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domingo, 12 de agosto de 2018

La leona (12)


Lystok esperó a que Asdhare se despidiera de Kounia y al ver que Yholet les observaba con mirada curiosa se acercó a él, para estudiarlo también.

-   No parece gran cosa, Asdhare -se burló Lystok, toqueteando las prendas de Yholet-. Es enclenque. De un golpe le puedo dejar dormido por semanas. Cómo sobrevivirán estos seres.
-   Primero me tendrías que alcanzar, Lystok -dijo Yholet, sorprendiendo en el acto a Lystok que no esperaba que el blanco le entendiera y supiera su lengua-. Yo he salido victorioso de muchos combates y he dejado muchos muertos a mi paso. Aunque claro, no eran grakan, yo solo mato a los criminales de mi mundo.
-   Vaya, vaya, Asdhare, si tu presa sabe decir algunas palabras en nuestra lengua -indicó Lystok, que se recuperó rápido de su asombro-. Podrías haberme advertido de este milagro.
-   Pensé que ya lo sabías, pues lo informe en el mensaje -se defendió Asdhare de las acusaciones de Lystok-. Como ya lo indique se llama Yholet y si le dices su nombre te responde. Es culto y bien hablado. Hemos cogido otras veces guerreros más diestros pero faltos de inteligencia.
-   Pues este Yholet lo mejor que puede hacer es cerrar su boquita o le va a traer problemas -le advirtió Lystok, visiblemente enfadado con uno y con otro-. Es hora de ponernos en marcha. ¡Nos vamos!


Lystok se puso al frente y Yholet en medio de los escoltas. Tras sus pasos iba Kounia, cargada con la mochila de antes. Salieron de la aldea con un ligero trote, pero era cansado. Según dejaron atrás las empalizadas de la aldea, la selva les rodeó totalmente. Yholet intentaba mantener el mismo paso que su escolta, pero veía que eso iba a ser complicado. Los grakans no solo eran más ágiles y atléticos que él, sino que conocían la selva mucho mejor. Él iba dando traspiés con raíces que no era capaz de encontrar. Pero prefirió hacerle pasar por un corredor acérrimo, antes de recibir más burlas de Lystok o los otros grakan de la escolta.

Mientras mantenía el paso, recordó las palabras de su padre, el actual duque de Thargan, sobre su habilidad para responder a todas las situaciones y en todas las conversaciones. Su padre aseguraba que en ocasiones era mejor quedarse callado a hablar más de la cuenta. Tal vez se encontraba en el problema en el que estaba por su lengua, afilada y mordaz. Podría haber aguantado más en la ciudad si no se hubiera pasado de listo. Aunque la verdad es que el “príncipe” era demasiado imbécil y soberbio. Había sido demasiado fácil para él sonsacarle los más oscuros secretos, lo suficiente para que el canciller soltara las cadenas de los lobos. Lo que no había aseverado Yholet fue la presencia mezquina del duque de Yhetu. Confiar en el cuidador del “príncipe” había sido su gran error.

Kounia, en cambio a Yholet, mantenía el paso y demostraba que era tan ágil como los miembros de la escolta, aun siendo menos musculosa que estos. Pero la mirada de la mujer se encontraba fija en la espalda de Yholet, a quien veía que se hacía el duro, pero en más de una ocasión casi se fue de morros, al tropezar con alguna raíz escondida. Kounia no dudaba que Lystok quería hacerle sufrir, por mucho que hubieran sido los miembros del consejo quien le hubiera ordenado llevarlo a la reunión. Para Lystok, escoltar a un sureño era una afrenta a su estatus en la sociedad grakan. Por su padre, Asdruro, sabía que Lystok quería ascender en las filas de los guerreros, se había visto como un gran general y estar en la guardia del Consejo era un paso para llegar a ese sueño. Pero su forma de ascender poco tenía con la forma de ser de los grakan, no, Lystok parecía más un sureño que uno de ellos. Gharakan no lo vería con buenos ojos, para él Lystok estaría siempre rodeado por un aura de malignidad. Más aún, ya se habían malogrado un par de casamientos por esta leyenda negra que pesaba sobre Lystok.

Y Kounia sabía que las auras malignas sólo atraían lo peor. No tuvo problemas en escuchar unos crujidos a un lado de la senda que seguían, Sin perder el paso, ni alejarse de sus compañeros, fue capaz de observar un movimiento por el rabillo del ojo. Los leones sin melena, negros como la noche, les seguían entre la espesura. Esos seres fueron grandes cazadores, ya fueran grakan como leones o leopardos. Gharakan les había hechizado por su maldad. Vivirían una eternidad como seres negros. Kounia sabía que los blancos las llamaban panteras y las cazaban para sus espectáculos. Pero los sureños desconocían las historias grakan y sobre el poder que había en esas leyendas. Que era lo que les hacían a esos seres corruptos no se sabía bien, pues todo lo que los blancos tomaban nunca volvían.

Pero eso no era el problema que tenían ahora, sino que los leones negros seguían la estela de Lystok, una maldición muy poderosa debía emanar del grakan. Una que les podía llevar al resto a un final insospechado.

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