Seguidores

domingo, 2 de septiembre de 2018

El conde de Lhimoner (6)


Los tres siguieron sentados por un rato más, tras la marcha del emperador y el canciller, hasta que el capitán Ahlssei carraspeó.

-   Será mejor que el sargento Fhahl se ponga en marcha, para que traiga a sus estudiosos -dijo Ahlssei-. Ahora mismo redactaré la orden de entrada y salida. Si son tan amables de venir conmigo.


Los dos miembros de la milicia se pusieron de pie y abandonaron la biblioteca del emperador, siguiendo los pasos del capitán. Les llevó a una zona de la primera planta del palacio donde había un buen número de pequeñas habitaciones. Por lo visto eran pequeños despachos de ciertos miembros de la corte. Por allí tendría uno el canciller, y otro el chambelán. Ahlssei tenía uno, y eso le hizo a Beldek aumentar las sospechas que tenía sobre él. El despacho era modesto, pero agradable. Ahlssei se sentó un momento en la silla que había tras la mesa y garabateó algo en un papel. Tras lo que tomó una campanilla y la hizo sonar. De la nada apreció un siervo de palacio.

-   Lleva esta nota al sargento Mhilsha, te acompañará el sargento de la milicia -ordenó Ahlssie al siervo, sin casi mirarle y ofreciendo la hoja en la que había escrito, una vez que estampó un sello y la dobló-. Dile también que les esperamos en el complejo del gran templo. Vete ya.

-   Sí, señor -respondió bajo el siervo, que le hizo un gesto al sargento Fhahl para que se diera prisa.
-   Ve con él, Fhahl -pidió Beldek, al ver la reticencia del sargento ante los modales del siervo-. Te necesito lo antes posible en el gran templo.


El sargento Fhahl se marchó tras el siervo. Ahlssei se puso de pie y miró al prefecto.

-   Así que capitán -comenzó a hablar de improviso Beldek-. Ya me parecía que era raro que Thimort y su excelencia enviaran a un simple soldado para algo de tanta responsabilidad. Supongo que estoy ante un lobo del emperador. La verdad es que hacía mucho que no tenía uno tan cerca.

-   ¿Cuándo se ha dado cuenta de que no era un simple soldado? -quiso saber Ahlssei, indicándole que le siguiera.
-   Cuando cruzamos las puertas del barrio alto -indicó Beldek-. Por muy enviado del emperador que fuese, no había visto nunca a los oficiales de la guardia tan nerviosos ante un soldado. A menos claro que ellos supieran ante quien estaban. Y si no eras el canciller, ni el emperador, que podía crispar los nervios de un guardia imperial. Solo había una respuesta para ello, un lobo imperial.
-   Claramente entiendo porque el canciller y el emperador le tienen en tal alta estima, conde de Lhimoner -halagó Ahlssei al prefecto-. Tiene una mente muy ágil. Tal vez demasiado. Pero hay algo que no entiendo, ¿por qué solo es un prefecto de la milicia, cuando se ve que podría estar en la corte?
-   ¿Lleva poco en la corte, verdad capitán? -Ahlssei asintió con la cabeza-. Yo podría intentar escalar en la corte, incluso alcanzar el cargo de canciller, pero luego hay que mantener el puesto. No estoy hecho para ese tipo de vida, no. Desde la milicia puedo servir a la ciudad y no me meto en las guerras por el poder. Cuando se haya encargado de limpiar un par de conjuras, ya me dirá si mi elección era o no acertada. Y ahora, no hagamos esperar al sumo sacerdote. No va a poder hacer los ritos diarios con una muerta en su altar mayor.


El capitán Ahlssei se rio y le dio una palmada en la espalda. Se dirigieron a la puerta por la que habían entrado a palacio, donde esperaban sus caballos. Se montaron en ellos y se dispusieron a regresar al barrio alto. Cruzaron las murallas de la ciudadela y se internaron por otra calle, no por la avenida principal. Llegaron rápidos al complejo religioso. Unos guardias del templo les hicieron detenerse, pero al enseñar su credencial el capitán Ahlssei, se quitaron de en medio.

El complejo era una hacienda inmensa y llena de vegetación. Los jardines lo rodeaban todo. El palacio del sumo sacerdote, de dos alturas y el gran templo, de planta cuadrada, eran las dos construcciones más grandes y visibles para los fieles que entraban por la entra principal. Detrás del templo se encontraban los almacenes, las viviendas de ciertos sacerdotes y tras el palacio las casas de los siervos y los guardias. También había unos establos y un cercado para que pastaran los ejemplares, una mezcla de caballos de tiro con animales de cierto nivel.

Ahlssei señaló al templo y Beldek observó que había guarneciendo su perímetro, un buen número de guardias del emperador.

-   El emperador no ha permitido que nadie, a excepción del sumo sacerdote entre en el gran templo -explicó Ahlssei-. Solo quiere que no se modifique nada hasta su llegada, prefecto.

Beldek no dijo nada, pero sabía que eso era una gran verdad, el emperador le tenía demasiado bien valorado. Pero no siempre Beldek conseguía resolver sus casos. Claramente el emperador quería o tal vez necesitaba que este si se logrará esclarecer. Podría haber algo más escondido en el caso que el emperador no le había querido revelar ante el capitán y el canciller. Tendría que tener mucho cuidado con ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario