Rhennast levantó los faldones del acceso de la tienda
de Nardiok, defendida por varios soldados de la guardia que llevaban aparatoso
vendajes. El interior estaba caldeado por varias estufas. Varios hombres
rodeaban a Nardiok, que permanecía tumbado en su catre de campaña, enfundado en
unas mantas hechas de piel animal, de oso. Junto a su lecho, agarrándole la
mano se encontraba una mujer joven, de unos veinte años, rubia, de rostro
redondo, con las mejillas rojizas. La muchacha se llamaba Isleyn y era la
actual esposa del señor Nardiok, su última esposa. No era ni noble ni rica. Era
la hija de unos criados de palacio, pero Nardiok se había enamorado de ella, y
se había desposado con rapidez, alegando que eran ya pocos los años que le
quedaban para disfrutar de los placeres de la vida. Sabía que no iba a darle
ningún hijo, por todo lo fecundo que fuera su vientre, pues estaba seguro que él
no podía engendrarlos. Isleyn parecía cariacontecida y llorosa, por lo que
Ofthar se preparó para lo peor.
Los hombres allí reunidos saludaron a Ofthar. Eran
cuatro. El primero, era un hombre de edad avanzada, el druida personal de
Nardiok, quien le tendría que decir las respuestas que Ordhin le pediría a
Nardiok para acceder al gran banquete y el paraíso. Se le conocía por Alffyn.
El segundo hombre, de mediana edad, era el gran heraldo, Lukka de Bhalonov, se
encargaba de los asuntos sobre política exterior del señorío. Era primo de
Ofhar. El tercero era el tesorero y señor de la moneda, Fhagg de Irinat. Mientras
que el cuarto era el médico particular del señor Nardiok, Parmeey de Arnha. Los
cuatro hombres, de más edad que Ofthar, inclinaron sus cabezas ante su llegada,
con respeto.
Rhennast se acercó al señor Nardiok y se agachó para
informar de algo a su señor. Tras ello, Rhennast ordenó a un par de guerreros
que le ayudaran. Parmeey se acercó al lecho a quejarse de que intentarán
recostar a Nardiok, pero este levantó la mano izquierda, indicando que se
encontraba bien. Ofthar observó un vendaje que le tapaba toda la parte
izquierda del rostro, así como otros que le tapaban el pecho. Nardiok solo le
miraba por un ojo a Ofthar. Con la mano izquierda le hizo un gesto para que se
acercase.
Ofthar se aproximó al lecho y se arrodilló junto al
lecho, esperando que de esa forma no tuviera que mirar hacia arriba, lo que
podría fatigar demasiado a su señor.
-
Mi buen Ofthar, esta es mi última batalla -murmuró Nardiok con una
voz escasa y cargada de dolor-. Pronto me reuniré con mi abuelo, con mi padre y
con todos mis ancestros…
-
No lo creo, mi señor -intervino Ofthar, que no quería perder el
mismo día a su padre y a su señor-. Aún os quedan muchos días de abundancia y…
-
¡Oh, muchacho! No lo creo, ya soy demasiado mayor y… -la voz se le
quebró y en su lugar apareció un quejido, seguido de unas tosecillas con
esputos sanguinolentos. Sin duda la afirmación de Nardiok no estaba fuera de
lugar, pues mal signo era la sangre en la saliva. Al poco recuperó la
compostura y el habla-. Bien sé yo que ya no hay más lunas para mí, Ofthar.
-
¿Cómo ha ocurrido este hecho? ¿Vos sois un gran guerrero?
-inquirió Ofthar con tristeza.
-
Lo fui, muchacho, pero ya no -negó Nardiok, con una ligera
amargura-. Los años no pasan en balde para nadie, mi bravo muchacho, recuérdalo
para los años venideros. Los mayores no podemos volver a ser jóvenes, aunque
nuestro espíritu lo crea. Pero ha sido una buena vida, no lo creas y una buena
forma de morir.
-
Se contarán las gestas del gran señor Nardiok, el mejor de los
descendientes de Naradhar III -intervino Isleyn.
-
No ocurrirá tal cosa, mi querida Isleyn, pues no soy ni nunca he
querido ser el mejor de los descendientes de Naradhar -afirmó Nardiok, tras una
sonrisa tranquila, y acariciando el cabello de la muchacha-. Mi abuelo fue el
último grande de un linaje que va poco a poco desapareciendo. Pronto ya nadie
recordará a mi clan, olvidado por las nuevas familias. Pero esto es el pasado,
que no regresa. No debemos agarrarnos a él como si no existiera otra cosa. No,
debemos mirar hacia el futuro, mis queridos amigos. ¿Ofthar?
-
Sí, mi señor -asintió Ofthar, arrodillado junto al lecho.
-
Hace años ya reuní a mi clan, a los Irinat, en un cónclave, cuando
aún eras soltero -prosiguió Nardiok, mirando directamente a los ojos de
Ofthar-. En esa reunión, los últimos tharn de los Irinat hablamos de este día,
en el que yo retornaría con mis ancestros. Todos los presentes llegamos al
mismo acuerdo, el único que ayudaría a la prosperidad del señorío, el único que
no llevara a una guerra civil. Designamos a mi sucesor. En esa jornada se habló
mucho, se debatió y se aprobó mi idea. Tanto Rhennast como Fhagg pueden
asegurar que mis palabras son ciertas, pues ambos estaban presentes.
-
Vuestra palabra es suficiente para mí, mi señor -se apresuró a
decir Ofthar, mostrando sus sentimientos y agarrando la mano derecha de Nardiok
y besándola.
- Como
tu padre, leal hasta el último momento -suspiró Nardiok, lleno de gozo-.
Siempre he envidiado a Ofhar, por tener el hijo que siempre quise como mío,
Ofthar. Por ello debes saber que eres mi heredero y el clan Irinat te
reconocerá como nuevo señor de los ríos a mi muerte. Cuando mi alma se marche,
los Bhalonov seréis los nuevos defensores de esta tierra, y tú, uno de los
últimos que poseen la sangre de Naradhar, su legítimo monarca, no lo dudes,
pero no busques la unificación, pues es una aventura sin sentido que solo lleva
a la muerte y la desolación.
Nardiok empezó a respirar entrecortadamente y a toser.
Parmeey se acercó para ver las constantes de su señor, pero puso mala cara.
Estaba seguro que Nardiok había acortado un poco más su tiempo de vida, por
alzarse y gastar sus escasas energías hablando con Ofthar.
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