Lystok
esperó a que Asdhare se despidiera de Kounia y al ver que Yholet les observaba
con mirada curiosa se acercó a él, para estudiarlo también.
- No parece gran cosa, Asdhare -se burló Lystok, toqueteando las
prendas de Yholet-. Es enclenque. De un golpe le puedo dejar dormido por
semanas. Cómo sobrevivirán estos seres.
- Primero me tendrías que alcanzar, Lystok -dijo Yholet,
sorprendiendo en el acto a Lystok que no esperaba que el blanco le entendiera y
supiera su lengua-. Yo he salido victorioso de muchos combates y he dejado
muchos muertos a mi paso. Aunque claro, no eran grakan, yo solo mato a los
criminales de mi mundo.
- Vaya, vaya, Asdhare, si tu presa sabe decir algunas palabras en
nuestra lengua -indicó Lystok, que se recuperó rápido de su asombro-. Podrías
haberme advertido de este milagro.
- Pensé que ya lo sabías, pues lo informe en el mensaje -se defendió
Asdhare de las acusaciones de Lystok-. Como ya lo indique se llama Yholet y si
le dices su nombre te responde. Es culto y bien hablado. Hemos cogido otras
veces guerreros más diestros pero faltos de inteligencia.
- Pues este Yholet lo mejor que puede hacer es cerrar su boquita o
le va a traer problemas -le advirtió Lystok, visiblemente enfadado con uno y
con otro-. Es hora de ponernos en marcha. ¡Nos vamos!
Lystok se
puso al frente y Yholet en medio de los escoltas. Tras sus pasos iba Kounia,
cargada con la mochila de antes. Salieron de la aldea con un ligero trote, pero
era cansado. Según dejaron atrás las empalizadas de la aldea, la selva les
rodeó totalmente. Yholet intentaba mantener el mismo paso que su escolta, pero
veía que eso iba a ser complicado. Los grakans no solo eran más ágiles y atléticos
que él, sino que conocían la selva mucho mejor. Él iba dando traspiés con
raíces que no era capaz de encontrar. Pero prefirió hacerle pasar por un
corredor acérrimo, antes de recibir más burlas de Lystok o los otros grakan de
la escolta.
Mientras
mantenía el paso, recordó las palabras de su padre, el actual duque de Thargan,
sobre su habilidad para responder a todas las situaciones y en todas las
conversaciones. Su padre aseguraba que en ocasiones era mejor quedarse callado
a hablar más de la cuenta. Tal vez se encontraba en el problema en el que
estaba por su lengua, afilada y mordaz. Podría haber aguantado más en la ciudad
si no se hubiera pasado de listo. Aunque la verdad es que el “príncipe” era
demasiado imbécil y soberbio. Había sido demasiado fácil para él sonsacarle los
más oscuros secretos, lo suficiente para que el canciller soltara las cadenas
de los lobos. Lo que no había aseverado Yholet fue la presencia mezquina del
duque de Yhetu. Confiar en el cuidador del “príncipe” había sido su gran error.
Kounia,
en cambio a Yholet, mantenía el paso y demostraba que era tan ágil como los
miembros de la escolta, aun siendo menos musculosa que estos. Pero la mirada de
la mujer se encontraba fija en la espalda de Yholet, a quien veía que se hacía
el duro, pero en más de una ocasión casi se fue de morros, al tropezar con
alguna raíz escondida. Kounia no dudaba que Lystok quería hacerle sufrir, por
mucho que hubieran sido los miembros del consejo quien le hubiera ordenado
llevarlo a la reunión. Para Lystok, escoltar a un sureño era una afrenta a su
estatus en la sociedad grakan. Por su padre, Asdruro, sabía que Lystok quería
ascender en las filas de los guerreros, se había visto como un gran general y
estar en la guardia del Consejo era un paso para llegar a ese sueño. Pero su
forma de ascender poco tenía con la forma de ser de los grakan, no, Lystok
parecía más un sureño que uno de ellos. Gharakan no lo vería con buenos ojos,
para él Lystok estaría siempre rodeado por un aura de malignidad. Más aún, ya
se habían malogrado un par de casamientos por esta leyenda negra que pesaba
sobre Lystok.
Y Kounia
sabía que las auras malignas sólo atraían lo peor. No tuvo problemas en
escuchar unos crujidos a un lado de la senda que seguían, Sin perder el paso,
ni alejarse de sus compañeros, fue capaz de observar un movimiento por el
rabillo del ojo. Los leones sin melena, negros como la noche, les seguían entre
la espesura. Esos seres fueron grandes cazadores, ya fueran grakan como leones
o leopardos. Gharakan les había hechizado por su maldad. Vivirían una eternidad
como seres negros. Kounia sabía que los blancos las llamaban panteras y las
cazaban para sus espectáculos. Pero los sureños desconocían las historias
grakan y sobre el poder que había en esas leyendas. Que era lo que les hacían a
esos seres corruptos no se sabía bien, pues todo lo que los blancos tomaban
nunca volvían.
Pero eso
no era el problema que tenían ahora, sino que los leones negros seguían la
estela de Lystok, una maldición muy poderosa debía emanar del grakan. Una que
les podía llevar al resto a un final insospechado.
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