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miércoles, 25 de julio de 2018

Lágrimas de hollín (24)


Por fin llegó la guardia del ataque y todo parecía normal, aunque la mayoría de los implicados estaban nerviosos. Fharbo había simulado irse, al finalizar su turno. Cuando en verdad se había preparado con los refuerzos para entrar a saco cuando Gholma les avisase. Para que Usbhalo y por tanto los ladrones que había detrás de él, no sospecharan nada de juego sucio no se había hecho ningún cambio, ni en el almacén ni en las cargas. Cuando Fhin habló con Fharbo sobre la conspiración fue muy listo de olvidarse de lo que debía contener las cargas. El capataz podría o no saber lo que había en esas cajas, pero por su propio bien, así como el de Gholma y Bheldur, decidió que era mejor no indicar que conocía el contenido de lo que se quería robar.

Fharbo había colocado a Gholma con Bheldur y de esa forma, Fhin patrullaría con Usbhalo, de forma que le pudiera controlar. De esa forma comenzó la guardia nocturna. Usbhalo solo le había dado algunas nociones del asunto, pero no los planes totales, esperaba que en cualquier momento el muchacho le indicara cuál era el plan. Los dos se pusieron en camino hacia las escaleras, pues debían vigilar las plataformas, ya que así lo había ordenado Fharbo, ya que Usbhalo aseguraba que requería ese puesto para llevar a cabo el plan. Cuando por fin empezaron a subir los escalones, Usbhalo empezó a hablar.

-   Esta noche nos haremos muy ricos, Fhin, te lo aseguro -dijo Usbhalo, más contento que otras veces.
-   Si tú lo dices -se limitó a murmurar Fhin, como si no estuviera muy seguro de ello, intentando picar a su compañero.
-   Que sí, que sí -afirmó Usbhalo-. A media noche debemos poner un farol junto a las ventanas de la zona norte, estando en la plataforma y esperar a que golpeen en la ventana. Allí se puede retirar las placas de cristal, de tal forma que entre uno de mis compañeros, que es muy ágil. Una vez dentro, recolocamos la pieza que hayamos retirado y nos dirigiremos a la puerta de servicio. Y ya estarán esperando el resto.
-   ¿Y no sería más fácil que abriéramos nosotros la puerta de servicio? -preguntó Fhin, intrigado por tener que ayudar a entrar a uno por el techo, si el resto entrarían por la puerta de servicio. La verdad es que creía saber el porqué.
-   No, el jefe lo quiere así, que tengamos a un guerrero experimentado dentro para ayudarnos -negó Usbhalo.

Fhin se limitó a quedarse en silencio, mirándole. Usbhalo no se dio cuenta de su expresión de pena y compasión por él.

-   Ya verás todo será coser y cantar -aseguró Usbhalo.
-   Eso espero -dijo Fhin, como si no estuviera convencido del todo-. Siempre puede salir algo mal. Como así suceda otra vez a malvivir en la calle.
-   Si algo sale mal, mi jefe nos protegerá -indicó ufano Usbhalo-. Le encantará tener un nuevo hombre, alguien tan avispado y trabajador como tú.
-   Eso ya veremos Usbhalo -afirmó Fhin-. Pero primero hay que intentar llevar el asunto a buen puerto. Y para ello, hay que pasar desapercibidos, hasta medianoche. No querrás que Gholma o Bheldur se dejen caer por las plataformas, porque Rhesma se queja de que no nos ve correteando por el techo.
-   Tienes razón -asintió Usbhalo y siguieron su camino hacia las plataformas.

En el asunto de la trampa, Fharbo había pensado que lo mejor era dejar a Rhesma a un lado. El viejo era un cotilla y le podía contar todo lo que sabía. El capataz no había informado de nada a Rhesma y a Fhin le parecía que además pronto se las verían con él. Cuando Fharbo se encargara del líder de los ladrones, intentaría sonsacarles quien les había informado de la carga que venían a robar. Esa información era muy secreta y Fharbo querría saber quién se la había suministrado. Posiblemente el viejo Rhesma, invitado por un desconocido a una copa de más habría liberado su lengua con especial esmero. Si las sospechas de Fhin y de Fharbo iban por el mismo camino y las corroboraban, el tiempo de Rhesma en el almacén estaba llegando a su fin.

La verdad es que a Fhin le podía dar pena que el anciano fuera expulsado, pero la verdad es que Rhesma era un miserable y les intentaba robar las pagas o hacer quedar mal ante Fharbo. Se creía ser el dueño del almacén. Si había sido lo suficientemente inepto para revelar asuntos privados de allí, no merecía seguir con ellos.

Las horas hacia la medianoche pasaron lentas, como siempre ocurría cuando esperabas algo importante, pero lo anterior no lo era tanto. Usbhalo le estuvo contando cuáles eran las cosas que haría con el oro que le correspondía. Al principio eran cosas simples, mejores armas, alcohol o mujeres. Pero al final, habló de algo más personal.

-   Pero también quiero comprar unos acres de campiña, donde labraré las tierras y formaré una familia, lejos de esta ciudad y las alimañas que aquí residen -reveló Usbhalo, con una sonrisa en los labios-. Estoy harto de la maldad e inmundicia que emana en esta ciudad. Prefiero una vida humilde como agricultor.

Fhin se limitó a sonreír y decirle que era una gran idea. En su fuero interno, Fhin se decidió que algún día, si sobrevivían a esta noche, le daría lo que más buscaba Usbhalo. A parte de su amistad, le daría un lugar donde morar en paz.

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