Les costó
un rato llegar hasta un edificio alto y grande, de paredes de piedra lisa. La
construcción carecía de ventanas a pie de calle, aunque se veían ventanales en
la parte más alta, casi a la altura del tejado. Rodearon la cara hasta girar en
un esquina y llegar a una puerta, pequeña. Gholma golpeó la madera con su puño
y esperaron hasta que se escucharon los ruidos de alguien intentando retirar
los cerrojos del otro lado. Al final la puerta se abrió ligeramente.
- Soy Gholma -susurró el hombretón.
- Vaya horas -se escuchó una voz chillona al otro lado de la
puerta-. Entra, vamos, entra.
La puerta
se abrió algo más y los tres pudieron pasar, aunque se notó que el hombre que
les había recibido no estaba muy contento por la presencia de Fhin y Beldhur. Fhin
se fijó mejor en el hombre. Era más bajo que ellos y mayor, el rostro estaba
surcado por multitud de arrugas y el poco pelo que le quedaba era blanquecino,
pero con tonos amarillentos. Los ojos eran oscuros y parecían más vivos que el
resto de su cuerpo. Estaba muy delgado y parecía que podría romperse en pedazos
en cualquier momento.
- Rhesma te he traído un par de guardias -señaló Gholma a los dos
muchachos, mientras ayudaba al hombre a cerrar los cerrojos y colocar una
tranca en la puerta-. Son buenos chicos y saben hacer su trabajo.
- No sé qué decirte, Gholma, parecen más bien del montón -se quejó
Rhesma, tras mirar con disgusto a Fhin y Bheldur, tras lo que les hizo un gesto
para que les siguieran-. Sabes que yo no tengo ningún problema para tenerles aquí,
pero la última palabra la tiene el capataz.
- ¿Dónde se encuentra Fharbo? -preguntó Gholma, siguiendo los pasos
de Rhesma.
- Se ha ido ya a casa -informó Rhesma-. Mira, vamos a hacer lo
siguiente. Los voy a poner a prueba. Que trabajen contigo en el turno nocturno
y yo me quedo en la oficina. Si veo que lo hacen bien y todo está en orden,
mañana hablo yo con Fharbo. Sabes que me tiene en alta estima. ¿Qué te parece?
- Es buena idea, Rhesma, lo haremos así, eres un buen compañero
-asintió Gholma, aunque a Fhin le pareció que el hombretón fingía la adulación.
Pero Rhesma no pareció darse cuenta de ello.
- Entonces llévales a los vestuarios, dales sus armas y empezad el
turno -ordenó Rhesma-. Ya sabéis donde encontrarme.
El
anciano se marchó en otra dirección, mientras Gholma les guió entre cientos de
sacos, cajas y toneles acumulados por todas partes. Llegaron a una habitación
mucho más pequeña, con armarios y baúles. Gholma abrió dos baúles, uno cerrado
con una llave que llevaba en una de sus bolsas y el otro que carecía de esta.
En el primero indicó que pusieran sus cosas más importantes, como oro, joyas, y
otras posesiones. Cuando todo lo que no necesitaban estuvo allí dentro, Gholma
volvió a cerrar el cofre. Del segundo sacó unos petos, con un dibujo y le dio uno
a cada uno. Luego pasaron a una habitación contigua, repleta de armas y
recibieron unas espadas cortas, envainadas.
Ya
estaban listos para empezar su turno de guardia. Gholma les fue llevando por el
almacén, que tenía dos alturas. La de ras de suelo, donde estaba almacenada la
mercancía y una serie de plataformas que quedaban suspendidas sobre todo lo que
se guardaba, a la altura de los ventanales. Desde esas plataformas se podía
otear la totalidad del inmenso edificio y si algún ladrón se conseguía introducir,
sería muy fácil detectarle.
Gholma
les contó que el dibujo del peto que llevaban era el de la casa mercantil para
la que trabajaban. No sabía mucho sobre quién era el jefe supremo, pues él solo
conocía al capataz Fharbo. El capataz era una persona justa y cuando hablara
con él, no tendría problema en darles trabajo.
- Pero pensaba que iba a ser Rhesma quien intercediera por nosotros
-dijo Bheldur, sorprendido.
- Rhesma solo habla por él mismo -espetó Gholma-. Ahora estará
caliente y bebiendo en la oficina. Él era el encargado del turno de noche, no
yo. Pero para mañana, Fharbo se lo encontrara dormido y oliendo a alcohol en la
oficina. No le gustara, pero yo ya le habré dicho que hicimos nosotros la
guardia. Lo que hará por un lado que Fharbo os vea como un par de buenos
trabajadores y por el otro Rhesma me deberá un favor. Así que a trabajar,
muchachos.
Gholma
siguió enseñándoles el lugar y les fue contando ocasiones en las que habían
pillado a ladrones en las guardias. Ambos escuchaban con ganas, pues de esa
forma serían capaces de distinguir las formas que tenían los malhechores para
invadir el almacén. Las horas fueron pasando y el cansancio iba haciendo poco a
poco mella en sus cuerpos y en su mente, pero Gholma no dejó que cayeran ni en
el sueño ni en el tedio. De todas formas, Fhin parecía tener mucho interés en
todo lo que decía Gholma, lo que alegró en sobremanera al gigantón.
Solo
cuando las primeras luces del nuevo día empezaron a entrar por los ventanales,
los tres pudieron dar por terminado su turno. Gholma se los llevó al vestuario,
tras dejar las armas en la armería. Antes de llegar se encontraron con nuevos
guardias, los que iban a comenzar el turno diurno. Todos saludaron a Gholma y
miraron con recelo a los dos muchachos, pero Gholma indicaba que eran nuevos
trabajadores. Les dejó en el vestuario y Gholma se marchó a tratar con el
capataz. A la media hora Gholma regresó sonriente. Fharbo había aceptado a los
dos muchachos. La segunda cosa que notaron fueron una serie de gritos
provenientes de algún lugar del almacén, pero estaban tan cansados, que Fhin y
Bheldur prefirieron seguir a Gholma hacia los cuarteles y las camas que les
habían prometido.
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