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domingo, 1 de diciembre de 2019

Ascenso (3)

La conclusión de Ofhar había sido simple. Andar cuesta arriba con la armadura, el escudo y las armas siempre era duro, pero se volvió más cuando les empezaron a caer flechas, como si de una lluvia torrencial tratase. Los guerreros gracias a los escudos fueron los mejor parados, en cambio los arqueros sin encontrar refugio y con sus ropas de cuero fueron diezmados. Los cuerpos fueron llenando la ladera y la hierba se fue tiñendo de rojo. No solo los arqueros fueron abatidos, también guerreros heridos se quedaban rezagados, con las astas emplumadas ancladas en sus cuerpos. Los más suertudos en una pierna, en el hombro o en un brazo, a los que Ordhin les había abandonado, en la cara o en una axila.

Pero la tenacidad de esos guerreros, mercenarios que querían conseguir un buen botín o súbditos de Whaon persiguiendo en el honor a su señor, fue máxima y al final, los dos muros chocaron con estrépito. En ese momento, comenzó la verdadera batalla. Ofhar había ordenado que una vez que los muros se encontraran, ellos empezarían a empujar y matar. Así poco a poco el enemigo iría observando el verdadero grosor de su enemigo y de su error.

La lucha fue encarnizada, tanto Ofthar como su padre luchaban en la primera línea de su sección, pues aunque eran hombres importantes les movía el honor. Sabían que de esa forma sus hombres lucharían con mayor denuedo, ya que no querían ser menos valientes que sus jefes. Además, si los líderes estaban allí, verían sus acciones, sus logros y si había recompensa por su valor, sería indiscutible, pues sus señores estaban de testigo.

Ofhar era conocido como líder justo, capaz de distinguir a un buen guerrero de otro que no lo fuera. Los que le rodeaban llevaban la mayoría unos cuantos brazaletes de oro y plata. Esto era una costumbre habitual, el líder entregaba esos regalos a los más valerosos entre sus hombres. El número de brazaletes daba mayor estatus en la casta de guerreros. Lo normal es que un guerrero con muchos de oro, fuera respetado como uno de gran valía, siendo parte de su guardia de corps o un asesor respetado. El propio Ofhar llevaba brazaletes de oro en sus brazos, regalos del señor Nardiok, por las gestas de juventud y por todas las acciones como su canciller.

Y aunque la batalla empezó más satisfactoriamente para el bando de Nardiok, las cosas no siguieron como Ofhar había vaticinado. Los mercenarios de Whaon eran más fuertes y estaban más aleccionados que el resto de soldados del señor de los pantanos. Vendieron más caras sus vidas. Costaba mucho acabar con ellos. Tal era el nivel de la batalla que el gran Ordhin se contagió de su esfuerzo y llenó el cielo de oscuras nubes. Los rayos comenzaron a caer y tras ellos una pesada lluvia que golpeaba con fuerza en el metal de los escudos, de las armaduras y de las propias espadas. El agua comenzó a calar las ropas de los guerreros y a entorpecer sus movimientos. Los mercenarios estaban más preparados que el resto de guerreros y por ello aguantaron mejor el tipo.
Pero los hombres de Velery se enfrentaban directamente a los guerreros de Whaon, a los guerreros de los pantanos. Con el paso del tiempo y la llegada de la lluvia, la aptitud y el espíritu de lucha se desvanecieron. Hartos de muerte, agua y sangre, empezaron a retirarse, fragmentando la línea de lucha. Los supervivientes de Velery observaron como el enemigo empezaba a huir, aclamaron la victoria que creían cerca y espoleados por su comandante siguieron a su enemigo, rompiendo a su vez su propio muro, sedientos de venganza.

Ofhar descubrió tarde el error de Velery, que fue rápidamente tomado en cuenta por los mercenarios. Una lengua de guerreros enemigos se introdujeron entre las líneas de arqueros y los guerreros de Velery, que quedaron a merced de dos enemigos. Tuvo que ser Nardiok, junto con su guardia, que estaban en la retaguardia de la sección central, los que se movieron a toda prisa a recuperar el flanco, antes de que la sección central fuera atacada de costado, pues los arqueros empezaron a retroceder al ver la aparición de los peligrosos mercenarios. Ofhar tuvo a su vez que estirar su muro para que Nardiok y la guardia no quedaran destrozados por los mercenarios, en mayor número.

En ese flanco se dieron los combates más aguerridos y también las muertes de los mejores guerreros del señor Nardiok. Ofthar recordaba haber visto de pie a su padre cuando los mercenarios se retiraban como podían, aguijoneados por las flechas y las hachas arrojadizas, tras perder a sus principales comandantes en la ladera. Más tarde se enteró que cuando le había divisado, su padre ya se había reunido con Ordhin, literalmente se había muerto de pie.

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