Tras un rato de paz, regresó Rhennast, anunciando que
Mhista y Rhime esperaban fuera. Ofthar amagó el gesto para que les permitiera
pasar a la tienda.
-
Será mejor que les vea fuera -indicó Ofthar, echando un ojo a los
amortajadores que estaban con el cuerpo de Nardiok.
- Como ordenes
-asintió Rhennast, acercándose al acceso y retirando los pliegues de la misma
para permitir a Ofthar salir.
Ofthar salió el primero y se encontró a sus compañero
de pie ante la tienda. Los soldados de la guardia que había a cada lado del
acceso de la misma se cuadraron, golpeando los escudos que portaban con el asta
de las lanzas que tenían por armas. Ofthar pudo observar que Mhista soltó una
sonrisita al ver la reacción de Ofthar al saludo reglamentario. Tuvo por seguro
que Rhennast les había informado de su actual situación. Fue claro cuando ambos
hicieron una reverencia.
-
Veo que el jefe de la guardia ya os ha puesto sobre aviso -murmuró
Ofthar, un poco decepcionado y enfadado, ya que le hubiera gustado contarles su
ascenso en persona-. Bueno, lo hecho, hecho está. Es hora de hacer
designaciones. Como sabéis mi padre ha fallecido, por lo que el señorío se ha
quedado sin canciller y sin senescal, pues mi padre llevaba ambos cargos. Rhime,
me gustaría que aceptaras el cargo de canciller y tú, Mhista el de mi senescal.
Ambos jóvenes se le quedaron mirando, sorprendidos.
Los dos cargos, eran de los más importantes del señorío. El canciller era el
asesor militar del señorío. Era aquel que se encargaba de diseñar las campañas,
gestionar el ejército, realizar levas, abastecimiento y todo lo relacionado con
mantener a un gran número de guerreros en activo. Era un puesto para alguien
inteligente. Ofthar conocía demasiado bien a su amigo Rhime, era muy astuto e
inteligente. Su habilidad con las armas era alta, pero lo era más su cerebro,
por lo que era ideal para ese puesto. Por el contrario, el senescal era un
puesto para un guerrero, para el principal general, un hombre que debía ir a la
guerra, en ocasiones en vez de su señor. Mhista era ideal para ese cargo. Era
más osado, así como más fuerte. No era tan inteligente ni un gran estratega,
pero el senescal no necesitaba esas virtudes, sino la tenacidad y la valía para
hacer que los hombres no flaquearan y siempre buscaran la victoria. Mhista era
ese tipo de guerrero y en la última batalla lo había demostrado, rompiendo
varias veces el muro de escudos rival. Los guerreros del ejército seguirían a
un senescal como ese.
-
¿No decís nada? -preguntó Ofthar a sus silenciosos amigos.
-
Sí, claro que seré tu senescal, amigo… -respondió Mhista con
alegría, pero al ver la expresión sería de Rhennast se apuró a añadir-, mi
señor. Mi fuerza es tuya.
-
Sí, mi señor -afirmó Rhime, más lacónico, aunque era siempre así,
solo decía lo justo, lo más importante.
-
Bien, bien -añadió Ofthar, contento de que sus amigos hubieran
aceptado con tanta facilidad-. Rhennast, esperó que tú sigas queriendo ser mi
jefe de la guardia.
- Mientras
pueda alzar mi hacha, os protegerá, mi señor -respondió Rhennast, golpeando su
coraza con el puño, antes de gritar a viva voz, para que se escuchara entre los
muchos hombres que les rodeaban, muchos de ellos guerreros normales-. ¡Larga
vida al señor Ofthar! ¡Larga vida al defensor de los ríos!
Rhennast, Mhista, Rhime y todos los guerreros que
estaban más cercanos dieron vivas a Ofthar, mientras la alabanza se fue
expandiendo por todo el campamento a gran velocidad. Pronto se sabría de un
lado a otro del campamento, así como en el campo de batalla que el señor
Nardiok había muerto, pero que había un nuevo señor al mando, un reconocido
guerrero, hijo del gran canciller y que tanto el clan Bhalonov como el Irinat
le habían reconocido como su señor. Ninguno de los otros clanes se opondría a
este designio, el último del fallecido señor Nardiok. Además muchos de los
jefes de clanes conocían de quien era biznieto Ofthar y así como la familia de
su esposa. Todos estaban seguros que Nardiok lo había urdido todo para que
Ofthar y el señorío prosperase. Los hijos de Ofthar aunarían en uno solo
señorío el territorio de los ríos y las llanuras. A su vez, sin la casa de los
señores de los prados, eliminada por Whaon, los Bhalonov tenían demasiado poder
allí, Ofthar como señor del clan, podría ser elegido nuevo señor de los prados
y unificarlo con el de los ríos. Incluso podrían tomar los pantanos bajo su ala
protectora, pues Ofthar era el último descendiente vivo del clan Irnt, señores
reales. Había muchas posibilidades, incluso reunificar los señoríos del sur,
proclamándose Ofthar señor de las cascadas, el rey del sur.
-
Rhime, necesito los números de caídos y de heridos -prosiguió
Ofthar, pasando de la aclamación, pues no tenía tiempo para ello-. Debo saber
que queda del ejército que comandaba el señor Nardiok. Mhista, organiza a los
guerreros que estén bien. Prepara piquetes avanzados, levanta un perímetro
defensivo alrededor del campamento y que los siervos preparen leña para las
piras.
-
Así se hará, mi señor -dijeron los dos a la vez.
-
Antes de que os marchéis, llamad a nuestros amigos y que os ayuden
en los menesteres que os he encomendado -añadió Ofthar, antes de que se fueran
de allí-. En el campo de batalla quedan muchos muertos y mucho equipo. Los
mercenarios iban bien pertrechados, no así nuestros guerreros más modestos.
Haceos con sus armaduras, sus armas y entregadlas a nuestros guerreros. Los que
hayan sido bragados en el combate recibirán las mejores, pero todos deben
recibir algo.
-
¿Todos? -inquirió Rhime.
-
Los hombres de Velery serán los últimos en recibir halagos, esos
idiotas casi nos destruyen -espetó Ofthar-. Rhime, si Velery tiene algún
problema no dudes en enviármelo.
- Como
ordenes -asintió Rhime, tras lo que ambos se marcharon.
Ofthar regresó al interior de la tienda, seguido por
Rhennast. Dentro, Alffyn y sus siervos habían terminado de preparar el cuerpo
de Nardiok, que había sido envuelto en telas de un blanco como la nieve y se
había bañado en un óleo perfumado. Alrededor de todo se había colocado una capa
con armiño. Alffyn indicó que por ahora lo dejarían en el lecho, hasta que lo
trasladaran a la pila, cuando hicieran la ceremonia, que si las cosas iban
bien, sería esa misma noche. El druida y los siervos dejaron solos a Ofthar y
Rhennast.
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