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domingo, 26 de agosto de 2018

El conde de Lhimoner (5)


El canciller carraspeó y el emperador asintió con la cabeza. El prefecto puso las manos sobre la mesa, juntando las yemas de los dedos, esperando a que uno de los presentes le contase cual era el problema que había acaecido en la corte o en el recinto imperial. Solo podía tratarse algo de esa naturaleza para haber sido llamado de esa forma por el emperador.

-   Beldek te he hecho venir porque ha ocurrido un hecho sin precedentes -fue el emperador quien habló, llamando al prefecto por su nombre, ya que la amistad entre ambos era antigua-. Ha aparecido un cadáver en el altar mayor del gran templo. El sumo sacerdote está asustado y el resto de sacerdotes y fieles han entrado en shock. Me gustaría que buscaras al causante de esta muerte.

-   Un cadáver -repitió Beldek-. Excelencia, podría explicar un poco más sobre el asunto o tal vez sería mejor que fuera a hablar con el sumo sacerdote.
-   Una mujer, de unos veinte años o menos, ha aparecido muerta, desnuda y abierta en canal sobre el altar -explicó el soldado-. El sumo sacerdote ha enviado un siervo con el aviso y el canciller me ha mandado a mí para comprobar la historia. Me he encargado de no tocar nada, he puesto guardias imperiales en el templo y he cubierto el cadáver.
-   El capitán Ahlssei es muy concienzudo, Beldek. Por lo visto ha leído tus memorándums sobre la investigación de crímenes -prosiguió Thimort-. Sabía que te llamaríamos o lo suponía, pues ha seguido tus pasos. El emperador ha decidido ponerlo de enlace con tu equipo. Espero que os llevéis bien. Preferimos que ante el resto de tus hombres pase como un soldado de enlace de la guardia del emperador. Un enviado para saber cómo avanza la investigación. Espero que no tengas problema en ello.
-   Ya sabes que si es el deseo de su excelencia, no me puedo negar -respondió Beldek, inclinando la cabeza hacia el emperador. Beldek era tuteado por el mandatario y el canciller, pero jamás lo hacía él, ya que era un simple prefecto de la milicia-. Supongo que puedo llamarle como soldado de enlace Ahlssei, ¿no? -el canciller y el propio Ahlssei asintieron con la cabeza-. Bien, no veo problema, una mente preclara más siempre viene bien. Por otro lado, si ha seguido mis pautas con respecto a un lugar donde se ha cometido un crimen, una buena parte del trabajo está hecho. De todas formas, necesitaré que uno de mis estudiosos se haga cargo del cadáver. ¿El sumo sacerdote lo permitirá?
-   Pondrá el grito en el cielo, pero tendrá que aguantarse -indicó el emperador-. Tienes carta blanca para actuar. Pero Beldek, por favor, no le busques la boca, sabes bien que Oljhal es un poco irascible. Pero no es mala persona, solo un poco antiguo. No le gusta lo de tus estudiosos, sobre todo después del asunto del erudito de Rhelma.


Beldek entendía a lo que se refería el emperador. Rhelma era una ciudad del este del imperio. Rodeada de campos fértiles y alguna mina de hierro, era un lugar próspero. Además cruzaba la calzada imperial del este. Las caravanas pasaban por allí siempre. Con tal nivel de riqueza, fue atrayendo a personas de todo tipo, entre ellos a los estudiosos. La mayoría eran hombres que se dedicaban a estudiar el mundo, o se entrenaban en la economía o la medicina. Pero entonces apareció un hombre, uno que aseguraba ser un erudito. Al principio la gente le siguió y escuchaba sus ideas. Pero poco a poco estas empezaron a ir contra el culto de Rhetahl y con la sociedad imperial en sí. Sus seguidores se fueron creyendo sus retahílas, hasta el punto que se produjo una revuelta en la ciudad. Para cuando el ejército regular depuso a los insurrectos, los partidarios del erudito habían matado a los que no pensaban como ellos, nobles, comerciantes y sobre todo a los sacerdotes de Rhetahl, a los que torturaron de forma vil y salvaje. El erudito fue cazado cuando trataba de huir con el oro que había robado de enemigos y fieles. Fue ejecutado tras meses de tortura, para que pagase por las fechorías que había infligido a los sacerdotes de Rhelma, pues un lugarteniente confesó que el erudito ideó y estuvo presente en cada tortura.

-   Tendré cuidado con el sumo sacerdote, excelencia -afirmó Beldek-. Pero mis estudiosos son la mayoría seguidores del culto. Solo vendrá a por la muerta y se la llevará a nuestra morgue. todo con el respeto debido a la fallecida, como manda la ley de Rhetahl, excelencia. mi sargento puede ir con el mensajero y así aleccionar a los estudiosos.

-   Gracias, Beldek -agradeció el emperador, poniéndose de pie-. Sé que eres la persona indicada para solucionar este entuerto. Si necesitas algo, pídeselo a Ahlssie. Él siempre está en contacto con el canciller.

El emperador se puso de pie y el canciller le imitó. Fherenun levantó una mano, para que no les imitaran. Los dos mandatarios se marcharon, dejando a los tres soldados aún sentados a la mesa.

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