Armhiin
sentía el dolor de Vyridher en sus propias carnes, pero sabía que no podía
ceder ni un milímetro, no podía reducir la fuerza aplicada en la barrera. Lo
había visto en los ojos del cuidador, este se había preparado para marcharse,
era él quien se aplastaba contra la barrera. Veía cómo deletreaba una súplica,
entre cada golpe de dolor. Le pedía que le liberara de todo sufrimiento, quería
reencontrarse con sus ancestros, regresar junto a Silvinix. Lo peor es que no
era la única vez que veía ese deseo, el de descansar. Los elfos, eternos,
llegaban a la necesidad de desaparecer, morir de alguna forma, pues la
eternidad llegaba a ser una dura carga para ellos. Decidió, con gran pesar,
concederle la petición. Comenzó una nueva oración.
Gynthar,
Lybhinnia y el resto de elfos que rodeaban a Vyridher comenzaron a recular
cuando la barrera comenzó a iluminarse, con una luz potente, una que cejaba.
Los elfos no podían mantener la vista en esa luz, pero peor era para el ente
que aprisionaba a Vyridher. Como criatura oscura que era, esa luz le provocaba
un gran daño, quemaba su ser. Los alaridos del elfo quedaron sofocados por los
de la criatura. Un chillido profundo, que taladraba los oídos. Los elfos que estaban
cerca tuvieron que soltar sus armas para taparse sus orejas, pero el sonido no
parecía cesar. Por lo que se alejaron, quedando solo Armhiin, que parecía
inmune al grito, y Gynthar que aguantaba con su arma en mano, pues no quería
dejar solo al chamán. Lybhinnia era la más cercana del resto, pero intentaba
proteger sus oídos.
- Maldito sea este elfo débil -escuchó Armhiin una voz conocida en
su mente, entre los aullidos de dolor-. Parece que ganas por segunda vez, pero
la próxima seré yo el ganador.
- Nos volveremos a encontrar y te venceré de una vez por todas
-aseguró Armhiin a la voz, pero no habló.
A Armhiin
le pareció escuchar una risotada, pero la luz se volvió insoportable incluso a
él. Luego todo volvió a su ser, excepto Vyridher, cuyo cuerpo se había
volatilizado. No quedaba nada de él. Gynthar, Lybhinnia y el resto de guerreros
se acercaron, incrédulos, pues no había quedado ni una mota del cuidador. El
resto de los miembros del concilio estaban mudos, aún asombrados por lo
acontecido. Cuando Gynthar anunció que fuera lo que fuera que había ocurrido,
ya no existía, que había sido eliminado. Armhiin se fue a acercar al guerrero,
pero las fuerzas le fallaron y si no fuera por la cercanía de Lybhinnia que le
agarró a tiempo se hubiera caído. En anciano estaba exhausto. Aun así, debía
terminar de una vez la reunión.
- ¿Qué es lo que ha pasado, Armhiin? -preguntó de improviso Ulynhia.
- No es más que un intento de la maldad que reside ahora en el
bosque de hacerse con todo -explicó Armhiin-. Por ello nos tenemos que alejar
de aquí. Vyridher sufría mucho, por asuntos de su pasado y porque no se veía
como otra cosa que el cuidador de la arboleda. Fue una presa sencilla para la
corrupción. Pero el resto somos más fuertes, pero no podemos quedarnos aquí. Es
un enemigo formidable y es voraz.
- ¿De qué se alimenta? -quiso saber Dhearryn, levantado por dos
elfas, con un vendaje en el torso.
- Solo puede subsistir nutriéndose de almas, pues ya no es material
-indicó Armhiin, mientras Lybhinnia le ayudaba a acercarse a una silla, pues
necesitaba sentarse-. Somos su alimento, pues no hay nada cerca. Los espíritus
de los animales son muy ligeros y no le sacian.
Un nuevo
murmullo se extendió por el concilio y Armhiin esperó con tranquilidad a que
sus amigos fueran volviendo a la quietud que requería para hablar.
- En ese caso, solo nos queda marcharnos de aquí -señaló Dhearryn,
mientras la mayoría de los elfos asentían con la cabeza. Armhiin no pudo evitar
una sonrisa de satisfacción, pues el ente malevolo le había allanado el
camino-. ¿Pero a dónde iremos?
- Solo se me ocurre un lugar óptimo, ya que está alejado del bosque
y porque allí puedo encontrar cómo arreglar la situación del bosque o una
solución más favorable a nuestro devenir -dijo Armhiin, notando que todos le
prestaban atención, pues todos querían saber lo que había decidido su chamán-.
Iremos a Pybher.
La
mayoría de los ahí reunidos asintieron, pues Pybher era una ciudad elfa, una de
las pocas que quedaban por el sur. Era más grande que su arboleda y muchos
creían que ni todas las arboledas del bosque juntas tenían más extensión con
ella. A su vez, esta ciudad que también recibía el nombre de la primera
arboleda, era un centro de comercio, de saber y de política, pues se decía que
allí residía el custodio de Fhyren. El custodio era un título que podía tener el
mismo rango que un general humano o de un maestro de la guerra enano. Pero
Armhiin había elegido Phyber más bien porque allí moraba un chamán muy
importante, uno de sus antiguos maestros, un sabio del nivel de Shiymia, el
gran Arbheynno.
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