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domingo, 8 de julio de 2018

La odisea de la cazadora (34)


Vyridher lanzó un chillido, un grito espeluznante, que a Gynthar y a Lybhinnia les recordó los aullidos de los lobos moribundos al convertirse en el alimento de sus antiguos compañeros, incluso se parecía al lamento que emanó de la carne de ciervo que Armhiin había quemado no hacía tanto tiempo. Ambos vieron como sus compañeros de armas daban un paso atrás, llevados por el miedo. Pero también que Armhiin se mantenía firme, en su sitio, preparado para actuar. Algunos elfos llegaron por las pasarelas, cargados con espadas, arcos y carcajes repletos de flechas, que fueron entregando a los que formaban la línea. En el consejo no se permitía estar armado de ninguna forma, pero si había que luchar con Vyridher, habría que hacerlo bien.

-   ¿Qué has hecho, anciano? -preguntó Vyridher, entre lamentos, pues empezaba a darse cuenta que tenía heridas por los brazos, hombros y piernas-. ¿Qué sortilegio es este? ¡Responde!
-   ¿Sortilegio? No, nada parecido, solo una protección contra ti, la oscuridad -respondió Armhiin-. Nosotros, los elfos somos muy antiguos, más que la maldición que te creo, más que las ideas de los finitos, hemos visto de todo y veremos mucho más. Te conmino a que abandones a Vyridher y desaparezcas.


Vyridher comenzó a reírse a carcajada batiente, pero había algo distinto, era falsa, como la de alguien que solo fanfarroneaba. Pues la oscuridad que parecía haber arraigado en el cuerpo de Vyridher no parecía tener todas consigo. El cuerpo se movió de improviso, saltó hacia otro punto, no contra Armhiin, pero pasó exactamente lo mismo, chocó contra la barrera. Se dio cuenta de su error, pues la barrera le rodeaba por completo, no era un escudo que le impedía atacar al chamán. Había vuelto a subestimar al anciano elfo, lo hizo en sus sueños y ahora en la realidad. Pero el error no podía ser más costoso, pues en cada golpe con la barrera, esta le quitaba fuerza. Sabía que no perdería su influjo en el elfo, pero que no sería tan poderoso como esperaba, no en esa forma. El cuerpo de Vyridher se agachó, haciéndose un ovillo, mientras una pátina negruzca empezó a aflorar por los poros de la piel.

-   Ahora veremos si eres capaz de algo, viejo -dijo Vyridher, mientras se ponía de pie. El cuerpo había sido recubierto por una lámina negra, de algo que parecía un líquido supurante. Algunas gotas cayeron al suelo y un hilillo de humo apareció en la madera.
-   ¡Tened cuidado! No os dejéis alcanzar por ese líquido ponzoñoso -advirtió Armhiin-. Es maldad pura y odio, corroerá vuestra carne. Las armas pueden volver a ser forjadas, pero los cuerpos no volverán a la vida.


El cuerpo de Vyridher empezó a moverse, lanzando trozos del líquido a doquier. Para su sorpresa, pasaban la barrera y caían entre los elfos. Pero estos advertidos por Armhiin eran muy capaces de esquivar los curiosos proyectiles. Entonces ocurrió algo que no se esperaba Armhiin, que no había previsto, ni él, ni la sombra, Vyridher rompió sus lazos con el ente y como tal el cuerpo se quedó paralizado.

-   ¿Qué haces? Querías ser poderoso, querías que te respetarán, yo te lo puedo dar -dijo la voz, alta y clara, lo escucharon todos los presentes.
-   Les haces daño, yo… no quiero eso… Dhearryn es mi amigo… -se escuchó la voz de Vyridher, esta vez auténtica, al tiempo que la lámina negra se solidificaba y empezaba a fracturarse-. Tú solo buscas alguien que te lleve, no te necesito, yo...


La voz de Vyridher se convirtió en un alarido de dolor. Armhiin y el resto vieron que le causaba tanto dolor. Inmensas llagas y quemaduras horadaban su cuerpo, apareciendo allí donde la sustancia purulenta había tocado o más bien destrozado su piel. El anciano chamán murmuró un par de frases y una luz inundó la zona. Esperaba ver mejoría en las heridas del cuidador, pero no habían cambiado en nada.

-   Armhiin, no gastes tu poder en mi… -pidió entre sollozos Vyridher-. He sido un tonto, uno útil para este mal… llévate a nuestros hermanos de aquí. Tenías razón… la arboleda está enferma… no lo he querido ver por mi orgullo… no sobreviviréis aquí, hermanos… idos lo antes posible…
-   No te dejaré atrás, Vyridher -dijo Armhiin-. Te liberaré de esa cosa.
-   No, viejo amigo, eso no será posible, la oscuridad no miente, se ha hecho conmigo -negó Vyridher, cayéndose de rodillas, en medio de sacudidas.
-   Es mío -espetó la voz, mientras nuevas capas de pus ennegrecido brotaban del cuerpo, abriendo heridas en el cuerpo de Vyridher que lanzaba gritos de profundo dolor-. No soltaré a mi presa.
-   Refuerza la barrera, va ir con todo -avisó Vyridher aguantando su agonía.


El cuerpo de Vyridher se levantó y atacó de frente, contra Armhiin, pero alertado por Vyridher interpuso una barrera más gruesa entre ellos. Vyridher y su escudo de oscuridad intentaban mover la barrera, pero no conseguían nada. El elfo gritaba de dolor, mientras su cuerpo era aplastado entre la barrera y la costra negra.

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