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miércoles, 18 de julio de 2018

Unión (29)

Ofthar se quedó por unos segundos en silencio, mientras sentía el escrutinio de la muchacha. Tenía que elegir bien sus palabras, pues no llevaba encima la carta de su señor, que le haría corroborar su identidad. Ni el esclavo más inteligente sería capaz de falsear el lacre de un señor de otro territorio.

-   Me llamo Ofthar, hijo de Ofhar, del clan Bhalonov -se presentó Ofthar. Al decir su clan, un par de hombres que había en la sala se dieron la vuelta o se acercaron para ver mejor-. Soy el enviado de mi señor Nardiok en la corte del señor Naynho. Pero en mi camino hacía Laskhal me encontré con un problema que tenía ramificaciones con esta ciudad, Limeck y decidí acercarme a avisar a su gobernador, para que no ocurriese lo que había pasado en nuestro territorio. Desgraciadamente, al llegar a las colinas del norte del valle, me percate que la ciudad sufría asedio y que llegaba tarde. He enviado a uno de mis hombres a advertir de la situación al señor Naynho, con mi identificación, una carta del señor Nardiok a su tío.
-   ¿Y de que nos queríais avisar, señor Ofthar? -intervino un hombre que se acercaba andando, ayudado de un bastón grueso, mientras arrastraba un pie.
-   De la presencia de esclavos violentos entre los propios de la ciudad o de las minas -respondió Ofthar-. Pero me temo que ya sabéis de ellos. ¿Cuándo se rebelaron?
-   Tío, por favor, es mejor que regreséis a vuestra habitación, yo puedo encargarme de este hombre -dijo la muchacha-. El médico se va a enfadar si...


La muchacha no llegó a terminar la frase, pues el hombre había levantado una mano, pidiendo orden.

-   Yo conozco a Ofhar, el gran canciller y a su padre, Ofha -indicó el hombre, mientras un siervo se acercó con una silla, para que se sentase-. ¿Qué tal se encuentran ambos?
-   Te alegrará saber que mi padre goza de buena salud, y aunque está alejado de su esposa e hija, sus labores de constructor cerca de nuestra frontera común le mantienen vivo -indicó Ofthar, sin perder la compostura y luciendo una ligera sonrisa, que desapareció cuando cambió de familiar-. Desgraciadamente mi abuelo ya se encontró con Ordhin y sus ancestros, por lo que estará disfrutando de las mujeres y de la cerveza.
-   ¿Pero a qué vienen estas preguntas? -inquirió la muchacha, que le interesaba poco saber sobre el padre vivo y el abuelo muerto de Ofthar.
-   Mi querida sobrina, como ya he dicho antes yo conocía al padre y abuelo de Ofthar del clan de Bhalonov -explicó el hombre, desde el taburete, como si hablara a una niña-. Nuestros enemigos podrían conocer cosas sobre Ofhar, pero solo Ofthar podría hablarme de su abuelo y su fallecimiento. Estos no saben tanto. Yo tuve mis más y mis menos con el viejo Ofha, un hombre duro y un soldado rudo, difícil de roer. Este joven es quien dice ser. Lo siento, Ofthar, pero mi sobrina no conoce bien los entresijos del interrogatorio -Ofthar se limitó a hacer un gesto que aceptaba las disculpas del hombre, que no había acritud entre ellos-. Antes has dicho que venías a avisarnos de un problema. Lo cual indica que sabías de la posibilidad de esta revuelta, quiero que me expliques el por qué.


Ofthar asintió con la cabeza y le comenzó a contar lo ocurrido en la aldea de Ryam. El hombre herido escuchaba cada cosa que salía de la boca del joven. No quería perderse nada y se mantuvo firme hasta en las conclusiones más desagradables, no así otros de la sala pudieron aguantarlo todo. La sobrina y otros pusieron caras de miedo y asco al escuchar el pasaje de los cuerpos de los infantes mutilados y el canibalismo.

-   Lo ocurrido en esa aldea Ryam es muy preocupante, pero no veo porque esos esclavos del culto de Bheler, son los mismos que han llevado a cabo la revuelta -indicó el hombre.
-   Cuando hable con el mercader que había vendido los esclavos, un viejo conocido mío y de mi padre, por lo que nos fiamos de su palabra -explicó Ofthar-. Nos indicó que los esclavos los había comprado aquí, en Limeck, a un mercader conocido suyo, que tenía muchos e intentaba deshacerse de ellos con rapidez. El mercader incluso aseguró que le parecía que su amigo estaba desesperado por librarse de ellos, por lo que creo que conocía su procedencia o su lacra. Era tal su desesperación por que se los compraran que vendía a la baja. Mi amigo pecó de avaricioso y los compró sin preguntar la razón de su venta.
-   ¿Cómo se llama el mercader que los vendió aquí? -quiso saber el hombre, cada vez más interesado.
-   Phelbyn -respondió Ofthar.


Según se escuchó el nombre, se hizo un silencio sepulcral en la sala. Los hombres miraban de un lado a otro, como buscando a alguien. Incluso se fijó que el hombre buscaba a alguien, pero para su sorpresa no lo encontraba. La muchacha pasaba su vista de la cara de su tío, que se empezaba a poner roja a la de Ofthar, que parecía muy tranquila.

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