Ofthar se
quedó por unos segundos en silencio, mientras sentía el escrutinio de la
muchacha. Tenía que elegir bien sus palabras, pues no llevaba encima la carta
de su señor, que le haría corroborar su identidad. Ni el esclavo más
inteligente sería capaz de falsear el lacre de un señor de otro territorio.
- Me llamo Ofthar, hijo de Ofhar, del clan Bhalonov -se presentó
Ofthar. Al decir su clan, un par de hombres que había en la sala se dieron la
vuelta o se acercaron para ver mejor-. Soy el enviado de mi señor Nardiok en la
corte del señor Naynho. Pero en mi camino hacía Laskhal me encontré con un
problema que tenía ramificaciones con esta ciudad, Limeck y decidí acercarme a
avisar a su gobernador, para que no ocurriese lo que había pasado en nuestro
territorio. Desgraciadamente, al llegar a las colinas del norte del valle, me
percate que la ciudad sufría asedio y que llegaba tarde. He enviado a uno de
mis hombres a advertir de la situación al señor Naynho, con mi identificación,
una carta del señor Nardiok a su tío.
- ¿Y de que nos queríais avisar, señor Ofthar? -intervino un hombre
que se acercaba andando, ayudado de un bastón grueso, mientras arrastraba un
pie.
- De la presencia de esclavos violentos entre los propios de la
ciudad o de las minas -respondió Ofthar-. Pero me temo que ya sabéis de ellos.
¿Cuándo se rebelaron?
- Tío, por favor, es mejor que regreséis a vuestra habitación, yo
puedo encargarme de este hombre -dijo la muchacha-. El médico se va a enfadar
si...
La
muchacha no llegó a terminar la frase, pues el hombre había levantado una mano,
pidiendo orden.
- Yo conozco a Ofhar, el gran canciller y a su padre, Ofha -indicó
el hombre, mientras un siervo se acercó con una silla, para que se sentase-.
¿Qué tal se encuentran ambos?
- Te alegrará saber que mi padre goza de buena salud, y aunque está
alejado de su esposa e hija, sus labores de constructor cerca de nuestra
frontera común le mantienen vivo -indicó Ofthar, sin perder la compostura y
luciendo una ligera sonrisa, que desapareció cuando cambió de familiar-.
Desgraciadamente mi abuelo ya se encontró con Ordhin y sus ancestros, por lo
que estará disfrutando de las mujeres y de la cerveza.
- ¿Pero a qué vienen estas preguntas? -inquirió la muchacha, que le
interesaba poco saber sobre el padre vivo y el abuelo muerto de Ofthar.
- Mi querida sobrina, como ya he dicho antes yo conocía al padre y
abuelo de Ofthar del clan de Bhalonov -explicó el hombre, desde el taburete,
como si hablara a una niña-. Nuestros enemigos podrían conocer cosas sobre
Ofhar, pero solo Ofthar podría hablarme de su abuelo y su fallecimiento. Estos
no saben tanto. Yo tuve mis más y mis menos con el viejo Ofha, un hombre duro y
un soldado rudo, difícil de roer. Este joven es quien dice ser. Lo siento,
Ofthar, pero mi sobrina no conoce bien los entresijos del interrogatorio
-Ofthar se limitó a hacer un gesto que aceptaba las disculpas del hombre, que
no había acritud entre ellos-. Antes has dicho que venías a avisarnos de un
problema. Lo cual indica que sabías de la posibilidad de esta revuelta, quiero
que me expliques el por qué.
Ofthar
asintió con la cabeza y le comenzó a contar lo ocurrido en la aldea de Ryam. El
hombre herido escuchaba cada cosa que salía de la boca del joven. No quería
perderse nada y se mantuvo firme hasta en las conclusiones más desagradables,
no así otros de la sala pudieron aguantarlo todo. La sobrina y otros pusieron
caras de miedo y asco al escuchar el pasaje de los cuerpos de los infantes
mutilados y el canibalismo.
- Lo ocurrido en esa aldea Ryam es muy preocupante, pero no veo
porque esos esclavos del culto de Bheler, son los mismos que han llevado a cabo
la revuelta -indicó el hombre.
- Cuando hable con el mercader que había vendido los esclavos, un
viejo conocido mío y de mi padre, por lo que nos fiamos de su palabra -explicó
Ofthar-. Nos indicó que los esclavos los había comprado aquí, en Limeck, a un
mercader conocido suyo, que tenía muchos e intentaba deshacerse de ellos con
rapidez. El mercader incluso aseguró que le parecía que su amigo estaba
desesperado por librarse de ellos, por lo que creo que conocía su procedencia o
su lacra. Era tal su desesperación por que se los compraran que vendía a la
baja. Mi amigo pecó de avaricioso y los compró sin preguntar la razón de su
venta.
- ¿Cómo se llama el mercader que los vendió aquí? -quiso saber el
hombre, cada vez más interesado.
- Phelbyn -respondió Ofthar.
Según se
escuchó el nombre, se hizo un silencio sepulcral en la sala. Los hombres
miraban de un lado a otro, como buscando a alguien. Incluso se fijó que el
hombre buscaba a alguien, pero para su sorpresa no lo encontraba. La muchacha
pasaba su vista de la cara de su tío, que se empezaba a poner roja a la de
Ofthar, que parecía muy tranquila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario