El salón
de los nenúfares era una gran estancia que había en la planta baja del palacio,
donde el emperador tenía una gran biblioteca. Se le llamaba así porque casi
toda la decoración estaba formada por molduras con la forma de la planta
acuática. Y además en su día, también hubo decoración en forma de cuadros,
tapices y esculturas con el nenúfar como tema principal. Por lo que el prefecto
sabía un emperador ya muerto, hace mucho, tenía una esposa que se deleitaba por
las flores de esa planta y le pidió a su marido que le decorase una habitación
de esa forma. El buen esposo lo hizo, pero lo recargó con un afán rallante en
la locura. La mujer se murió del placer que le produjo. O eso decían las
crónicas. La cuestión es que el actual emperador decidió acabar con tanto
nenúfar y cubrió las paredes con las estanterías y los libros. Además esa
habitación tenía unas buenas vistas de la bahía y la isla de Phanos.
El gran
chambelán les guió por los pasillos hasta el salón, que tenía la puerta cerrada
y dos guardias imperiales a cada lado de la puerta. Los soldados eran dos
hombretones grandes y fuertes, armados solo con espadas envainadas, que les
miraban con seriedad e interés. El prefecto vio que llevaban como él las
coronas de laurel de oro grabadas en sus corazas, lo que indicaba que eran
parte del cortejo del emperador, los soldados más arrojados del ejército
imperial, acababan formando parte de la guardia de corps del emperador. Tampoco
se le pasó desapercibido que los ojos de los dos soldados brillaban al ver su
propia condecoración. Al fin y al cabo, los tres la habían recibido por parecida
heroicidad y por ello se respetaban. El chambelán solo esperó unos segundos
antes de entrar en la habitación.
- El prefecto de Lhimoner, su excelencia -anunció Rhissue mientras
entraba con el tronco flexionado hacia abajo y mirando al suelo.
El
prefecto y su sargento, así como el soldado joven entraron tras el chambelán,
imitando su reverencia. Ante ellos se abría un pasillo ancho, terminado en una
gran mesa y en varios sillones de tela ocre. A ambos lados empezaban una serie
de estanterías dobles que se separaban por medio de pasillos más estrechos, con
escalas sobre carriles de hierro, para acceder a los estantes más altos. Había
lámparas de araña, pero con las velas apagadas, pues por los ventanales entraba
mucha luz. Solo los nenúfares del techo eran visibles, pero había que levantar
la cabeza hacia arriba y no era posible en esa situación.
Dos
hombres permanecían al fondo de la mesa. Uno de ellos vestía con una serie de
túnicas puestas unas sobre otras, era de altura media, menos que su compañero,
tendría más de sesenta años, el pelo se había encanecido, los miraba con unos
ojos pequeños pero llenos de vida. Aunque su ropa no era de un lujo extremo,
era cara y solo podía ser el mismísimo Fherenun II. Quien lo acompañaba era el
canciller Thimort de Halsse, el segundo hombre más poderoso del imperio tras el
emperador. El prefecto conocía demasiado bien al canciller, pues habían servido
juntos en el ejército imperial. Sabía perfectamente de la valía del noble,
tanto como estratega como burócrata. Y por ello era la mejor persona para
ayudar al emperador a dirigir la vida de los súbditos. Thimort era algo más
alto que el emperador y ya rozaba la cincuentena. Tenía la piel blanquecina y
lisa, las arrugas de la edad aún no habían hecho mella en su rostro. Tenía una
nariz grande y aguileña. Los ojos eran negros y grandes. El pelo canoso, corto,
con las sienes despejadas, lo que indicaba que estaba perdiendo su cabello,
pero de forma lenta.
- Gracias, Rhissue -dijo Thimort, haciendo un movimiento con la mano
derecha, como si espantara una mosca-. Puedes retirarte.
El
chambelán hizo una nueva reverencia al emperador y al canciller, se volvió,
inclinando la cabeza ante el prefecto y se marchó raudo, cerrando la puerta
tras él.
- Prefecto de Lhimoner gracias por tomarte la petición del emperador
con tanta celeridad -agradeció Thimort el esfuerzo del prefecto-. Veo que te
has traído un ayudante. Espero que sea de tu máxima confianza y sepa ante quien
esta.
- El sargento Fhahl es de mi entera confianza y no revelara nada de
lo que se diga en esta sala, canciller de Halsse -contestó el prefecto, con una
media sonrisa-. No estaría donde está en la milicia sino sabe medir sus
opiniones y sus acciones. Me es leal, por lo que lo es a su excelencia,
emperador.
- Bien -asintió Thimort-. En ese caso, tomad asiento los tres, por
favor. Hay un asunto que debemos tratar. No es algo sencillo y creemos que tu
mente astuta es la mejor para resolverlo.
El
canciller hizo un gesto y los tres soldados se sentaron en los sillones vacíos
de la mesa, a ambos lados del emperador. En la derecha el canciller y el
soldado de la guardia. Frente a ellos, a la izquierda del mandatario, el
prefecto y el sargento. Todos se miraban, pero sobre todo el prefecto y el
guardia imperial, pues este no era lo que aparentaba, pero esperaba que el
canciller desvelara la verdadera identidad del guardia, aunque podía intuir
cual era.
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