lamento que emanó de la carne de
ciervo que Armhiin había quemado no hacía tanto tiempo. Ambos vieron como sus
compañeros de armas daban un paso atrás, llevados por el miedo. Pero también
que Armhiin se mantenía firme, en su sitio, preparado para actuar. Algunos
elfos llegaron por las pasarelas, cargados con espadas, arcos y carcajes
repletos de flechas, que fueron entregando a los que formaban la línea. En el
consejo no se permitía estar armado de ninguna forma, pero si había que luchar
con Vyridher, habría que hacerlo bien.
- ¿Qué has hecho, anciano? -preguntó Vyridher, entre lamentos, pues
empezaba a darse cuenta que tenía heridas por los brazos, hombros y piernas-.
¿Qué sortilegio es este? ¡Responde!
- ¿Sortilegio? No, nada parecido, solo una protección contra ti, la
oscuridad -respondió Armhiin-. Nosotros, los elfos somos muy antiguos, más que
la maldición que te creo, más que las ideas de los finitos, hemos visto de todo
y veremos mucho más. Te conmino a que abandones a Vyridher y desaparezcas.
Vyridher
comenzó a reírse a carcajada batiente, pero había algo distinto, era falsa,
como la de alguien que solo fanfarroneaba. Pues la oscuridad que parecía haber
arraigado en el cuerpo de Vyridher no parecía tener todas consigo. El cuerpo se
movió de improviso, saltó hacia otro punto, no contra Armhiin, pero pasó
exactamente lo mismo, chocó contra la barrera. Se dio cuenta de su error, pues
la barrera le rodeaba por completo, no era un escudo que le impedía atacar al
chamán. Había vuelto a subestimar al anciano elfo, lo hizo en sus sueños y
ahora en la realidad. Pero el error no podía ser más costoso, pues en cada
golpe con la barrera, esta le quitaba fuerza. Sabía que no perdería su influjo
en el elfo, pero que no sería tan poderoso como esperaba, no en esa forma. El
cuerpo de Vyridher se agachó, haciéndose un ovillo, mientras una pátina
negruzca empezó a aflorar por los poros de la piel.
- Ahora veremos si eres capaz de algo, viejo -dijo Vyridher,
mientras se ponía de pie. El cuerpo había sido recubierto por una lámina negra,
de algo que parecía un líquido supurante. Algunas gotas cayeron al suelo y un
hilillo de humo apareció en la madera.
- ¡Tened cuidado! No os dejéis alcanzar por ese líquido ponzoñoso
-advirtió Armhiin-. Es maldad pura y odio, corroerá vuestra carne. Las armas
pueden volver a ser forjadas, pero los cuerpos no volverán a la vida.
El cuerpo
de Vyridher empezó a moverse, lanzando trozos del líquido a doquier. Para su
sorpresa, pasaban la barrera y caían entre los elfos. Pero estos advertidos por
Armhiin eran muy capaces de esquivar los curiosos proyectiles. Entonces ocurrió
algo que no se esperaba Armhiin, que no había previsto, ni él, ni la sombra,
Vyridher rompió sus lazos con el ente y como tal el cuerpo se quedó paralizado.
- ¿Qué haces? Querías ser poderoso, querías que te respetarán, yo te
lo puedo dar -dijo la voz, alta y clara, lo escucharon todos los presentes.
- Les haces daño, yo… no quiero eso… Dhearryn es mi amigo… -se
escuchó la voz de Vyridher, esta vez auténtica, al tiempo que la lámina negra
se solidificaba y empezaba a fracturarse-. Tú solo buscas alguien que te lleve,
no te necesito, yo...
La voz de
Vyridher se convirtió en un alarido de dolor. Armhiin y el resto vieron que le
causaba tanto dolor. Inmensas llagas y quemaduras horadaban su cuerpo,
apareciendo allí donde la sustancia purulenta había tocado o más bien
destrozado su piel. El anciano chamán murmuró un par de frases y una luz inundó
la zona. Esperaba ver mejoría en las heridas del cuidador, pero no habían
cambiado en nada.
- Armhiin, no gastes tu poder en mi… -pidió entre sollozos
Vyridher-. He sido un tonto, uno útil para este mal… llévate a nuestros
hermanos de aquí. Tenías razón… la arboleda está enferma… no lo he querido ver
por mi orgullo… no sobreviviréis aquí, hermanos… idos lo antes posible…
- No te dejaré atrás, Vyridher -dijo Armhiin-. Te liberaré de esa
cosa.
- No, viejo amigo, eso no será posible, la oscuridad no miente, se
ha hecho conmigo -negó Vyridher, cayéndose de rodillas, en medio de sacudidas.
- Es mío -espetó la voz, mientras nuevas capas de pus ennegrecido
brotaban del cuerpo, abriendo heridas en el cuerpo de Vyridher que lanzaba
gritos de profundo dolor-. No soltaré a mi presa.
- Refuerza la barrera, va ir con todo -avisó Vyridher aguantando su
agonía.
El cuerpo
de Vyridher se levantó y atacó de frente, contra Armhiin, pero alertado por
Vyridher interpuso una barrera más gruesa entre ellos. Vyridher y su escudo de
oscuridad intentaban mover la barrera, pero no conseguían nada. El elfo gritaba
de dolor, mientras su cuerpo era aplastado entre la barrera y la costra negra.
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