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miércoles, 19 de septiembre de 2018

Lágrimas de hollín (32)


Tanto Phorto, como Jockhel se acercaron a la estatua del centro. Terbus al ver sus movimientos se aproximó también, pues no podía perder iniciativa.

   -   ¿Qué pasa aquí, Terbus? Nos estás intentando traicionar -espetó Phorto, con una voz grave, llena de personalidad-. ¿Quién es este?
   -   Me lo dices tú, que te traes a veinte escoltas -espetó Terbus, haciéndose el ofendido-. Yo solo tengo a cuatro apoyos. Me podrías eliminar de un plumazo y listo. Eres un Serpiente después de todo, yo que he venido con todo mi interés, para acabar con la guerra que nos está agobiando a todos. Pero no, el gran Phorto viene con ganas de sangre.
   -   Aquí el único que abre su boca y muestra sus colmillos eres tú, Terbus -terció Phonto, sin perder la calma-. Si en verdad es uno de tus escoltas, no tiene nada que hacer en este lugar. Que se vuelva con tus queridos lugartenientes.
   -   Ya has oído al gran Phorto, muchacho, vuelve con los otros, no tienes nada que hacer aquí -ordenó Terbus, pero el encapuchado no hizo ningún ademán de marcharse.
   -   Así que tú eres el gran Phorto, señor de los Carneros -dijo el encapuchado, con una voz fuerte, pero que parecía de un hombre joven-. Llevo tiempo escuchando ese nombre y la forma de llevar el clan. A mi forma de ver, bastante negligente, pero claro es lo que ocurre cuando pones a un hombre bueno y sin ambición al frente de algo así.

Los dos líderes se quedaron mirando a Jockhel, Phorto asombrado y Terbus con una mezcla de disgusto y sorpresa. Terbus empezó a temer que el encapuchado se fuera a cargar la trampa y empezó a pensar que tal vez Oltar le había traicionado. Por un momento estuvo a punto de desatar todo, pero decidió aguantar, pues tenía curiosidad por ver qué movimiento iba a hacer el tal Jockhel.

   -   Quiero ver de qué pasta estás hecho, Phorto -continuó Jockhel-. ¿Podrás responderme a una simple pregunta?
   -   ¿Cuál?
   -   ¡Oh, es muy sencilla, Phorto! -exclamó Jockhel-. Pero debes responderla con total sinceridad. He estado recibiendo informes que los Carneros no estáis ganando precisamente vuestra guerra con los Serpientes. Más aún, habéis perdido territorio, pero a costa de no perder a tus seguidores. Eso es una noble acción, no lo harían todos los líderes de clan. Vheriuss no pecaba de esa honra, dejaba morir a sus compañeros, siempre que él se salvase. Ambos lo podéis reconocer, le servisteis.
   -   Puede ser, pero no sé a dónde quieres llegar -intervino Phorto que empezaba a ponerse nervioso, mirando con temor al encapuchado.
   -   Tienes razón, Phorto, me voy por las ramas -afirmó Jockhel-. Mi propuesta o juego es sencillo. Eres Phorto señor de los Carneros, que se ha cuidado mucho de mantener a sus hombres lo más salvos posibles. Te encuentras en una encrucijada. Has llevado a buen número de ellos, tus mejores amigos a una trampa, donde todos morirán irremediablemente. Pero tienes dos opciones, los utilizas de escudo y te salvas, lo que te daría una oportunidad para vengarte de quienes te traicionaron o por otro lado, mueres tú, intentando que de esa forma tus amigos se salven. ¿Qué opción escogerías?
   -   Siempre la segunda -aseguró Phorto, abriéndose el cuello, pues ya suponía lo que iba a pasar, pues habían sido traicionados.
   -   Parece que no lo tienes que pensar mucho, Phorto -indicó Jockhel, sonriendo-. Pero no es la mejor respuesta, pues los que os traicionan no solo quedaran satisfechos con tu muerte. Matarán a todos, que quieres son unas Serpientes. Te doy una tercera opción, Phorto. Tú no tienes ambición, pero yo sí, júrame lealtad y todos sobreviviréis.

Terbus se quedó más asombrado que Phorto. Jockhel no sólo había levantado el secreto de la traición ante su cara, sino que le ofrecía un trato a su enemigo, lo que quería decir que las Nutrias le traicionaban a él y no al revés. El maldito Oltar se la había jugado. Pero eso no iba a quedar así.

   -   Maldito Jockhel, tú y tu jefe no vais a vivir para contar esta traición -espetó Terbus, buscando su arma bajo su abrigo.
   -   No seas tan lento, Terbus, el tonto de Oltar no te ha traicionado, pero yo sí -se burló Jockhel-. Te vuelvo a preguntar, Phorto, ¿me serás leal?
   -   ¿Y los salvarás? -preguntó Phorto, que no estaba muy seguro de nada en ese momento.
   -   Tus hombres y tú seréis como mis hermanos, siempre que pueda intentaré que ninguno de ellos perezca, pero recuerda que ni con toda la planificación ni con toda la buena voluntad, no siempre podré cumplir mi palabra, Phorto, no soy infalible, ni tengo la voluntad de Bhall -prometió Jockhel.
   -   Es más de lo que podría sacar de las Serpientes -afirmó Phorto-. Te seguiré, seas quien seas.
   -   Para ti y todos los aquí presentes, soy Jockhel, el señor de la Cresta -dijo el hombre con voz fuerte y retirándose la capucha, dejando ver el rostro sonriente de Fhin, que miró a Terbus-. Y yo maté a Vheriuss.

La cara de Terbus se descompuso con las últimas palabras de Fhin. Era un hecho que aún no se había encontrado a la persona física que había matado a Vheriuss. La habían usado como pretexto para llevar a cabo muchos actos de venganza. Habían torturado y asesinado, pero no habían obtenido al causante de todo el problema y ahora ese muchacho afirmaba haber matado a su líder, con una sonrisa tan franca que te impedía pensar que mintiera.

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