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domingo, 5 de enero de 2020

Ascenso (8)

A parte de los bienes confiscados en la batalla, se habían capturado varios cientos de guerreros de los pantanos. Muchos de ellos estaban heridos y los médicos ya habían avisado que no sobrevivirían demasiado. Pero otros, los menos estaban medianamente bien. Ofthar había decidido acercarse para ver lo que tenían. La mayoría acabarían como siervos, esclavos para las minas o los trabajos más infaustos. Le acompañaba Rhime, que le había entregado antes las cifras de la carnicería.

Habían perdido a dos mil espadas del contingente de los ríos con las llanuras, muchos de ellos tharns de gran estima, como el propio Ofhar. En cambio, solo mil siervos arqueros. Por el lado de Velery, solo le quedaban doscientos hombres de armas, ya que les habían masacrado al quedar entre los dos frentes. Había sido una suerte que Velery sobreviviese, una suerte infausta para Ofthar. El muy imbécil incluso había provocado la pérdida de siervos, de los cuatro mil que había aportado, no le quedaban más de mil, pues al avanzar como un loco, había expuesto a los débiles siervos a los filos de los mercenarios que los habían masacrado a placer.

Aun así, de los cuatro mil espadas que le quedaban a Ofthar tenía muchos heridos, algunos sanarían rápido, pero otros tendría que enviarlos de vuelta a casa. Según el análisis de Rhime, podrían movilizar a tres mil seiscientos espadas y a sus doce mil siervos arqueros. No eran buenos números, pero si la información que había obtenido de algunos de los prisioneros era cierta, Whaon había perdido a casi todos sus mercenarios y los supervivientes que ya estaban hartos de las idioteces del señor de los pantanos, lo más seguro es que regresaran a casa, con las exiguas riquezas cosechadas en Isma y alrededores. Solo le quedarían los doscientos voluntarios enviados por el señor de los mares y no más de mil guerreros de los pantanos, con los que viajarían unos cinco mil siervos arqueros, pues muchos habían sido colocados mal en la batalla y habían caído víctimas de las flechas de los siervos de Nardiok. No tenía hombres de armas suficientes para mantener Isma ni para atacar el campamento de Ofthar. Además en la ciudad, había muchos pobladores de los prados que podrían volverse contra los de Whaon con ganas de venganza cuando el ejército de Ofthar comenzara el asedio. 

Ofthar sabía que debían ponerse lo más rápido posible en marcha hacía la ciudad de Isma, pero tenía que lidiar con el problema de las ceremonias fúnebres y con sus propios heridos, así como pertrechar mejor a su ejército superviviente. Pero el enemigo caído iba a proporcionar las nuevas protecciones. 

Los guerreros capturados eran lastimeros. No se diferenciaban mucho de sus guerreros alistados de los pueblos y aldeas. Eran hombres libres que habían sido llamados para luchar, pero que en la vida normal eran agricultores, pescadores o cualquier otra cosa. Muchos eran bastante jóvenes, aunque los había también mayores. Muchos de ellos estaban cabizbajos o bajaban la cerviz cuando se acercaba Ofthar, hasta que dio con unos ojos que lo observaban con ira. Pertenecían a un rostro de un muchacho joven, más que Ofthar. En su rostro había dos heridas recientemente cosidas, una ascendía desde su ceja derecha hacía el cuero cabelludo, por la frente y la otra desde el labio inferior bajaba y cruzaba el mentón. Si alguna vez alguien le había considerado un joven guapo, ya no lo iba a ser. El rostro era delgado, chupado, con una nariz gruesa. Los labios pequeños. Se había recortado mucho el pelo, negro, como los ojos. El cuerpo era fibroso, tal vez delgado, pero parecía usar una cota de mallas, vieja y deslucida, algo herrumbrosa. Las manos estaban atadas a la espalda. A Ofthar le parecía que sisaba algo entre dientes, tal vez una maldición, aunque eso era propio de mujeres y no de guerreros, o tal vez una oración.

-       Estos guerreros han perdido las ganas de luchar, menos ese de allí -señaló al delgaducho-. Traedlo a mi tienda, quiero hablar con él. Los demás, encadenadlos y mandadlos a casa. Hay tareas para estos falsos guerreros.

Si la burla sentó bien o mal a los cautivos, Ofthar no se quedó a ver las reacciones. Tenía más cosas que hacer y no iba a perder más tiempo en ellos. Rhime ordenó a dos soldados que sacarán al guerrero que había indicado Ofthar y que lo acompañaran a la tienda de este, tal y como lo había ordenado Ofthar. Tras ello, se marchó a controlar las cosas que su nuevo cargo le obligaba. La principal era encargarse de que las nuevas armaduras y armas fueran entregadas a aquellos que las necesitaban.
Ofthar al regresar a su tienda se encontró con Mhista, que parecía querer contarle algo. Le indicó que pasase y le permitió a Rhennast que fuese a descansar. El hombretón no se tomó muy bien eso de dejar su puesto, pero las palabras de Ofthar no tenían nada de inflexión y al final se marchó arrastrando los pies. Dentro de la tienda, Mhista le contó su discusión con el supuesto tharn Velery. Ofthar se indignó por el atrevimiento del hombre, desde cuando un cobarde que había dirigido a sus hombres a la muerte y casi había llevado la batalla al desastre tenía la desfachatez de autoproclamarse tharn. Tendría que meter en vereda al muy idiota antes de que sus formas provocasen otra pérdida peor.

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