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domingo, 19 de enero de 2020

Ascenso (10)

De improviso se movieron los pliegues de la entrada de la tienda y apareció Mhista cargado con la cota de mallas que le había interesado a Velery y el resto de pertrechos que le había pedido Ofthar. Pasó junto al muchacho y no pudo disimular su mueca de enfado al verle con las manos sueltas y las ataduras tiradas por el suelo. Llevó las cosas hasta la mesa de campaña y las depositó sobre ellas.

-       Espero que tu jugada te haya salido bien -espetó Mhista, que al ver la cara de Ofthar, añadió-. Mi señor.
-       Sí, se podría decir que sí, el muchacho parece más o menos educado -asintió Ofthar, seguro de que no había disipado las dudas de la cabeza de su amigo-. Bueno es hora de que hablemos de lo que te ha traído aquí. Te voy a poner en libertad, pero deberás realizar un asunto para mi…
-       No voy a traicionar a mi señor -cortó con energía Maynn. 
-    No esperaba que hicieras tal cosa, Maynn -aseguró Ofthar-. Tu labor para mí, será llevar un mensaje a tu señor Whaon. Solo le deberas entregar una carta que te daré en mano. Pero antes quítate toda esa mierda que portas. Te regalo todo lo que hay en la mesa, incluida el arma que más te guste. Se te entregará un caballo y podrás volver con tu señor. ¿Lo entiendes?

Maynn asintió con la cabeza, al tiempo que observaba la cota de malla de buena factura, así como el jubón de cuero para separar la cota del cuerpo. Todo tenía un gran nivel de calidad. Nunca había oído de que un enemigo capturase a otro y lo enviase de vuelta con su señor con un regalo como ese. Tenía que haber algo turbio en todo ello, por lo que se mantuvo indeciso.

-       Quítate esa cota herrumbrosa y esos harapos que llevas puestos -volvió a decir Ofthar, comprendiendo las dudas de Maynn-. Solo son regalos por tu espíritu de lucha, que he descubierto cuando me mantenías la vista entre los acobardados de tus antiguos camaradas. Por ello me ha apiadado de ti y por ello te recompenso. No busco nada más de ti. ¿Lo comprendes, Maynn?

Maynn asintió y comenzó a desatarse la cota de mallas. De vez en cuando pedía ayuda con alguna de las ataduras y Mhista le ayudaba o las cortaba con su puñal. Al final la cota cayó al suelo. Los harapos que parecían un antiguo jubón fueron más fáciles de quitar. El cuerpo de Maynn era muy poco musculoso, delgado y ligeramente fibroso. Los brazos eran largos y delgados, así como las piernas. Se tapaba sus vergüenzas con un taparrabos, que dejaba ver unas caderas estrechas y un trasero pequeño. El pecho estaba totalmente cubierto por unas vendas amarillentas. Tanto Mhista como Ofthar se quedaron sorprendidos, pues tenía que tener una herida o tal vez alguna costilla rota, que aún no se había curado, pues los médicos del ejército no habían podido usar unas vendas tan andrajosas con un herido.

Mhista estaba mirando fijamente el aparatoso vendaje, cuando se cruzó sus ojos con los de Maynn y este curiosamente se sonrojó, lo que hizo dudar a Mhista.

-       Aquí hay algo raro, mi señor -murmuró Mhista, que no esperó a que nadie reaccionara. Con dos pasos largos se acercó a Maynn y  agarró sus dos brazos, juntándolos, imposibilitando que el muchacho se moviera.
-       Suéltame, cabrón -espetó Maynn, intentando librarse de la presa de Mhista, sin demasiado éxito.
-       ¿Mhista, que crees que haces? -quiso saber Ofthar, preocupado por el cambio en la actitud de su amigo. 
-    Este Maynn no es lo que dice ser, mi señor -aseguró Mhista, sacando su puñal y comenzando a cortar las vendas-. Si no quieres que te corte, permanece quieto.

La advertencia hizo efecto y no se movió más, parecía que había perdido todo su empuje. Fue tal su sumisión, que Mhista pudo soltar su presa, para cortar mejor las vendas. Le hizo ponerse de espaldas a ambos amigos. Los trozos de tela fueron cayendo sobre el suelo de la tienda, como jirones de lana recién esquilada.

Al final, la espalda de Maynn quedó al descubierto. Ambos vieron las cicatrices del látigo que surcaban el cuerpo de un lado a otro. Llevaban ya mucho tiempo curadas, pero eran visibles, como recordatorios de una vida pasada. Ofthar sólo podía pensar en dos opciones que explicasen esas marcas. Si había sido un hijo díscolo, un padre podría haber hecho restañar un látigo o una vara en su hijo, pero las cicatrices hubieran estado en el culo, no en la espalda. En ese lugar solo era posible si estuvieran ante un esclavo, un siervo y en ese caso, no podía llevar una cota de malla, lo que indicaba que era un fugado o algo peor, había matado a un hombre libre para hacerse con ella.

-       ¿Puedes explicar esas marcas, Maynn? -pidió Ofthar.

Maynn se volvió despacio y miró a Ofyhar y a Mhista. Los ojos estaban llenos de lágrimas. Ofthar se fijó en ellos, pensando que lloraba porque le habían pillado, pero su vista bajo hacia el pecho y lo que vio le dejó estupefacto.

-       Quítale el taparrabos -señaló Ofthar la escuálida prenda.

Mhista que no se había dado cuenta de lo que había asombrado a Ofthar, obedeció sin rechistar y con el puñal cortó la cuerda que mantenía la prenda en su lugar. La tela cayó al suelo, sobre los pies de Maynn. Ahora también Mhista se quedó perplejo. En la entrepierna de Maynn a parte de una mata de vello de color negro, no había nada más y su pecho eran dos pequeños senos casi infantiles. Maynn no era un muchacho. 

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