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miércoles, 11 de julio de 2018

Unión (28)


El capitán guió a Ofthar y Mhista, cruzando la plaza de armas y dirigiéndose a la casona de dos plantas, la más grande de todas. A parte de Albhak, iban dos hombres más de su grupo. En la puerta de la casona, había dos soldados. El capitán les hizo detenerse.

-   Voy a avisar a la dama de tu petición, pero supongo que le interesara saber cuál es tu nombre -indicó el capitán.
-   Dile a tu señora que soy Ofthar, hijo de Ofhar -respondió con voz fuerte.
-   Esperad aquí a que os venga a buscar -dijo el capitán que no parecía haber oído hablar nunca de él o era un gran actor.


El capitán se marchó hacia el interior y Albhak, que les había acompañado hasta allí en el silencio más profundo, se acercó a Mhista.

-   No te he podido agradecer tu ayuda en la defensa -agradeció Albhak-. Si no hubieras despachado a ese esclavo lo más seguro es que me hubiera matado.
-   No te preocupes -Mhista le dio un manotazo en el hombro a Albhak-. El muy idiota no se fijó en el campo de batalla y perdió mucho tiempo relamiéndose con lo que iba a hacer. Un guerrero no debe conceder ni un segundo a su oponente u olvidarse de lo que le rodea, porque eso suele significar su muerte.
-   Además, ambos estamos en deuda contigo, guerrero -intervino Ofthar-. Si no hubieras ayudado a Mhista a mover el carromato, ahora yo y mis hombres tal vez no estuviéramos vivos.
-   Pero a mi capitán no le ha hecho mucha gracia, señor Ofthar -añadió Albhak.
-   Bueno, guerrero, a veces las buenas acciones no siempre lo parecen al principio -señaló Ofthar, que sonrió y añadió-. Puedes llamarme Ofthar, sin lo de señor. Aunque supongo que tú tendrás un nombre, ¿no?
-   Me llamo Albhak, hijo de Albher, Ofthar -se presentó Albhak, en el mismo momento que regresaba el capitán y les hacía un gesto para que les siguiera.


Fueron recibidos en el salón de ceremonias de la casona, pero estaba abarrotado de personas, la mayoría mujeres y niños, pero también había ancianos y heridos. En el sitial había varios soldados, algún que otro hombre y entre todos una muchacha, de pelo rojizo, liso, en forma de una melena larga recogida en una elaborada trenza. No parecía muy alta, pero era delgada, de piel clara y algo pecosa. La curiosidad podía con Ofthar, pero tuvo que mantener la calma y seguir al capitán, cuidando de no pisar a ninguna de las personas que permanecían o sentadas en los bancos o tiradas por el suelo.

-   ¡Alto! -ordenó el capitán, que hizo una reverencia a la muchacha y su séquito-. Mi señora, este es el hombre del que os he hablado.


La muchacha dejó de hablar con los hombres que le rodeaban y se volvió a mirar al capitán. Un par de ojillos verdosos se quedaron fijos en los de Ofthar, escrutando el interior de la cabeza de este. Ofthar admitió que la muchacha era bella, tal vez no una gran belleza, pero tenía ese puntillo que gustaba a los hombres. No parecía excesivamente mayor, aunque tampoco era una niña, podría ser que él no le sacara tantos años.

-   Polnok ha dicho que os habéis abierto paso entre las líneas de esclavos para acceder a nuestra posición -habló la mujer con una voz clara, diciendo las palabras con un acento delicado, algo que interesó a Ofthar, pues eso indicaba que estaba ante una mujer de alto grado. Tal vez la esposa del señor de Limeck o una hija-. Pero eso puede ser una estratagema del enemigo para meter a traidores entre los míos. Si tu explicación no me convence, Polnok y sus hombres acabara contigo y con los que han llegado a la vez que tú -entonces los ojos verdosos de la muchacha se posaron en Albhak-. No puedo prescindir de ningún hombre en esta situación, soldado, pero si él no me convence, tú recibirás un castigo ejemplar por tu error.


Albhak bajó la vista y asintió con la cabeza, mientras rogaba a Ordhin que guiase en la elección de las palabras precisas a Ofthar y de esa forma librarse de su castigo. Se colocó junto a Mhista y decidió permanecer con la mirada en el suelo, de esa forma parecería verdaderamente arrepentido y la muchacha le podría perdonar.

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