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domingo, 22 de julio de 2018

La odisea de la cazadora (Final)


Terminado el consejo, la mayoría de los elfos se marcharon a preparar todas las cosas que necesitarían para el viaje. Por primera vez en muchísimos años, todos los elfos pasaron por la armería y herrería de Dhearryn. Debían tomar armaduras y armas para todos ellos, sin distinción entre sexos. Esta era una cualidad única de los elfos, pues ni en el caso de enanos o humanos por lo general sus mujeres iban a la guerra. En un momento concreto a Dhearryn se le escapó que era feliz al ver a su raza volver a la senda de la lucha. No a todos los presentes les sentó bien esa idea.

Gynthar y Lybhinnia acompañaron a Armhiin a su choza. La idea del anciano era que se dedicaran un par de días a preparar la marcha y de esa forma él podría descansar, pues había gastado mucho de él para detener a la corrupción.

-   Tal vez te has excedido un poco, mhilderein -dijo Gynthar cuando ayudó a Armhiin a echarse sobre su camastro.
-   No ha quedado otra, Gynthar -indicó Armhiin-. Nadie de los presentes podíais luchar contra lo que controlaba a Vyridher. La maldición creada por los humanos es muy peligrosa y muy astuta. Hubiera intentado acabar con todos los presentes. Me temo que hubiera sido igual que en Lhym.
-   No sé, yo creo que podríamos… -intentó hablar Gynthar.
-   No, no podríais haber hecho nada, te lo aseguro -le cortó Armhiin, negando con el dedo-. Ahora es mejor que te vayas preparando y cuando nos pongamos en marcha, serás nuestro líder guerrero. Por ello, Gynthar debes preparar tú el plan de marcha y cómo avanzaremos. Piensa que se llevarán bultos y mercancías. Así como ancianos y jóvenes. No todos estamos ya para luchar contra enemigos físicos.
-   Lo tendré todo en cuenta, mhilderein -aseguró Gynthar.

Gynthar se dirigió hacia la puerta, tras hacer un gesto de despedida a Armhiin. Lybhinnia le imitó y siguió los pasos de su pareja, pero el anciano le pidió que se quedara por un momento más. El guerrero se marchó, pues debía llevar su armadura y sus aceros a Dhearryn, para tenerlos listos para cuando los fuera a necesitar. Lo que Armhiin le contó a Lybhinnia, ni Gynthar llegó a enterarse, pues la elfa no le contó nada.

Las dos jornadas siguientes fueron laboriosas para todos los elfos. Solo Armhiin pareció librarse de estos quehaceres. Los pasó en su cabaña, descansando o rezando, pero nadie lo supo. Las cocineras le llevaron raciones ante la puerta de su casa, pero nadie entró dentro. Gynthar y Lybhinnia estuvieron tan atareados que no pudieron ni ir a interesarse por el anciano.

Con el amanecer del tercer día, la puerta de la cabaña de Armhiin se abrió y el anciano apareció, vestido con las ropas de viaje, con una mochila con todos los elementos que usaba un chamán para los ritos, así como los códices de la arboleda y los que Lybhinnia había rescatado de Lhym. Pues al fin y al cabo, era su misión perpetuar la historia y la cultura de los elfos.

Todos los residentes, vestidos ya con armaduras o ropas de viaje, con mochilas y bandoleras, con las armas envainadas o los carcajs repletos de flechas, comenzaron a descender de las plataformas y fueron formando en grupos, junto a las raíces de los árboles milenarios. El último de llegar abajo fue Armhiin, que se colocó frente a los grupos.

-   ¡Hermanos míos, Silvinix me habló anoche! -anunció Armhiin-. ¡El gran dios quiere que nos pongamos en marcha! ¡No puede acabar con la maldición de los humanos, pero nos brindara su protección en nuestro viaje al sur, a Phyber!

Armhiin pudo observar como muchos de los elfos se relajaron, perdiendo su cara seria y su comportamiento rígido. Sabía que mencionar que el dios les protegería les iba a venir bien, aunque no hubiera hablado realmente con Silvinix, pero prefería mentirles que aventurarse a una marcha sin que sus amigos estuvieran relajados. Según sus cálculos había varias semanas de caminatas para alcanzar la costa del mar, pues Phyber estaba erigida en una península sobre el mar del sur. Armhiin le hizo un gesto a Gynthar que asintió con la cabeza.

-   ¡Nos ponemos en marcha, hermanos! -ordenó Gynthar.

El guerrero se puso al frente de la marcha, que la formaron varios guerreros y un buen número de arqueros. Los no combatientes formaron un grupo cerrado en el centro de la formación, rodeados por guerreros y arqueros. Cerraban la marcha Lybhinnia junto Dhearryn y otros tantos soldados. El paso era más lento que el que habían llevado Lybhinnia y Gynthar hacia el norte, pero en este caso había miembros de mayor edad que ellos.

Armhiin echó un vistazo a la arboleda, cuando ya se habían alejado bastante, sintiendo una punzada de tristeza y nostalgia. Pero sabía que no podían quedarse allí, así que decidió no volver la vista ni una sola vez, pues el futuro se encontraba por delante.

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