La conclusión de Ofhar había sido simple. Andar cuesta arriba con la
armadura, el escudo y las armas siempre era duro, pero se volvió más cuando les
empezaron a caer flechas, como si de una lluvia torrencial tratase. Los
guerreros gracias a los escudos fueron los mejor parados, en cambio los
arqueros sin encontrar refugio y con sus ropas de cuero fueron diezmados. Los
cuerpos fueron llenando la ladera y la hierba se fue tiñendo de rojo. No solo
los arqueros fueron abatidos, también guerreros heridos se quedaban rezagados,
con las astas emplumadas ancladas en sus cuerpos. Los más suertudos en una
pierna, en el hombro o en un brazo, a los que Ordhin les había abandonado, en
la cara o en una axila.
Pero la tenacidad de esos guerreros, mercenarios que querían conseguir
un buen botín o súbditos de Whaon persiguiendo en el honor a su señor, fue
máxima y al final, los dos muros chocaron con estrépito. En ese momento,
comenzó la verdadera batalla. Ofhar había ordenado que una vez que los muros se
encontraran, ellos empezarían a empujar y matar. Así poco a poco el enemigo
iría observando el verdadero grosor de su enemigo y de su error.
La lucha fue encarnizada, tanto Ofthar como su padre luchaban en la
primera línea de su sección, pues aunque eran hombres importantes les movía el
honor. Sabían que de esa forma sus hombres lucharían con mayor denuedo, ya que
no querían ser menos valientes que sus jefes. Además, si los líderes estaban
allí, verían sus acciones, sus logros y si había recompensa por su valor, sería
indiscutible, pues sus señores estaban de testigo.
Ofhar era conocido como líder justo, capaz de distinguir a un buen
guerrero de otro que no lo fuera. Los que le rodeaban llevaban la mayoría unos
cuantos brazaletes de oro y plata. Esto era una costumbre habitual, el líder
entregaba esos regalos a los más valerosos entre sus hombres. El número de
brazaletes daba mayor estatus en la casta de guerreros. Lo normal es que un
guerrero con muchos de oro, fuera respetado como uno de gran valía, siendo
parte de su guardia de corps o un asesor respetado. El propio Ofhar llevaba
brazaletes de oro en sus brazos, regalos del señor Nardiok, por las gestas de
juventud y por todas las acciones como su canciller.
Y aunque la batalla empezó más satisfactoriamente para el bando de
Nardiok, las cosas no siguieron como Ofhar había vaticinado. Los mercenarios de
Whaon eran más fuertes y estaban más aleccionados que el resto de soldados del
señor de los pantanos. Vendieron más caras sus vidas. Costaba mucho acabar con
ellos. Tal era el nivel de la batalla que el gran Ordhin se contagió de su
esfuerzo y llenó el cielo de oscuras nubes. Los rayos comenzaron a caer y tras
ellos una pesada lluvia que golpeaba con fuerza en el metal de los escudos, de
las armaduras y de las propias espadas. El agua comenzó a calar las ropas de
los guerreros y a entorpecer sus movimientos. Los mercenarios estaban más
preparados que el resto de guerreros y por ello aguantaron mejor el tipo.
Pero los hombres de Velery se enfrentaban directamente a los guerreros
de Whaon, a los guerreros de los pantanos. Con el paso del tiempo y la llegada
de la lluvia, la aptitud y el espíritu de lucha se desvanecieron. Hartos de muerte,
agua y sangre, empezaron a retirarse, fragmentando la línea de lucha. Los
supervivientes de Velery observaron como el enemigo empezaba a huir, aclamaron
la victoria que creían cerca y espoleados por su comandante siguieron a su
enemigo, rompiendo a su vez su propio muro, sedientos de venganza.
Ofhar descubrió tarde el error de Velery, que fue rápidamente tomado en
cuenta por los mercenarios. Una lengua de guerreros enemigos se introdujeron
entre las líneas de arqueros y los guerreros de Velery, que quedaron a merced
de dos enemigos. Tuvo que ser Nardiok, junto con su guardia, que estaban en la
retaguardia de la sección central, los que se movieron a toda prisa a recuperar
el flanco, antes de que la sección central fuera atacada de costado, pues los arqueros
empezaron a retroceder al ver la aparición de los peligrosos mercenarios. Ofhar
tuvo a su vez que estirar su muro para que Nardiok y la guardia no quedaran
destrozados por los mercenarios, en mayor número.
En ese flanco se dieron los combates más aguerridos y también las
muertes de los mejores guerreros del señor Nardiok. Ofthar recordaba haber
visto de pie a su padre cuando los mercenarios se retiraban como podían,
aguijoneados por las flechas y las hachas arrojadizas, tras perder a sus
principales comandantes en la ladera. Más tarde se enteró que cuando le había
divisado, su padre ya se había reunido con Ordhin, literalmente se había muerto
de pie.
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