Seguidores

miércoles, 29 de agosto de 2018

Unión (35)


A Ofthar no le había hecho mucha gracia separarse de Mhista, pues le gustaba luchar con él y Rhime era el mejor arquero a su mando, pero su misión era más importante que la que tenía él y necesitaba a los mejores guerreros. Él tampoco se había quedado con los peores, tras sus pasos iban Orot, que lo estaba pasando francamente mal para pasar por el túnel, Elbok, un guerrero de uno sesenta, pelo negro, oscuro como la noche, barba y bigote poblados y rizados, con cicatrices y con una sed desmedida, así como su glotonería. Pero al encontrarte frente a frente, era musculoso y diestro con la espada que usaba. Era metódico en la lucha, sobre todo en los muros de escudos. Parecía de más edad de la que tenía, pues solo tenía un año más que Ofthar. Como él y Mhista pertenecía al clan Bhalonov y se desvivía por proteger a su futuro líder.

Con ellos también se encontraba otro miembro del clan, Hefta, más joven que Ofthar, pues tenía veintiún años. Era un guerrero espléndido, mejor que otros jóvenes. Usaba espada larga y escudo, pues los muros eran su vida. No era en especial alto, ya que alcanzaba el metro sesenta y nueve, pero lo suplía por su corpulencia y su fuerza. Pero no todo era ser como un animal. En ocasiones su cerebro, siempre despierto, pasaba a Ofthar estrategias ocurrentes, algo que Ofthar siempre escuchaba con detenimiento. El pelo era castaño y sus ojos verdosos.

Tras sus pasos iban Lirnho, Phyka y Shetol. Lirnho era un guerrero de pelo rubio, ligeramente rojizo, con un cuerpo musculado, fuerte y de metro ochenta y uno. Solía luchar con hacha y llevaba siempre hachuelas y puñales pequeños, que arrojaba con gran precisión. Aun por su altura y corpulencia era muy ágil. Llevaba el rostro afeitado, algo raro en las costumbres locales. Una vez le preguntó Ofthar por esa curiosidad y el guerrero le indicó que las barbas le impedían lanzar bien los cuchillos. Ofthar decidió dejarlo así, ya que necesitaba de la genialidad de Lirnho con esos lanzamientos. Ofthar aparte de su don con los cuchillos le había elegido por pertenecer a uno de los clanes pequeños, el Urtho, pues no quería dejar de lado a los clanes menores, pues temía que o desaparecieran o se unieran en el futuro contra el suyo.

Por esa razón, Shetol viajaba con él. Este guerrero de veintitrés años pertenecía al clan Fhesra, otro de los menores. Y no por ello eran peores, solo que tenían menos partidarios que los Bhalonov, los Arnha o los Irinat. Shetol tenía el pelo oscuro, así como sus ojos, colocados en un rostro amable, que se volvía el de un demonio en la batalla. Armado con maza y escudo, era capaz de abrir huecos en las líneas enemigas. Por lo visto lo había instruido su abuelo, un antiguo miembro de la guardia del rey Naradhar III. A Ofthar le encantaba formar un muro de escudos con él, pues no bajaba la marcha en ningún momento.

El tercero, Phyka, pertenecía al clan Irinat, pues su padre había sido escolta del señor Nardiok y este le había ascendido dándole un puesto en su familia. Phyka solía luchar con espada y escudo, pero a veces usaba arco o hachuelas. Era uno de los más versátiles de sus hombres, capaz de blandir cualquier arma con la misma genialidad. Su pelo era castaño, con mechones rojizos, llevaba barba y bigote espeso.

Ofthar podía escuchar sus respiraciones a su espalda y las quejas por el líquido horrendo sobre el que se tenían que mover. Su grupo seguía un camino distinto al de Mhista. Ellos iban hacia una posición cercana a los silos de alimento, pero no pegada. Tenían que esperar a que los carromatos regresaran llenos de suministros y entonces hacerse con ellos. O por lo menos esa era la misión que había aceptado Ofthar. La dama Arnayna quería más vivieres, pero su tío no quería arriesgarse, así, que Ofthar se había aliado con ella para hacerse con un envío completo. Lo único es que Ofthar había dado alguna orden de más. La idea de la muchacha era interesante, pero se quedaba corta. Él había visto que podían hacerse con más suministros y dar tiempo extra a los defensores para mejorar las defensas. los esclavos, sumidos en su falsa creencia de que eran superiores, pecaban de ilusos. Mhista llevaba las órdenes de Arnayna y las suyas propias.

Pronto, Ofthar, dio con el final del túnel y empezó a buscar la palanca que abriría la salida. Este era el momento más crítico, pues si donde se revelaba la salida estaba lleno o cerca de enemigos estarían muertos y encima encontrarían una forma de entrar en el reducto de Usbhale. Miró a sus hombres y estos asintieron que estaban preparados. Ofthar dio con la pieza de madera y tiró de ella. Se escuchó un crujido, como el de un mecanismo que llevaba años sin usarse y al poco se abrió el techo. Ofthar ascendió con cuidado, pero solo se encontró con un viejo sótano maloliente. El hedor era fuerte y le echó para atrás. Hasta que Orot no le pasó el farolillo, no pudo encontrar lo que provocaba ese tufo. Habían apilado un buen número de cuerpos en ese sótano. Con la humedad y el calor habían empezado a pudrirse allí mismo. Ofthar se tapó la boca y la nariz con un pliegue de su capa y dejó el farolillo en el suelo. Se acercó y vio para su pesar que la mayoría eran esclavos, pues llevaban argollas metálicas en el cuello o en la muñeca. Estaban desnudos y presentaban tajos de armas. Eran sobre todo mujeres y niños.

A su espalda, sus hombres fueron emergiendo por la apertura y cuando el último estuvo arriba, Ofthar le hizo un gesto para que cerrase la entrada. No podía dejar cabos sueltos. Mientras Phyka y Lirnho volvían a dejar el suelo del sótano como estaba, Ofthar dio con la escalera y ascendió con cuidado. Arriba había una sala grande y casi vacía. Según el erudito que la dama Arnayna le había presentado, Esbbil, ese debía ser un almacén de hierro, pero que estaría vacío, pues no habían llegado existencias desde la mina desde hacía días. Al observar por uno de los ventanucos vio una calle desierta. Hacia un lado intuyó los silos de víveres y por el otro las puerta, pero por ahora todo estaba tranquilo. Los carros podrían haber pasado ya o por el contrario no haber llegado. Habría que esperar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario