Seguidores

domingo, 15 de julio de 2018

La odisea de la cazadora (35)


Armhiin sentía el dolor de Vyridher en sus propias carnes, pero sabía que no podía ceder ni un milímetro, no podía reducir la fuerza aplicada en la barrera. Lo había visto en los ojos del cuidador, este se había preparado para marcharse, era él quien se aplastaba contra la barrera. Veía cómo deletreaba una súplica, entre cada golpe de dolor. Le pedía que le liberara de todo sufrimiento, quería reencontrarse con sus ancestros, regresar junto a Silvinix. Lo peor es que no era la única vez que veía ese deseo, el de descansar. Los elfos, eternos, llegaban a la necesidad de desaparecer, morir de alguna forma, pues la eternidad llegaba a ser una dura carga para ellos. Decidió, con gran pesar, concederle la petición. Comenzó una nueva oración.

Gynthar, Lybhinnia y el resto de elfos que rodeaban a Vyridher comenzaron a recular cuando la barrera comenzó a iluminarse, con una luz potente, una que cejaba. Los elfos no podían mantener la vista en esa luz, pero peor era para el ente que aprisionaba a Vyridher. Como criatura oscura que era, esa luz le provocaba un gran daño, quemaba su ser. Los alaridos del elfo quedaron sofocados por los de la criatura. Un chillido profundo, que taladraba los oídos. Los elfos que estaban cerca tuvieron que soltar sus armas para taparse sus orejas, pero el sonido no parecía cesar. Por lo que se alejaron, quedando solo Armhiin, que parecía inmune al grito, y Gynthar que aguantaba con su arma en mano, pues no quería dejar solo al chamán. Lybhinnia era la más cercana del resto, pero intentaba proteger sus oídos.

-   Maldito sea este elfo débil -escuchó Armhiin una voz conocida en su mente, entre los aullidos de dolor-. Parece que ganas por segunda vez, pero la próxima seré yo el ganador.
-   Nos volveremos a encontrar y te venceré de una vez por todas -aseguró Armhiin a la voz, pero no habló.

A Armhiin le pareció escuchar una risotada, pero la luz se volvió insoportable incluso a él. Luego todo volvió a su ser, excepto Vyridher, cuyo cuerpo se había volatilizado. No quedaba nada de él. Gynthar, Lybhinnia y el resto de guerreros se acercaron, incrédulos, pues no había quedado ni una mota del cuidador. El resto de los miembros del concilio estaban mudos, aún asombrados por lo acontecido. Cuando Gynthar anunció que fuera lo que fuera que había ocurrido, ya no existía, que había sido eliminado. Armhiin se fue a acercar al guerrero, pero las fuerzas le fallaron y si no fuera por la cercanía de Lybhinnia que le agarró a tiempo se hubiera caído. En anciano estaba exhausto. Aun así, debía terminar de una vez la reunión.

-   ¿Qué es lo que ha pasado, Armhiin? -preguntó de improviso Ulynhia.
-   No es más que un intento de la maldad que reside ahora en el bosque de hacerse con todo -explicó Armhiin-. Por ello nos tenemos que alejar de aquí. Vyridher sufría mucho, por asuntos de su pasado y porque no se veía como otra cosa que el cuidador de la arboleda. Fue una presa sencilla para la corrupción. Pero el resto somos más fuertes, pero no podemos quedarnos aquí. Es un enemigo formidable y es voraz.
-   ¿De qué se alimenta? -quiso saber Dhearryn, levantado por dos elfas, con un vendaje en el torso.
-   Solo puede subsistir nutriéndose de almas, pues ya no es material -indicó Armhiin, mientras Lybhinnia le ayudaba a acercarse a una silla, pues necesitaba sentarse-. Somos su alimento, pues no hay nada cerca. Los espíritus de los animales son muy ligeros y no le sacian.

Un nuevo murmullo se extendió por el concilio y Armhiin esperó con tranquilidad a que sus amigos fueran volviendo a la quietud que requería para hablar.

-   En ese caso, solo nos queda marcharnos de aquí -señaló Dhearryn, mientras la mayoría de los elfos asentían con la cabeza. Armhiin no pudo evitar una sonrisa de satisfacción, pues el ente malevolo le había allanado el camino-. ¿Pero a dónde iremos?
-   Solo se me ocurre un lugar óptimo, ya que está alejado del bosque y porque allí puedo encontrar cómo arreglar la situación del bosque o una solución más favorable a nuestro devenir -dijo Armhiin, notando que todos le prestaban atención, pues todos querían saber lo que había decidido su chamán-. Iremos a Pybher.

La mayoría de los ahí reunidos asintieron, pues Pybher era una ciudad elfa, una de las pocas que quedaban por el sur. Era más grande que su arboleda y muchos creían que ni todas las arboledas del bosque juntas tenían más extensión con ella. A su vez, esta ciudad que también recibía el nombre de la primera arboleda, era un centro de comercio, de saber y de política, pues se decía que allí residía el custodio de Fhyren. El custodio era un título que podía tener el mismo rango que un general humano o de un maestro de la guerra enano. Pero Armhiin había elegido Phyber más bien porque allí moraba un chamán muy importante, uno de sus antiguos maestros, un sabio del nivel de Shiymia, el gran Arbheynno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario